Día mundial de la lucha contra el SIDA
La VIH en rose
Una enfermedad del presente, y muy del presente. 7 de cada 100.000 personas en España conviven con un virus que se mantiene bajo el estigma social. «El miedo y el desconocimiento son los peores enemigos», asegura David, portador desde hace seis años. «Pero esta batalla también la estamos ganando»
«Cuando me lo dijeron, fue como si el mundo se derrumbara. Nunca pensé que eso me pudiera pasar a mí». David, de 34 años y de profesión teleoperador, es un apasionado del gimnasio y del fútbol. Una lesión en la rodilla no le permite jugar a este deporte a nivel competitivo, pero siempre que puede se cita con sus amigos para disputar encuentros. Desde hace seis años, además, libra su particular partido contra el VIH. Pese a que ha pasado ya mucho tiempo, todavía no puede olvidar aquella tarde en la que en una rutinaria prueba le detectaron la infección. «Acudí a una asociación para hacerme el test como había hecho otras veces. Solía ir una vez al año porque era lo que recomendaban. Las primeras veces iba bastante nervioso, pero aquella tarde estaba relajado. Era una más». Sin embargo, el resultado no fue el esperado: positivo. «Recuerdo perfectamente el cambio de semblante del técnico que me hizo la prueba. En ese momento, sin que él me lo hubiera dicho todavía, entendí lo que acababa de pasar. Y me puse a llorar».
Un 46,6% de los nuevos diagnósticos en 2013 se realizaron tardíamente
A pesar de los avances en los tratamientos y en las campañas y políticas de prevención, el número de diagnóstico de casos de VIH en Europa está en progresión ascendente . Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo en 2013 se produjeron 136.000 nuevas infecciones en Europa y Asia Central, lo que representa un incremento de un 80% con respecto a 2004. Actualmente, se estima que 7 de cada 100.000 habitantes están infectados en España. En nuestro país, además, alarma el número de diagnósticos tardíos. Los datos presentados por el Ministerio de Sanidad muestran que un 46,6% de los 3.278 nuevos casos que se detectaron en nuestro país en 2013 se realizaron con excesivo retraso.
«Para mí fue un mazazo tremendo. Nunca había pensado en cómo podría ser mi vida con el virus. Eso del sida les pasaba a otros», admite David, que permaneció el resto de aquella tarde en el centro. «Primero me tranquilizaron, me explicaron más cosas sobre la enfermedad y los procedimientos médicos. Me aferré al contraanálisis como tabla de salvación, aunque el propio técnico me dijo que era poco frecuente que diera negativo. Cuando salí del centro, recuerdo que aún hacía sol porque era verano. La gente hacía su vida normal, pero yo volvía a casa queriéndome morir». La reacción de David es habitual entre las personas que reciben tan temido diagnóstico, como así lo corrobora Mario Blázquez, que realiza pruebas de VIH en la asociación COGAM . «Manifiestan desde deseos patentes de suicidio hasta miedo, tristeza, ira, culpabilidad o vergüenza. Nada fuera de lo normal cuando uno recibe una mala noticia». Para él, es evidente que la tasa de infección está aumentando, pero los motivos van más allá de una cierta relajación a la hora de usar protección en las relaciones sexuales. «Por culpa de la crisis, las ONG's están recibiendo menos dinero y eso les obliga a promover menos campañas de prevención. Además, se ha creado la imagen de que la infección por VIH esta superada al considerarse una enfermedad crónica y no mortal».
El VIH como estigma social
Gabriel J. Martín es psicólogo y experto en gay affirmative psychology . A su consulta llegan muchos pacientes que acaban de recibir un resultado positivo en el test del VIH. «Suelen llamarme para superar el shock que éste suele provocar o bien cuando deben enfrentarse a alguna dificultad relacionada con la infección. Normalmente, vienen bastante deprimidos y con mucha ansiedad». Para él, hay muchos otros factores que pueden explicar el repunte de casos. «Estamos presenciando el afloramiento de lo que se denomina 'epidemia oculta', que consiste en que hay personas que ignoran que tienen el VIH y que, al hacerse la prueba, dan positivo. Por otro lado, los jóvenes de ahora no vivieron los 'años del sida' y no han crecido con el temor tan grande que los mayores tenemos a las prácticas desprotegidas. A eso, hay que añadir que la educación sexual en nuestros colegios, institutos y en las propias familias es insuficiente».
