Así son los voluntarios que mueven Cáritas
En solo un año, esta institución de la Iglesia sumó 8.000 nuevas personas que donan parte de su tiempo para ayudar a los demás
En solo un año, esta institución de la Iglesia sumó 8.000 nuevas personas que donan parte de su tiempo para ayudar a los demás
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Una solidaridad que crece
Para muchos españoles, Cáritas se ha convertido en un miembro más de sus familias. Algo mucho más valioso que una ayuda económica para pagar el alquiler o la posibilidad de tomar una comida caliente al día. "Cáritas es un lugar de especial acogida y acompañamiento a las personas", recordaba hace unos días su secretario general, Sebastián Mora, durante la presentación de la memoria de actividades 2013.
Ese sostén material, espiritual y afectivo lo hacen posible los 4.171 personas que trabajan para la institución, pero sobre todo sus más de 78.017 voluntarios. En solo un año, el número de ciudadanos que se acercaron a Cáritas para colaborar desinteresadamente creció un 10% (7.788 personas).
Para el responsable de Voluntariado, Emilio López Salas, la razón principal de esta subida es "la situación social que tenemos en España". "La realidad nos llama a gritos a comprometernos. Por eso el hecho de que se incremente el número de personas que quieren colaborar es normal", asegura a ABC.
La mayoría de los voluntarios de Cáritas son mujeres (70%) y con una edad media de 55 años. Además es "un voluntariado muy estable y con una gran continuidad", señala Salas, quien añade que no es raro encontrar personas que llevan muchos años colaborando con la institución.
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«Hay que evangelizar con el ejemplo»
Juan Parada lleva muchos años jubilado, pero considera su voluntariado en Cáritas como "un trabajo". A sus 63 años, este militar retirado asegura que tiene "afán de servicio". Por eso no cuenta las horas que pasa a diario en el Centro Social "Padre Cruceyra" en Algeciras. "Tengo a veces peleas con la familia por la cantidad de horas que paso aquí", confiesa a ABC.
Abuelo de cuatro nietos y casado desde hace 39 años, Juan asegura que "muchas veces cuando a uno le sobra cuatro euros es fácil donarlo pero no pasa lo mismo con el tiempo libre porque uno lo quiere aunque sea para perderlo".
No es el caso de este hombre que lleva 14 años colaborando en este centro en el que dan de comer a diario a más de 140 personas, además de atender muchas otras necesidades. En la zona hay "mucha probreza", comenta, porque la ciudad está "a dos pasos de la frontera con África".
"La gente que no encaja en otros sitios viene aquí porque acogemos a todo el mundo. Ex presos, personas mayores, en paro, sin techo, con problemas mentales", señala. Pese a las grandes necesidades que ve a diario Juan no pierde las esperanzas ni el optimismo. "Me siento tremendamente gratificado de poder ayudar. Hay que evangelizar con el ejemplo".
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«Queremos dar gratis lo que hemos recibido gratis»
Isabel Merchan y Mercedes Sanz de Garnica no se conocían de antemano, pero las tardes que dedican a colaborar en el Centro Educacional del Menor, en la plaza del Conde del Valle Suchil en Madrid les ha granjeado una entrañable amistad.
Maestras y jubiladas, Isabel y Mercedes "destacan que cada uno tiene su forma de ser por lo que es importante el respeto entre los voluntarios para poder trabajar en equipo". Y eso justamente es lo que han conseguido estas mujeres, que cada jueves se reúnen en este centro, junto a otras cinco personas, para acompañar a un grupo de 50 niños de ente 4 y 16 años que de otra forma "se quedarían solos en casa porque sus padres están buscando trabajo".
Además de darles la merienda y jugar con ellos, también les ayudan con sus deberes. "Es mucho más que cuidarles. Les enseñamos habilidades sociales y hábitos sencillos de la vida cotidiana, como lavarse las manos antes de comer y levantar la mesa", comenta Mercedes. En total, 60 voluntarios se reparten la tarea entre los cinco días de la semana.
Entre las muchas organizaciones que llevan adelante proyectos para atender las necesidades de las familias golpeadas por la crisis económica, Isabel destaca Cáritas . "Para mí su labor es fundamental. Aquí hay una tarea importante y necesaria", añade esta maestra de 61 años especializada en educación especial.
Ambas coinciden en que el voluntariado es "una forma de devolver gratuitamente todo lo que uno ha recibido también de forma gratuita". "Nosotros les damos nuestro tiempo --comentan-- pero ellos nos enseñan mucho. Es un dar y un recibir".
