Nutrición
La guindilla, el posible remedio para el sobrepeso
Uno de sus componentes, la capsaicina, ayuda a quemar la grasa y supone una pérdida de peso apreciable en dos años
La ciencia está «descubriendo» cosas que los antiguos mexicanos ya sabían sobre el potencial terapéutico de los picantes chiles. Además de estimular el apetito, combaten dolores, tienen efecto laxante, son diuréticos y bactericidas. Todas estas propiedades se las deben a la capsaicina, una sustancia en alza que ya está comercializada en parches para tratar dolores difíciles.
La capsaicina tiene, además, la capacidad de matar células cancerosas, controlar la presión sanguínea, reducir la inflamación o calmar la tos crónica. Incluso podrían guardar algún secreto para luchar contra las enfermedades neurodegenerativas. A esta larga lista hay que añadir otra propiedad: la de ayudar a perder peso incluso con dietas altas en grasa. Lo logra porque aumenta el gasto energético en el organismo, incrementa la degradación de los lípidos y reduce el apetito. Estos efectos se han demostrado en roedores.
En humanos parece que el consumo regular aumenta el gasto de energía en aproximadamente 50 kilocalorías por día, lo que supone una pérdida de peso apreciable en uno o dos años, según un estudio publicado el año pasado en la revista especializada «Appetite» . Y de paso esta picante especia también reduce la indeseada grasa abdominal. Al parecer, favorece un cambio de hábitos , fomentando la preferencia por los alimentos ricos en hidratos de carbono sobre los que contienen más grasa.
Sin embargo, no se sabe cómo guindillas y otros pimientos producen esos «milagrosos» resultados antiobesidad. Un grupo de investigadores de la Universidad de Wyoming ha profundizado en el misterio y creen que la capsaicina hace que el tejido adiposo blanco se vuelva marrón y la grasa se queme. La grasa blanca almacena lo que comemos, mientras la marrón se "quema" para generar calor cuando tenemos frío.
Investigar, un negocio lucrativo
Ahora los investigadores se centran en encontrar moléculas que tengan el mismo efecto de la capsaicina, pero sin los efectos indeseables para el estómago asociados a su picor.
Como en Estados Unidos saben muy bien que la investigación es un negocio de lo más lucrativo, los investigadores de Wyoming ya se han apresurado a solicitar una patente para las moléculas en desarrollo en su laboratorio. Una de ellas esperan poder desarrollarla como un suplemento dietético, que, de paso, no está sometido a la caducidad de las patentes, a diferencia de los fármacos.
Los investigadores esperan que su trabajo pase a un primer plano y obtener fondos de los Institutos de Salud Americanos (NIH) o el departamento de Defensa. Tienen razones «de peso» para pensarlo, porque un tercio de la población mundial tiene obesidad o sobrepeso, según la OMS. Y los kilos de más traen de la mano diabetes tipo 2, que es un factor de riesgo cardiovascular y también para el desarrollo del alzhéimer.