«Mi madre pensaba que me iba a morir en pocos meses»
En su consulta, Gabriel recomienda a los recién diagnosticados que se despojen de sus propios prejuicios. «Alguien que tiene VIH no es ni mejor ni peor que alguien que no lo tiene. Si lo que preocupa es una posible transmisión, hay que recordar que empleando sistemáticamente el preservativo en las relaciones sexuales no hay riesgo. Hoy, además, contamos con evidencia de que una persona que está en tratamiento antirretroviral eficiente no puede transmitir la infección, así que la diferencia no está en el hecho de tener VIH sino en el estigma: la connotación social negativa que tiene el hecho de convivir con el virus. Mucha gente lo siguen conceptualizando como un castigo, como una consecuencia moral. Y esto es absurdo».
A día de hoy, muy pocas personas conocen el estado serológico de David. «Lo sabe un círculo de amistades muy reducido y mi madre, a la que nunca le podría ocultar algo así. La pobre no entendía nada cuando se lo dije y pensó que me iba a morir a los pocos meses. Hay mucho desconocimiento en torno al virus y, sobre todo, miedo. Cuando te informas bien, descubres que hay muchos mitos y que las cosas son más sencillas de lo que parecen». La incomprensión social empuja a los portadores del virus a ocultar su situación aun a riesgo de que sea el propio sistema sanitario el que revele su situación. «Cuando una persona es diagnosticada como positiva, algo que sólo se puede hacer en un centros médico, el doctor está obligado a declararlo. La administración elabora un complicado código alfanúmerico para salvaguardar el anonimato, pero el hecho de que pueda aparecer en el expediente médico del paciente su condición de seropositivo no siempre garantiza la confidencialidad del paciente», alerta Mario. En España, por ejemplo, un portador del virus cuenta también con importantes restricciones laborales: no se le permite trabajar como policía, guardia civil o vigilante en centros penitenciarios. Además, en Andalucía y Madrid, ni siquiera pueden ejercer como taxistas.
El amor, bajo la sombra del virus
Pero para David, el gran problema llega en el momento en el que ha de comunicárselo a una posible pareja. «Cuando conoces a alguien que te gusta mucho y crees que puede surgir algo bonito, llega el momento de las dudas. Es difícil decirlo, porque tienes miedo de que te rechace o que crea que le has estado engañando durante todo ese tiempo. Y, por desgracia, no siempre las cosas salen bien», admite. «Algunas personas a las que se lo he dicho han cortado conmigo inmediatamente e incluso una tuvo problemas serios para concentrarse en la cama una vez que lo supo por miedo al contagio. Pero también hay muchas otras personas que lo asumen sin problemas y hasta me echan la bronca por haber tenido tanto miedo a la hora de decirlo. Pero no es nada fácil».
«Tener VIH no está ni entre las diez cosas más importantes que me han pasado»
El psicólogo Gabriel considera que las principales dudas en las parejas serodiscordantes tienen que ver con la transmisión y, resueltas éstas, no hay diferencias significativas respecto de las parejas seroconcordantes. «Decirle a alguien que tienes VIH no suele resultar sencillo y requiere mucha asertividad y preparación personal. Yo aconsejo tres pasos: ser selectivo para evitar problemas con serofóbicos, elegir el momento adecuado y hablarlo con asertividad y naturalidad. De cualquier modo, un posible ligue de una noche no tiene por qué saberlo: basta con tomar medidas y punto. Sólo es pertinente compartirlo con personas con quien tienes una relación auténtica».
«Tener VIH ha marcado mi vida, pero también puedo decir que no está ni entre las diez cosas más importantes que me han pasado», cuenta David, que sólo admite cierta tristeza cuando recuerda el posible momento de la infección. «Sé cuándo y con quién fue. Pequé de confiado. Pero este partido lo sigo jugando». Es entonces, cuando David sonríe y le vuelve a salir la vena «futbolera». «El VIH me marcó el primer gol, pero yo le voy ganando por goleada».
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