crisis del ébola en españa

La auxiliar de enfermería pudo contagiarse al quitarse el equipo de protección

Los expertos apuntan al momento de desvestirse como el más delicado del procedimiento sanitario y vía más probable de contagio del virus

La auxiliar de enfermería pudo contagiarse al quitarse el equipo de protección reuters

alejandro carra

Cuando España se convirtió en el primer país de Europa en abordar el tratamiento clínico dentro de sus fronteras de un contagiado por ébola, virólogos e infectólogos dejaron muy claro que lo más importante para minimizar riesgos era contener el virus y evitar el contagio entre el personal sanitario que atendiese. Pero algo ha fallado.

Las medidas de precaución que se tomaron en el hospital Carlos III de Madrid superaban incluso las recomendaciones de la OMS para abordar el tratamiento de este virus tan peligroso. De hecho, tanto a Miguel Pajares como a Manuel García Viejo, los dos religiosos españoles repatriados a España desde África por haberse infectado con la enfermedad y que desafortunadamente fallecieron, se les aisló en habitaciones con esclusas de presión negativa para evitar que el virus pudiese salir accidentalmente. Aunque el virus del ébola no se transmite por el aire, se optó por esta medida extraordinaria y se instalaron también aparatos de telemetría y videocámaras para minimizar al máximo el contacto con los pacientes infectados. Incluso los trajes que usaban cada vez que se entraba a atender al paciente eran destruidos por una empresa homologada para tratar este tipo de residuos sanitarios. Y aún así, el ébola ha conseguido salir de la planta sexta del Carlos III.

Desde los sindicatos profesionales recuerdan que ya avisaron con Pajares de que el riesgo estaba en la dificultad de trabajar con los trajes y en la falta de experiencia de quienes tenían que asumir unos protocolos de seguridad para ponérselos y quitárselos extremadamente estrictos. Paradójicamente, fueron el personal de limpieza y los auxiliares de enfermería, los trabajadores con menor cualificación del equipo que atendió a los dos infectados, quienes asumieron el mayor riesgo al ser los encargados de manipular físicamente a los pacientes y también de retirar el material contaminado. Y ahí es donde los expertos, siempre trabajando sobre hipótesis, encuentran el eslabon más débil de la cadena de seguridad, excluyendo fallos en las barreras físicas de contención.

José Antonio Pérez Molina, infectólogo del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica ( SEIMC ), deja claro desde el primer momento de la conversación con ABC que la SEIMC no tiene datos concretos sobre este contagio secundario y, por lo tanto, sus valoraciones deben tomarse desde la perspectiva de las hipótesis. Pero en cualquier caso resalta que «hay un momento muy complicado de toda la secuencia de tratamiento de un paciente de ébola, y es el de quitarse el traje de protección después de haber tratado a un infectado».

El ébola no se transmite a través del aire, como la gripe, y por ello se reduce sustancialmente su capacidad para saltar de una persona a otra. Es necesario que haya contacto directo con las secrecciones de una persona que ya esté desarrollando la enfermedad para que haya contagio. Y en este punto insiste otra vez Pérez Molina, aportando un dato tranquilizador: «los pacientes asintomáticos no contagian la enfermedad. Durante los tres primeros días del contagio, ni siquiera se puede detectar la enfermedad en los análisis porque no hay viremia, no hay presencia de virus en sangre. Solo cuando comienzan los vómitos, las diarreas y las hemorragias se dispara el riesgo».

Realizar bien la trazabilidad del virus

El problema es que si bien el ébola no se trasmite por el aire, sí que tiene la capacidad de ser resistente al medio ambiente. Es capaz de permanecer en una superficie infectada durante varios días esperando que alguien la toque y después se lleve la mano hasta una mucosa. Ni siquiera puede atravesar por sí solo la barrera de la piel -si no hay heridas- o resistir un simple lavado de manos con agua y jabón. Pero aun así, ha escapado de la planta sexta del Carlos III.

«Ahora, lo importante es realizar bien la trazabilidad del virus. Localizar a todos los que hayan tenido contacto directo con la auxiliar de enfermería y tenerlos en cuarentena hasta que pasen 21 días sin mostrar síntomas», dice Pérez Molina. El problema es que, como reconoció ayer en la rueda de prensa de urgencia convocada por el ministerio de Sanidad el director general de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid, Antonio Alemany, la paciente estuvo «realizando vida normal» desde el 30 de septiembre hasta su ingreso el 5 de octubre porque «la sintomatología era vaga». No solo eso, de las dos ocasiones en las que entró en la habitación de García Viejo, una fue en el proceso final de la enfermedad, cuando la carga viral es más alta... «y después se fue de vacaciones».

La auxiliar de enfermería pudo contagiarse al quitarse el equipo de protección

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