Presión sobre China para aclarar si un obispo detenido hace catorce años está muerto
La diócesis de Hong Kong exige al régimen que le entregue el cuerpo de Cosme Shi Enxiang de 94 años si ha fallecido
Si hay alguien que encaje como un molde en la definición de mártir, ése es sin duda el obispo chino Cosme Shi Enxiang. Nacido hace 94 años, fue ordenado en 1947, poco antes del triunfo de Mao Zedong en la guerra civil, y se ha pasado buena parte de las seis últimas décadas en campos de trabajo y entre rejas por su fe católica. Desaparecido desde el 13 de abril de 2001, cuando la Policía lo arrestó en la casa de su sobrina en Pekín, sus familiares no han sabido nada de él hasta que, hace unos días, recibieron una llamada de las autoridades para comunicarles que había muerto.
Sin embargo, según informa el portal de noticias católico UCANews, no les dijeron cuándo ni cómo había fallecido. Además, cuando fueron a recuperar su cuerpo, les espetaron que el funcionario que les había informado estaba borracho o no sabía lo
que decía. Desde entonces, hace ya dos semanas, su familia intenta saber si el obispo Shi sigue vivo o no. “Mis padres y sus hermanos están muy tristes. Han estado tratado de descubrir su paradero durante tantos años y ahora la única respuesta a sus preguntas es que ha muerto”, explicó a UCANews un sobrina-nieta del religioso, Shi Chunyan.
Para descubrir la verdad, a ellos se ha sumado la diócesis de Hong Kong, que ha publicado una carta abierta demandando al autoritario régimende Pekín información sobre el obispo Shi. “Las noticias de su muerte llevan ya dos semanas circulando. Deberían darnos una respuesta. ¿Está realmente muerto? ¿Cuándo y dónde ocurrió? ¿Devolverán sus restos a su familia?”, se preguntó el cardenal Joseph Zen el fin de semana pasado durante una protesta ante la sede del Gobierno central en Hong Kong.
De momento, el régimen chino no ha respondido a sus preguntas y lo más probable es que, si lo hace, tarde todavía algún tiempo, pues el país se encuentra en plenas vacaciones por el año nuevo lunar y la actividad oficial se ha reducido por completo.
Estricto control sobre la religión
La desaparición del obispo Shi vuelve a poner de manifiesto el estricto control del régimen chino sobre la religión a pesar de la apertura económica y social de las últimas décadas. Aunque ya han pasado los tiempos en que los sacerdotes como él eran encarcelados o confinados en campos de trabajo durante las “campañas antiderechista” de los años 50 o la “Revolución Cultural” (1966-76), cuando fue enviado a las minas de Shanxi, la Policía continuó acosándolo en los 80 y 90, después de que fuera nombrado en secreto obispo del condado de Yi.
Junto a él, el obispo Jaime Su de Baoding, en la provincia de Hebei, es víctima de esta represión porque lleva desaparecido 18 años. Según ha denunciado la Fundación Cardenal Kung, una organización de Estados Unidos que lucha por la libertad religiosa, no se sabe nada de él desde octubre de 1997, cuando fue detenido por la Policía y trasladado a un lugar secreto.
A finales de enero, cuatro familiares del obispo fueron retenidos durante tres días en una pensión de Baoding por manifestarse durante un encuentro de Yu Zhengsheng, miembro del todopoderoso Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista, con la cúpula de la iglesia católica local. Aprovechando la presencia de tan destacado alto cargo del régimen, los parientes del obispo Su querían pedir información sobre su paradero y estado de salud.
Desde julio de 2012, cuando criticó al régimen en su propia ordenación y abandonó la iglesia, también está detenido el obispo de Shanghái, Tadeo Ma Daqing, cuyo cargo fue revocado en diciembre por las autoridades. Supuestamente confinado en su seminario, sigue los pasos de José Fan Zhongliang, a quien el Vaticano nombró obispo de esa misma ciudad en 2000. Pero China no lo reconoció y lo confinó en su casa hasta su muerte en marzo del año pasado. En su lugar nombró a Aloysio Jin Luxian, quien colaboró con el régimen hasta su muerte en 2013 pese a haber sido represaliado durante la época maoísta. Son las dos caras, ambas igual de dolorosas, de la división de la Iglesia católica en China.