El Papa Francisco revive la Pasión en Roma

Los mártires «de hoy» fueron los protagonistas de la predicación en la basílica de San Pedro del Vaticano

El Papa Francisco revive la Pasión en Roma reuters

JUAN VICENTE BOO

Como si tuviese prisa por iniciar el acto penitencial, el Papa Francisco llegó antes de tiempo a la basílica de San Pedro para presidir, ayer por la tarde, los oficios del Viernes Santo. Su primer gesto fue postrarse por tierra y rezar, en silencio, durante dos minutos.

En la inmensa basílica se hubiese podido oír la caída de un alfiler. Los cardenales, embajadores y los fieles no despegaban los ojos del gesto de humildad al comienzo de la liturgia del Viernes Santo, que conmemora la pasión y muerte de Jesús.

El Santo Padre sufre problemas de columna y articulaciones, por lo que necesitó la ayuda de dos sacerdotes para arrodillarse y echarse por completo al suelo sobre una sencilla alfombra. Su oración, revestido de ornamentos rojos, postrado en el centro de la basílica delante del altar, parecía no terminar nunca hasta que por fin, sus dos ayudantes fueron a levantarle, con cierta dificultad.

En los oficios del Viernes Santo, el Papa no predica sino que, como los demás fieles, escucha la lectura de la Pasión y la homilía del predicador de la Casa Pontificia.

El padre capuchino Raniero Cantalamessa describió el sufrimiento de Jesús tomando como icono el «Ecce Homo» pintado en el siglo XVI por el flamenco Jan Mostaert, que se conserva en la National Gallery de Londres.

La indiferencia ante abusos

Con la Pasión como trasfondo, Cantalamessa abordó los dolores de nuestro tiempo, pero no en términos colectivos, sino «el sufrimiento de las personas individuales, con un nombre y una identidad precisa: las torturas que unos seres humanos están infligiendo en este momento a otros seres humanos, incluso a niños».

El Papa escuchaba, con gesto pensativo y serio. Después de mencionar la violencia contra los cristianos y otras minorías, el capuchino de la barba blanca mencionó otra herida del mundo contemporáneo: la indiferencia ante los abusos que se multiplican en tantos países contagiados por la epidemia de conflictos internos.

Volviendo al sufrimiento de Jesús durante las horas de tortura y ejecución, Cantalamessa hizo notar la sorprendente petición de perdón para sus verdugos desde la cruz: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen».

Según el predicador capuchino, Dios Padre escucha siempre la oración de Jesús, por lo que «quienes le crucificaron están, después de algún tipo de arrepentimiento, hoy con Él en el paraíso». Desde un arco de dos mil años, Cantalamessa abordó el problema de la persistencia de la pena de muerte en muchas sociedades contemporáneas. Es decir, la violencia del Estado que se suma a la, infinitamente mayor, de criminales, terroristas, guerrilleros, milicianos, etc.

La pena de muerte

Teorizando sin temor delante del Papa, el predicador afirmó que «si hubiesen preguntado a Jesús», su opinión sobre la pena de muerte, «habría respondido probablemente lo mismo que sobre el divorcio: ‘Por la dureza de vuestros corazones, Moisés os ha permitido repudiar a vuestras mujeres, pero en el principio no era así’».

Tampoco era así, en el principio, respecto a la pena de muerte. El Génesis relata que después del asesinato de Abel por su hermano, Dios prohibió específicamente que nadie matase como castigo a Caín, y le impuso una marca que permitía reconocerle. La conclusión es que «ni siquiera para vengar la muerte de Abel, es decir, para castigar a un asesino, es lícito matar». Cantalamessa concluyó con un recuerdo «a los 21 cristianos coptos asesinados por el ISIS en Libia el pasado 22 de febrero», mencionando que «los verdaderos mártires de Cristo no mueren con los puños cerrados sino con las manos juntas». Era una especia de declaración de martirio delante del Papa en la basílica de San Pedro, referida a miembros de otra Iglesia, la ortodoxa copta de Egipto.

Seguramente a Francisco le habrá gustado, pues es un caso claro de lo que san Juan Pablo II llamaba el «ecumenismo del martirio», y el «ecumenismo de la sangre» en el acto celebrado frente al Coliseo en honor de los mártires de todas las Iglesias cristianas durante el Gran Jubileo del año 2000.

El próximo 12 de abril, Domingo de la Divina Misericordia, el Papa Francisco acudirá a la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, cerrada por san Juan Pablo II hace catorce años, para leer la bula de convocatoria del Año Santo de la Misericordia, que comenzará el próximo 8 de diciembre, 50 aniversario de la clausura del concilio Vaticano II. Francisco siente que los cristianos tienen que descubrir más a fondo ese rasgo esencial de Dios, la misericordia, y que nuestro mundo contemporáneo –espectador de atrocidades en la televisión- lo necesita a gritos.

El Vía Crucis

El programa del Papa en el Viernes Santo incluye también el Vía Crucis nocturno en el Coliseo, que dio comienzo algunas horas después. Al término del mismo, después de que la cruz fuera transportada por varias personas desde la colina del Palatino hasta el Coliseo, el Papa se dirigió a los miles de asistentes para hacer un elogio de lo que significa la muerte de Jesús para todos los cristianos del mundo. La cruz se detuvo en catorce estaciones y su curso estuvo acompañado por igual número de meditaciones, cuya redacción este año fue encargada al obispo emérito de Novara (norte de Italia), Renato Corti. El Papa presidirá el sábado a las 20.30 horas la vigilia de la Pascua en la basílica San Pedro. El Domingo de Resurrección celebrará la misa en la plaza de San Pedro e impartirá después, a mediodía, la bendición «Urbi et Orbi».

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