VIVIR CON... CÁNCER

Nacho Mirás: «Cualquier capricho es una urgencia»

El periodista gallego, aquejado de un tumor cerebral, ha convertido su blog en un cuaderno de bitácora donde desgrana con retranca y crudeza los altibajos del cáncer

Nacho Mirás: «Cualquier capricho es una urgencia» miguel muñíz

juanma fernández

A Nacho Mirás , el mejor peor momento vital le llegó en otoño. «Algo me cambió en la cabeza y, por extensión, en la vida , la mañana del 6 de octubre del 2013», escribía apenas un mes después en «rabudo.com», la bitácora en la que ha narrado desde el primer momento su lucha contra el cáncer. Periodista , profesor universitario y padre de dos hijos, nacido en Vigo en 1971, arrastra los apellidos extra de «astrocitoma anaplásico de grado III»: un tumor cerebral , rebautizado por él como Casiano, que ha decidido darle guerra. Unas semanas después de terminar el tratamiento, una prueba médica reveló que se había reproducido . «Lo que se llama una recidiva », aclara.

«Comencé a escribir sobre la enfermedad porque llevaba un tiempo de baja y la gente empezó a contar cosas que poco tenían que ver con la realidad, además así libero a mi familia de tener que dar explicaciones y también me sirve para ordenar pensamientos y echar a los demonios fuera », comenta. Con 750.000 visitas, asume que aunque se hizo periodista para contar «las historias de los demás» , le ha tocado llevar la libreta y el bolígrafo «al fondo de la existencia misma».

Activo en las redes sociales, se observa en los comentarios a personas que se vuelcan con su situación como si le conocieran de toda la vida. «Les pego pequeños toques de atención porque incluso hay gente que se ha molestado porque no actualizaba», señala condescendiente, pues si algo ha ganado con el blog es esa «red humana» que amortigua su caída. «Ese amparo de la familia, de los amigos... nunca pensé tener semejante parroquia ».

Acostumbrado a desgranar los avatares de la enfermedad como si de una guerra se tratara, admite que le va bien «el lenguaje bélico» y piensa en la victoria: «No quiero vivir con cáncer, quiero vivir sin él» . Por ello, el segundo ciclo de quimioterapia que comenzó hace unas semanas lo toma con toda la energía. «Confío en las manos que me llevan; me encomiendo al más acá », cuenta antes de pararse a reflexionar sobre aquellas personas que rezan por su curación: «En mi estado, lo agradezco porque nada me sobra».

El olor del cáncer

El proceso de trabajo es constante, aunque las fuerzas algunos días fallen: «Voy escribiendo en la cabeza pero cuando no me apetece, no lo hago. Es algo que he cumplido durante toda mi carrera y me traicionaría si no fuera así. No escribo sin ganas ». Si bien todo este proceso, que se alarga ya más de un año, le sirve para plantearse una futura tesis doctoral sobre «la relación entre la comunicación y el cáncer». «Así de confiado estoy en curarme», confiesa.

Consciente de que a veces la existencia del enfermo oncológico es una prórroga, reconoce que en su situación «cualquier capricho es urgencia». Una reflexión a cuenta de uno de sus últimos textos, donde señala que el cáncer huele a bocadillo de calamares a la romana , pues una compañera en la sala de tratamientos se estaba comiendo uno mientras «disfrutaban» del otro «menú del día»: la agresiva medicación intravenosa. «Me pareció muy bien que lo hiciera porque para nosotros cualquier capricho es un lujo », añade.

Como enfermo, recuerda que «la línea entre el cariño y el control es muy fina», una situación muy complicada para él, que además de estarlo «sufre por los que sufren» a su lado. Y es que tanto la relación de los familiares con el paciente, como la situación de la sanidad pública española o la actitud de las aseguradoras que cubren las bajas son temas de gran protagonismo en sus textos. «A veces tengo la sensación de que los legisladores se creen que son gente inmune », sentencia. Así, recuerda el día que amenazó con ir a la mutua para enseñarles la cicatriz que le ha dejado la segunda operación para extirparle el tumor, «y llevarles todas las grapas de la intervención».

Padre de familia (tiene un niño y una niña), explica que tocó contarles «que papá estaba enfermo»: «Cuando son tan pequeños no distinguen la gravedad de una y otra enfermedad, y además a mí no me ha cambiado demasiado el aspecto físico, por lo que todo ha sido mucho más fácil». En esta tarea, recueda divertido aquella frase de Les Luthiers: «Los niños son casi seres humanos» , y precisamente con sus hijos aparece en la conversación una nueva intención de escribir estas crónicas. «He pensado en ellos al crear este testimonio. La muerte, como la enfermedad, forman parte de la vida y no hay que esconderlo. Dentro de unos años me gustará hablarlo con mis hijos», comenta con la tranquilidad de quien tiene un plan y, por supuesto, una esperanza ganada a pulso .

Con el recuerdo intacto de cuando estaba sano («me acuerdo todos los días»), la lucha «a calzón quitado» contra Casiano le augura duras batallas que se sustentan en tiempos verbales que durante la entrevista apuntan sin miedo a conjugar el futuro. «Me muero porque me den el alta» , afirma Mirás en la que parece que es la única condición que podría poner para morirse. «Cáncer no es igual a muerte» . Está claro.

Nacho Mirás: «Cualquier capricho es una urgencia»

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