De paciente en estado crítico a cuidadora: La historia de Aminata Sankoh

Pasó el ébola junto a su hijo en un centro de Médicos Sin Fronteras y en cuanto se recuperó se dedicó a ayudar a otros enfermos

De paciente en estado crítico a cuidadora: La historia de Aminata Sankoh David Conteh/MSF

Por Kim Bonner, periodista de Médicos Sin Fronteras en Freetown, Sierra Leona

A finales de noviembre, la madre de Aminata Sankoh cayó enferma. Su familia vivía en las afueras de Freetown, la capital de Sierra Leona. Aunque Aminata había escuchado en la radio las advertencias sobre la epidemia de Ébola , no dudó en cuidar de su madre que empeoró en los siguientes siete días. A final de la semana, la madre de Aminata falleció.

Al cabo de una semana, tanto Aminata como su marido comenzaron a presentar fiebre alta. «Nos pasábamos el día vomitando en el baño», recuerda Aminata.

Solo un día después de aparecer los síntomas, Aminata se dio cuenta de que su familia necesitaba ayuda. Aminata llamó al 117, el número de teléfono gratuito a través del que se notifican las alertas, que hizo llegar una ambulancia a su vivienda.

Sin embargo, cuando el vehículo llegó, el marido de Aminata no quiso dejar su casa. A pesar de los intentos de Aminata por convencerle, prefirió quedarse en su hogar. Aminata decidió llevar a sus tres hijos y se fue sin él. La ambulancia los trasladó al centro para pacientes de Ébola que Médicos Sin Fronteras ( MSF ) tiene en el centro de Freetown.

«Aminata estaba muy enferma cuando llegó», recuerda el doctor de MSF, Gerardo Muñoz. «Apenas llegada al centro, el segundo día de estar aquí, Aminata no podía salir de la cama, y sufría vómitos y diarrea. ‘Tienes que luchar, es necesario que bebas, necesitas comer’, le dijimos para apoyarla», subraya Gerardo Muñoz.

Dos de sus hijos dieron negativo en el análisis de Ébola y fueron dados de alta. Un familiar vino a recogerlos que se encargaría de cuidarlos. Su otro hijo, Ishmael (nombre ficticio), de cinco años, dio positivo, como Aminara, por fiebre hemorrágica del Ébola.

Poco a poco, la salud de Aminata fue mejorando. Después de recibir terapia intravenosa y otros tratamientos de apoyo, fue capaz de comenzar a alimentarse por sí misma y volvió a caminar. Aunque lenta y con dolor, Aminata paseaba por las zonas instaladas junto a las salas de tratamiento donde recibía la visita de su familia, de la que le separaba, siempre, una valla naranja que marca la distancia de seguridad, dos metros, que se debe respetar.

Mientras, su hijo Ishmael, permanecía en estado crítico. Aminata se quedó a su lado, junto a su cama, animándole a comer y beber, y poco a poco, Ismhael comenzó a mejorar. Aminata comenzó a cuidar de otros niños del centro.

Fue el caso de un niño de cinco años yacía en una cama cercana sin comer ni beber. Aminata comprobó que, al igual que su hijo, necesitaba ayuda, y se hizo cargo de su cuidado, bañándole y alentándole a que comiera y bebiera.

Aminata se acercaba a otros niños y adolescentes, para instarles a comer, beber y perseverar en su lucha contra la enfermedad. A través del teléfono móvil, mantenía informadas a las familias sobre las condiciones de cada paciente, sobre todo a los padres de los niños más pequeños.

Con el paso del tiempo, fue conociendo a cada paciente, facilitando información al equipo médico cuando realizaba las rondas y quedándose junto a las camas de los niños enfermos que no eran capaces de hablar por sí mismos. «Aminata apoyó a cada enfermo, salvó la vida de estos niños», recuerda el doctor Xandra Rarden. Aunque Aminata aún no era considerada una superviviente de Ébola, se encontraba en la fase de convalecencia de la enfermedad y cuidaba de otros a medida que iba recuperando sus fuerzas.

Los supervivientes juegan un papel muy importante en el cuidado de los pacientes con Ébola. Ningún superviviente a la enfermedad ha vuelto a infectarse con el virus, lo que les otorga la capacidad de atender a los pacientes de Ébola sin las limitaciones que impone el equipo de protección personal. En lugar de tener que limitarse a atender a los pacientes durante aproximadamente una hora soportando el sofocante calor dentro del traje de protección, los supervivientes pueden permanecer en las zonas de aislamiento durante mucho más tiempo, utilizando simplemente una protección básica.

«Un centro para pacientes con Ébola puede ser un lugar solitario y aterrador, especialmente para los niños», explica Gerardo Muñoz, «pero tener a alguien como Aminata dentro puede marcar una gran diferencia».

El día de Navidad, Aminata e Ishmael fueron dados de alta entre los aplausos y vítores de alegría del personal médico, higienistas y pacientes. Vestido con una máscara de Navidad, Ishmael iba abrazado a su madre y a su nuevo coche de juguete. Aminata se despidió de los pacientes que estaban en la zona en la que ella había permanecido ingresada, animando al niño más pequeño diciéndole que su madre iría a verle al día siguiente.

El regreso de Aminata a su casa fue agridulce. Mientras que su familia la recibió con abrazos y los vecinos celebraron su vuelta, Aminata sufrió al recibir la noticia de la muerte de su marido, que buscó ayuda demasiado tarde.

Recuerda que su motivación para sobrevivir en el centro para pacientes con Ébola eran sus hijos: «Le pedí a Dios que me dejara vivir porque nueve de mis hermanos habían muerto. Quería vivir para poder cuidar de mis hijos».

En Freetown, tres supervivientes de Ébola como Aminata trabajan con MSF para atender a niños confirmados de padecer la enfermedad. Otro superviviente apoya al equipo de promoción de la salud y constituye un ejemplo de esperanza para las familias que vienen al centro a visitar a sus seres queridos.

De paciente en estado crítico a cuidadora: La historia de Aminata Sankoh

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