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«Al principio era la necesidad de hacer algo útil»
Las tardes de María del Mar de Oña son muy entretenidas, sobre todo la de los martes y los jueves. Son los días que esta profesora de Inglés de la Escuela Oficial de Idiomas dedica a dar apoyo escolar a un grupo de niños, cuyos padres participan en los programas de búsqueda de empleo de Cáritas y no pueden cuidarles.
"Al principio era la necesidad de hacer algo útil por los demás pero ahora esa tarea tiene un rostro, te encariñas", explica esta joven de 39 años, que colabora en Cáritas desde julio de 2011.
Los niños llegan al centro sobre las cinco de la tarde y se van a las siete y media. En esas horas, María del Mar les ayuda con los deberes, hacen ejercicios para afianzar la escritura y repasan la lectura. Para ella, su trabajo en esta institución es "un signo de esperanza". "En Cáritas, la gente no tiene la sensación de que todo está perdido sino todo lo contrario, piensan que siempre se puede hacer algo".
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«Hay que dar el tiempo a quien lo necesite»
A sus 65 años, Manuel Murillo es el "help desk" de Cáritas diocesana de Getafe. Cualquier problema que surga con alguno de los ordenadores de las 98 Cáritas parroquiales que hay en la diócesis, le llaman a él. Será porque gran parte de su vida laboral la ha desempeñado como responsable del departameno de Informática de Peugeot. "Todas las tardes me pongo el ordenador delante y la televisión en frente. Siempre hay gente que está trabajando en alguna parroquia y tiene algún problema con la base de datos o cualquier otra duda", asegura.
Padre y abuelo, Manuel dice "que mejor estar entretenido que no hacer nada". "Los que tenemos fe --señala-- creemos que la vida es un regalo por lo tanto nuestro tiempo lo tenemos que regalar también, hay que dárselo a quien lo necesite". Y así lo hace desde el año 2011 que empezó a ayudar en Cáritas en la gestión informática y como profesor en algunos módulos de formación para el empleo.
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«Aporto un granito más al montón de arena»
Para Carlos Vidal ser voluntario no tiene mucho misterio. Solo se trata de "aportar un granito más a un montón de arena". A sus 18 años, este estudiante de Administración de Empresas y Marketing en la Universidad San Pablo-CEU la experiencia es "más que agradable".
Desde hace apenas una semana, colabora en un Centro de Educación del Menor en la plaza del Conde del Valle Suchil en Madrid. Allí le da de merendar a los niños de entre 3 y 7 años y luego se los lleva al parque, para que jueguen. "Con todo el tiempo que tengo ¿por qué no dedicar un poco de horas a hacer algo de provecho?".
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«Para ellos es como si fueras alguien de su familia»
Cuando José Antonio Sánchez se casó con Carolina hace diez años decidieron "hacer algo en común" y a propuesta del párroco terminaron de voluntarios en Cáritas. Desde entonces este matrimonio, que tiene ahora tres hijos, no ha dejado de colaborar con esta institución de la Iglesia.
Desde hace cuatro años, José Antonio trabaja concretamente en el programa "Café y Calor", que todas las noches lleva alimentos y bebidas a las personas que viven en las calles de la Línea de la Concepción, un municipio perteneciente a la comarca del Campo de Gibraltar, en la provincia de Cádiz. Para este trabajador social y policía, su experiencia de voluntariado es «super apasionante porque ellos te aportan mucho más ya que son personas muy agradecidas».
"El café es solo un pretexto para acercanos", explica José Antonio, ya que la labor asistencial es la primera parte de todo el proceso. Una vez que se establece el contacto con estas personas sin techo se trabaja con ellos a nivel de promoción social. «Les recibo en un despacho y hacemos un servicio más personalizado. Buscamos vías para ayudarles a salir de esa situación de exclusión, muchas veces les ayudamos a legalizar sus situación en España o les tratamos de sus enfermedades», precisa. «Para esta gente que acompañamos a diario --añade-- es muy importante que alguien se ocupe de sus necesidades. Lo sienten como si fueras alguien de su familia».
En la familia de Carolina y José Antonio todos son voluntarios. Incluso sus pequeños hijos de 9, 8 y 4 años. "A veces les pido que me ayuden a colocar en las bolsas todo los elementos que lleva el kit sanitario: cuchillas de afeitar, colonia, peines, gel", asegura este joven, cuya solidaridad «es una cuestión de fe».