Erasmus, la mili del siglo XXI

Las becas han marcado a nada menos que 30 generaciones de universitarios españoles. El libro «Cosas que nunca olvidarás de tu Erasmus» recoge las experiencias de todos ellos, porque pese a las diferencias, «los erasmus» son uno en experiencias y sensaciones y ninguno duda en reconocer que es el viaje que cambia la vida

Erasmus, la mili del siglo XXI ABC

j.g.s

Si hay algo que se ha puesto de moda en los últimos años, casi casi compitiendo con los «smartphones» son los viajes . Hoy en día es imposible quedarse fuera de ese universo en el que se nos apabulla con ofertas de hoteles, albergues para compartir con cinco, diez u doce desconocidos, rutas gastronóminas, rutas de vino, viajes baratísimos en aviones donde los pasajeros parecen sardinas y un sinfín de opciones más...Pero probablemente, pocos de estos viajes presumen de llevar el título de que ha cambiado tu vida para siempre o que jamás, da igual lo que pase, olvidarás.

De eso se encargan los viajes de Erasmus, esa beca de la que se han beneficiado nada menos que treinta generaciones de universitarios españoles. La parte más divertida, social, emocional...en resumen, la mejor parte de esta genial aventura se cuenta de forma desenfadada y original (como el viaje en sí mismo) en el libro: «Cosas que nunca olvidarás de tu Erasmus», de Raquel Piñeiro y las ilustraciones de Amaia Arrazola.

Lo curioso del libro es que su autora no se ha ido de Erasmus y no tiene problemas en admitirlo. «Pero sí hice una beca Séneca que me permitió viajar de Galicia a Madrid», se apresura a aclarar. Y es que en definitiva, se trataba de contar la experiencia, «sin personajes definidos para que todos puedan sentirse identificados», de aquel alumno viajero que cortó el cordón umbilical y se lanzó por primera vez a la aventura. «Contamos todo, desde las ganas que tienes de hacer el viaje, el momento de la solicitud de la beca, las despedidas de los familiares y la llegada a tu ciudad...todo lo que te puede pasar: la dificultad con el idioma, las clases, los amigos, el amor e incluso, la depresión al volver a casa».

Pese a la infinidad de carreras y destinos que abarca la beca Erasmus, Piñeiro reconoce que no les ha costado encontrar los puntos comunes entre todos ellos: «Sorprendentemente, hay puntos en común entre estudiar matemáticas en Praga o Ciencias en Londres...las sensaciones son muy parecidas aunque vengas de un pueblo pequeño y vayas a una ciudad grande, o al revés».

Esas sensaciones tienen que ver con las miles de experiencias que los estudiantes viven desde el primer momento y que no se reducen a las cuatros paredes del aula: «cuando las cosas no van bien, los que no se adaptan, los que se sienten inseguros, el esfuerzo de los que tienen que trabajar porque no hay dinero y la beca no llega, el que conoce a su novio en su nueva ciudad, el que lo deja en casa, las típicas conversaciones que se repiten una y otra vez: "where are you from? where do you study?, cuando llegan los amigos y haces de guía...». Son pinceladas de un universo que solo entienden «los erasmus».

Cambio radical

Pero el éxito del Erasmus radica en algo más que una mezcla de sensaciones. Y ese éxito tiene más que ver con un cambio radical, con una persona que al regresar después del Erasmus ya no es la misma. «Es un viaje que te hace crecer, irte de un lugar distinto y desprenderte de tu entorno te da libertad y te obliga a cosas incómodas que te hacen crecer: buscar casa, encargarte de tu cuidado básico, romper con la timidez que te obliga a hablar con gente desconocida...por eso se crean lazos profundos, la gente que conoces es tu familia, tu médico, tu asesor inmobiliario y así se crea un sentido de comunidad», cuenta la autora.

Si bien el libro no tiene testimonios, los que lo han vivido no dudan en hablar de un cambio radical, en un antes y un después.

«Marcó mi vida totalmente, fue el comienzo de mi vida adulta. Aunque esté enfocada en la vida universitaria, creces a nivel personal, te descubres a tí mismo, y ves de lo que eres capaz y de lo que no...Es un antes y un después», cuenta entusiasmada Bárbara Álvarez Solanilla, graduada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y que hizo su Erasmus en Varsovia en 2011.

Para Bárbara lo mejor del viaje fue la posibilidad de conocer una cultura diferente. «Ver cómo la gente es abierta y receptiva con los extranjeros; también me sorprendí mucho por mi capacidad de adaptación y por haber aprendido polaco...Bueno, lo chapurreo y me llevó todo el año, se dice a sí misma. «Me sentí muy feliz cuando pude ir a un mercadillo y hablar con un polaca mayor que hablaba muy cerrado, pero me entendió».

«Llegué a no saber ni lo que comía»

Ese fue, de hecho, uno de sus principales objetivos, el idioma. Pero antes de poder hablar con la buena mujer, Bárbara reconoce que llegó a sentirse abrumada. «En la calle no entiendes los carteles. Llegué a no saber ni lo que comía», recuerda. «Pero el problema del idioma lo tenemos todos al principio», sentencia.

El problema inicial del idioma lo recuerda bien José Romero aunque haya hecho el Erasmus hace mucho tiempo. Corría el año 2004 y este graduado en «Teleco» era un estudiante de la Universidad Carlos III que partía al deseado Reino Unido. «Iba por el idioma, algo sabía pero al final a los españoles se nos da muy bien hacer exámenes en inglés hasta que luego te sueltan a la calle», ríe.

José tuvo mucha suerte en lo que respecta a la organización de su viaje, por lo menos en la parte que le tocó a su universidad de acogida, Reding, aunque no suele ser una constante de las becas Erasmus y mucho menos de la burocracia en las universidades de origen. Tenían todo muy bien planeado y no solo ibas con la residencia ya designada, sino que además, cuando llegabas tenías una “welcome week” (semana de bienvenida) en la que no había clases y solotenías que reunirte con el departamento de estudiantes extranjeros y quedar con la gente...

El Erasmus le dejó a José muchas cosas, algunas que incluso pudo «traerse» a España. «Mi mejor amigo de allí es un francés que vive ahora en Madrid. Una de las actividades de la universidad consistía en ponerte una camiseta con tu nombre y el país. Así deambulabas por los bares de las residencias y de esta forma conocí a mi amigo».

«Volver cambiado»

Pero lo mejor para él, fue sin duda, la sensación cuando sus amigos de Madrid venían a verle. «Te dicen que has cambiado, ellos lo notan y tu no. Al volver, te haces más abierto y lanzado para todo. No maduras por estar solo sino porque hablas con gente que no piensa como tú y al final, si vas con algún prejuicio se suaviza todo…Erasmus fue un antes y después. Al final, la gente busca eso: ni la parte académica ni la fiesta, sino volver cambiado

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