El calentamiento del Ártico está causando veranos más extremos en Europa y Norteamérica
Un estudio relaciona la ola de calor en Rusia en 2010 con los cambios en las corrientes provocados por el derretimiento de la banquisa ártica
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El calentamiento del Ártico ha dado lugar a veranos más extremos en el Hemisferio Norte, según un nuevo estudio que se publica en « Science ». Hasta ahora, los investigadores habían creído que el otoño y el invierno eran las estaciones más profundamente afectadas por el calentamiento del Ártico y el consiguiente debilitamiento del gradiente de temperatura que se da entre las latitudes medias y el Polo Norte.
Pero científicos del Instituto Potsdam de Investigación Climática, de la Universidad de Potsdam (Alemania), muestran que la reducción de este gradiente de temperatura también ha ralentizado los patrones de circulación atmosférica en el Hemisferio Norte durante los meses de verano. Esto ha provocado que las temperaturas extremas sean más persistentes, y ponen como ejemplo la ola de calor sin precedentes que sufrió Rusia en 2010, que provocó devastadores incendios forestales.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores estudiaron la circulación atmosférica en el Hemisferio Norte entre 1979 y 2013, comprobando que el debilitamiento de los vientos fuertes asociados a la corriente en chorro -que templa el clima de Europa- ha reducido significativamente el número de tormentas de verano que traen alivio mediante el transporte de aire frío desde el Norte. «Cuando las grandes corrientes de aire se alteran por el cambio climático, esto puede tener efectos en tierra», explica Dim Coumou, autor principal del estudio. «En verano, las tormentas transportan aire húmedo y fresco de los océanos a los continentes, proporcionando alivio después de periodos de calor opresivo. Por el contrario, los periodos de inactividad hacen que las condiciones de clima cálido perduren, lo que resulta en la acumulación de calor y sequía», añade.
Derretimiento de la banquisa
Desde hace tiempo, los científicos están apuntando a que el derretimiento de la banquisa ártica durante el verano podría estar provocando fuertes modificaciones de la circulación atmosférica en el Hemisferio Norte. En 1979, cuando comenzaron las mediciones satelitales, el hielo cubría unos 7 millones de kilómetros cuadrados de océano durante el verano. En septiembre de 2012 solo alcanzaba a unos 3,4 millones de kilómetros cuadrados. Al haber menos hielo, la región polar acapara más calor. La oscura superficie del mar sin hielo refleja menos luz solar de vuelta al espacio que la que proyecta el hielo blanco.
Entonces, las aguas más cálidas calientan el aire, reduciendo la desigualdad de temperatura entre la fría región polar y el resto del Hemisferio Norte más caliente. Como la diferencia de temperatura impulsa el movimiento del aire, la reducción de esta brecha debilita la corriente en chorro que, a su vez, está detrás de la reducción detectada en la actividad de las tormentas, explican los investigadores.
«Miremos por donde miremos el calor extremo, la evidencia apunta en la misma dirección. Los extremos de calor no solo aumentan porque estamos calentando el planeta, sino porque el cambio climático altera las corrientes de aire que son importantes para la formación de nuestro clima», afirma Coumou, quien advierte de que en el futuro es probable que aumente el riesgo de olas de calor de alto impacto.
En este sentido, Jascha Lehmann, coautor del estudio, explica que «el cambio climático continuo probablemente debilitará aún más los patrones de circulación en el verano, pudiéndose así agravar el riesgo de olas de calor. Las simulaciones para las próximas décadas así lo apuntan también, por lo que “el calor extremo que hemos experimentado en los últimos años podría ser solo el comienzo», pronostica.
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