Desesperada petición de ayuda desde la «zona cero» del brote de ébola
Las autoridades sanitarias de Sierra Leona alertan de su situación médica y económica
Al sierraleonés Fulli Scallon le duele la cartera. «Tienen que respetar nuestra dignidad. Estamos en “guerra”, pero no podemos sobrevivir a cualquier precio», destaca en conversación telefónica con ABC. Su cuadro de síntomas comienza a ser habitual entre aquellos que se ven obligados a lidiar cada día con la epidemia de ébola que azota el oeste de África.
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Esta semana, los equipos de enterramiento de Sierra Leona anunciaban su vuelta al trabajo después de una masiva huelga protagonizada por este colectivo por el impago de sus salarios. El paro laboral, pese a prolongarse solo durante una jornada, de martes a miércoles, provocó la acumulación de cadáveres en las calles.
Cien dólares semanales
Y en el cementerio de Kenema , al este de Sierra Leona, donde cada día acude a trabajar Scallon junto a su hermano, la cuestión es de vida o muerte. Solo en este distrito se han producido 431 casos de ébola. Los menos afortunados acabarán con su piel y huesos aquí, transportados por equipos de recogida de cadáveres que no cobran más de cien dólares a la semana. No obstante, en esta colina de barro, la batalla por la vida aún debe continuar; y el papel de Scallon en ella es mayúsculo.
Se estima que cerca de la mitad de los nuevos contagios están relacionados con los ritos de sepultura y las prácticas funerarias. Sobre todo, debido a la costumbre de lavar y besar los cadáveres, altamente contagiosos, antes de su enterramiento. «Debemos trabajar de forma conjunta con las autoridades religiosas para que podamos enterrar los cadáveres de forma segura y respetando además nuestras soluciones», reconoce Scallon, quien forma parte de un equipo compuesto por media docena de personas. «Hay que concienciar a la gente de que no toque a los enfermos ni a los muertos hasta la llegada de los especialistas», añade. En este sentido, el sepulturero denuncia que compañeros suyos han tenido picos de trabajo en los que se llegó a enterrar una veintena de cadáveres en un solo día.
Amenaza de huelga
Y con más de 8.300 casos y 4.000 muertes registradas al oeste de África, la faena se acumula no solo en Sierra Leona. Para muestra, un botón. Antes del inicio de la crisis, los equipos de enterramiento en Liberia eran seis, ahora son 54. Aunque el incremento numérico no quede revertido por igual en los salarios: como amenaza George Poe Williams, secretario general de la asociación de trabajadores sanitarios de Liberia (Nahwal), si continuara la actual situación los equipos de entierro podrían iniciar una huelga en los próximos días. ¿Su objetivo vital? Lograr que cada trabajador reciba unos emolumentos cercanos a los 700 dólares al mes. Una cantidad que parece más que ajustada por jugarse el pellejo cada mañana.
«El salario de los sanitarios en la región es muy bajo; además, nuestras familias no reciben ninguna compensación cuando uno de nosotros es víctima de la enfermedad. Eso provoca que aquellos que se encuentran en primera línea del brote estén desmotivados», reconoce el propio secretario de general de la Nahwal.
Precisamente, la crítica situación de los jornaleros de la salud camina de forma exponencial al avance de la epidemia. Desde el inicio de la crisis, más de 400 contagios se han registrado entre el personal sanitario de la «zona cero» del brote, así como se han producido 232 muertes.
Por ello, el presidente de Sierra Leona, Ernest Bai Koroma, ya ha anunciado que su país necesita de forma urgente 750 médicos y 3.000 enfermeras. Ante este grito desesperado de la región, en los últimos días el Gobierno de Cuba comunicaba el desplazamiento a la zona de hasta 300 nuevos miembros de su personal de salud. Curiosamente, la respuesta médica de socios históricos del continente como China, India y Rusia, se ha mostrado hasta el momento demasiado conservadora en el plano económico y humano.
«¡Necesitamos ayuda urgente ya!», grita al otro lado del hilo telefónico el enfermero Michael Kone. Se puede decir más alto, pero no más claro. Para Koane, igual de dañino que la enfermedad está resultando el miedo al virus o «ebolafobia». «Llevamos meses lidiando con este problema y las fuerzas psicológicas comienzan a desfallecer, no solo entre los familiares y afectados, sino también entre el personal de las clínicas», destaca el sanitario.
Un leve vistazo a las cifras refrenda las palabras de Kone. Según el Atlas de la Sanidad Mundial, publicado recientemente por la Organización de la Salud, en la vecina Liberia, el número de médicos por cada 10.000 habitantes es de 0.1 (en España, de 37). Y eso, teniendo en cuenta que estas cifras son un promedio entre 2006 y 2013. Por ejemplo, antes de que se desatara la epidemia, el número de galenos liberianos apenas era de 250, para una población cercana a los cuatro millones. En virtud de la crisis, el propio ministro de Defensa del país africano, Brownie Samukai, reconocía que el brote de ébola ya «amenaza la existencia nacional» de Liberia.
Pero para entender lo dantesco de la situación, basta tirar de hemeroteca: el pasado 4 de abril, la máxima autoridad médica de Liberia, Bernice Dahn, reconocía a este diario sus temores de que la epidemia de ébola que se había iniciado en Guinea Conakry hubiera logrado cruzar la frontera hacia su país. Se trataba entonces del primer posible caso.
Apenas seis meses después de sus palabras, en Liberia se han producido 4.075 contagios, con 2.316 muertes. Más concluyente aún resulta que la propia Bernice, máxima autoridad local frente a la crisis de ébola, se encuentre en los últimos días en cuarentena, después de que su asistente contrajera el virus. No obstante, ayer la jefa médica liberiana aseguraba a ABC que se sentía «bien y agradecida».