Los escépticos de las vacunas, un movimiento en auge y sin base científica

Este fenómeno social, que cuenta con grupos organizados en EE. UU., Reino Unido, Brasil e Israel, reactiva enfermedades ya erradicadas

Los escépticos de las vacunas, un movimiento en auge y sin base científica Un

luis ventoso

El fenómeno del movimiento contra la vacunación de los niños es una preocupante tendencia, que cuenta con grupos organizados en Estados Unidos, Reino Unido, Brasil y facciones religiosas de Israel. Los motivos para rechazar las vacunas son a veces ideológicos –desconfianza de los grandes laboratorios-, extremismos religiosos –si Dios nos ha creado con enfermedades, ¿quién es el hombre para contrariar sus designios?- y, sobre todo, apreciaciones seudocientíficas falsas: las vacunas no son seguras, los niños vacunados son más insanos a largo plazo, algunas vacunas han sido retiradas a posteriori por problemas… Se trata de divagaciones carentes de base científica, que han ido a más debido a que algunos padres se confían a lo que cuenta el Doctor Google, en cuyas páginas negacionistas buscan información. En la comunidad científica, el 99% de los encuestados cree en la eficacia de las vacunas y las consideran imprescindibles, según una encuesta recogida en “The Guardian”.

Los movimientos contra las vacunas son muy perniciosos, porque han provocado brotes de enfermedades casi erradicadas, como ha ocurrido en barrios de Estados Unidos con el sarampión. En 1998 en Reino Unido hubo una gran polémica. El científico Andrew Wakefield publicó en la revista médica “The Lancet” que la MMR, la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola, podía provocar en los niños desórdenes relacionados con el autismo. Al año siguiente la vacunación cayó un 20% en Reino Unido. Posteriormente, Wakefield quedó totalmente desacreditado. En 2009 “The Sunday Times” reveló que había manipulado los datos, fue acusado de haber sido sobornado por litigantes con los laboratorios. La mayoría de sus colaboradores en el estudio renegaron de él.

Australia ha batallado contra este problema con un gran acuerdo deontológico de los medios comunicación, que han decidido no dar cobertura alguna a quienes sostienen que las vacunas no son eficaces.

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