Las Geishas, misteriosas mujeres rodeadas de mitos
Ni son prostitutas ni venden su virginidad. Así es este curioso icono japonés
La popular novela que Arthur Golden publicó en 1997, «Memorias de una Geisha», y que en 2005 llevaría al cine Rob Marshal despertó en mucha gente la curiosidad sobre las misteriosas geishas japonesas.
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Estas mujeres, cuya apariencia evoca debilidad y sensualidad casi a partes iguales, no han dejado casi desde su existencia de estar rodeadas de mitos, mucho de ellos inciertos. La geisha es, sin duda alguna, uno de los más bellos iconos de cuantos dispone Japón. Definidas en la mayoría de los casos como «artistas tradicionales», el concepto se queda corto para explicar todo lo que las geishas esconden tras sus altas alzas y caras pintadas de blanco.
La palabra Geisha proviene de los fonemas chinos «Gei» —arte— y «Sha» —persona— y resulta curioso saber que, al comienzo de su existencia, eran hombres en su mayoría. Artistas que mostraban sus habilidades cantando, bailando, recitando, entreteniendo... Con el paso del tiempo, las mujeres comenzaron a ganar protagonismo y allá por 1800 ya gozaban de cierta importancia, hasta llegar a desplazar por completo al género masculino en el bello arte de la distracción.
La formación de una geisha se inicia en la niñez. Muchas, de hecho, son vendidas para aprender la labor al comienzo de sus vidas. Es en ese momento cuando estas tempranas geishas comienzan a aprender el trabajo desde el primer peldaño: limpian la casa, sirven como criadas y cuidan el hogar. Todas, además, contarán después con una mentora que las ayudará a desarrollar sus talentos, las denominadas hermanas. Aunque el tiempo de aprendizaje puede durar varios años, normalmente a partir de los 21 una geisha es considerada experta o veterana y abandona su condición de Maiko en una ceremonia llamada Erikae, donde el cuello de su kimono pasa de color rojo a blanco.
Falsos mitos
El de la prostitución es uno de los mitos que más ha perseguido a las geishas casi desde su existencia. No es cierto que se dediquen a ello pues cabe destacar que, aunque flirtear entra entre sus muchas funciones, nunca hay sexo entre sus actividades. No obstante, también es cierto que pueden mantener relaciones sexuales con un cliente si así lo desean, aunque siempre fuera de su papel como geishas. Tampoco es cierto que se especule con su virginidad, que en ningún caso se vende a cambio de dinero, otro rumor erróneamente extendido.
Así son
Vestuario y maquillaje son fundamentales para toda geisha, pues son grandes indicativos de en qué fase de su carrera se encuentran. El color de su cara, de hecho, varía en función de si la geisha es aprendiz o veterana. La aprendiz de geisha utilizará una base blanca y color rojo en los labios, pero tras sus primeros tres años de experiencia, modificará el maquillaje para transmitir madurez y veteranía, apagando el tono de su rostro.
En cuanto a su forma de vida, las geishas viven juntas y en comunidad. Basan su vida en la humildad, motivo por el cual perciben una pequeña paga y entregan el resto a la denominada geisha madre, encargada de su educación. Hay, sin embargo, geishas independientes cuyo sustento económico es financiado por clientes que incluso, en algunos casos, deciden casarse con ellas.
Hoy, debido sobre todo a la crisis económica y determinados acontecimientos de nuestra historia, el número de geishas ha disminuido de forma notable y la cifra ronda solamente las 1000, concentradas en su mayoría en Kioto, donde la tradición sigue más arraigada.
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