«Explotó como una olla exprés porque hubo algún detonante»

Los expertos creen que el joven que mató al profesor en el instituto de Barcelona actuó con premeditación pero había un trastorno mental latente

«Explotó como una olla exprés porque hubo algún detonante» INÉS BAUCELLS

ESTHER ARMORA

«De un brote psicótico a una acción tan grave como matar a alguien hay un trecho». A juicio de Antonio Andrés Pueyo, catedrático de Psicología de la Universidad de Barcelona (UB), lo acontecido el lunes en el instituto Joan Fuster de Barcelona es fruto de «una conjunción de circunstancias adversas en una persona con una patología psiquiátrica latente» . «El diagnóstico parece claro: el alumno sufre un brote psicótico y su delirio le lleva a la acción», dice Andrés, aunque matiza que «probablemente el suceso no habría ocurrido si no hubieran concurrido otras circunstancias que actuaron de detonante », subraya.

Pueyo no se atreve a poner nombre al cuadro psiquiátrico que condujo al menor del instituto a cometer tan atroz acto, «pero difícilmente se trata de una psicopatía, por una cuestión de edad». Antonio Andrés Pueyo considera que en el caso de M.P. el brote solo le ayudó a ejecutar sus planes . «Levantó el freno que le impedía materializarlos, rompió la inhibición que hace imposible a cualquier persona sin un trastorno psiquiátrico latente llevar a cabo una acción de tal naturaleza», explica en declaraciones a ABC.

A jucio del psicólogo, el hecho violento fue el fruto de «una predisposición a padecer un brote, un interés anómalo y desmedido por las armas y un deseo de venganza» . «Está claro que su interés por las armas no era normal, y tampoco que tuviera en su vivienda casi un arsenal , lo que demuestra que actuó con premeditación , aunque todo ello no es suficiente para poner nombre a su enfermedad», afirma Antonio Andrés.

«Más irritable de lo normal»

Max P., el menor que asesinó al profesor, llevaba un par de semanas «más irritable de lo normal» y «pasota con los estudios». Cesia, compañera de aula del agresor, explica a ABC que percibió ese cambio de actitud. Sus profesores también notaron una caída en el rendimiento escolar del alumno . La irritabilidad es uno de los «pródromos de un brote psicótico». «Son indicios definidos porque forman parte de un cuadro clínico», apunta el psicólogo, aunque insiste en que lo que explica lo ocurrido «trasciende a ese diagnóstico». «Explotó como una olla exprés porque llevaba tiempo acumulando cosas y hubo algún detonante», afirma Antonio Andrés.

Su obsesión por las armas

En el caso de Max pudieron confluir, según avanza, «su hostilidad u odio hacia alguna persona del centro, su obsesión por las armas, su deseo de venganza o alguna otra circunstancia que ahora se desconoce y se sabrá con el paso del tiempo». «Todos estos condicionantes se acumularon en una persona con un desequilibrio latente. Se mezcló su patología con su odio hacia la escuela. Era una bomba de relojería », añade el catedrático.

A la pregunta de ¿cómo desactivarla antes de que explosione?, responde que «no hay un manual de recomendaciones descrito». No obstante, aconseja a las familias que «estén siempre muy pendientes de cualquier cambio de actitud sostenido en sus hijos».

«Su intención no era causar una matanza»

«No digo en absoluto que sea aplicable a este caso, pero, en ocasiones, algunos padres no dan importancia a manías u obesiones de sus hijos y pueden tener efectos graves», apunta el psicólogo. «Por lo que ha trascendido hasta ahora, este menor ya era inestable y se encontró con la posibilidad de llevar a cabo un plan. Se sintió capaz de hacerlo y lo ejecutó», asegura. Andrés Pueyo está convencido de que la intención de Max no era la de llevar a cabo una «matanza masiva» como en los casos de EE. UU. «Probablemente tuvo mala suerte y su intención no era matar a ese profesor, pero se le cruzó en un momento de ofuscación», dice el psicólogo de la UB. «No da el perfil de un asesino de masas; su acción fue grave por que jugó la mala suerte», insiste.

Intervención psiquiátrica, no judicial

A su entender, el caso de M.P. está claro por lo que respecta al tratamiento. «Lo que necesita este menor es intervención psiquiátrica, no judicial», asevera Antonio Andrés. «El eje central del caso, es evidente que no es judicial», concluye con rotundidad. Su misma opinión comparte la psicóloga Anna Romeu, especializada en tragedias y emergencias. «Lo que necesita este joven es que se le trate para que cesen las alucinaciones , dar con un tratamiento adecuado y retome sus estudios en un instituto», dice Romeu en declaraciones a ABC.

En ello coincide también la presidenta de la Sociedad Catalana de Psiquiatría y Psicología Clínica Infantojuvenil, Montserrat Pàmies, quien ayer reivindicó en declaraciones a Efe que el menor sea «tratado y reinsertado en un centro». Romeu señala, por otro lado, que la acción del menor responsable del suceso, no solo es atribuible a un brote psicótico. «Seguro que hubo detonantes; siempre los hay», apunta. «Hay personas que tienen igualmente esa enfermedad latente y nunca se les manifiesta porque no están sometidas a estrés o no acumulan factores que actúan de desencadenante», añade la experta.

No son enfermos agresivos

Romeu y Pàmies recuerdan que habitualmente los enfermos de psicosis «no son agresivos» y que los brotes aparecen normalmente a partir de los 18 años , por lo que, si se confirma que el menor agresor sufrió un episodio psicótico, sería «excepcional» porque «sólo ocurre en el 0,05 % de los caso» antes de los 14 años.

En cuanto al menor responsable del suceso en el instituto Joan Fuster de Barcelona, Pàmies añadió que «podría haber tenido otros trastornos previos, ya que antes de la psicosis suele haber problemas de aprendizaje o de comunicación», y subrayó que «no tiene por qué volver a suponer un peligro para los demás».

«Explotó como una olla exprés porque hubo algún detonante»

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