El Papa quiere una Iglesia líder mundial en la prevención de los abusos sexuales

Considera el abuso de menores peor que «un culto sacrílego»

El Papa quiere una Iglesia líder mundial en la prevención de los abusos sexuales reuters

juan vicente boo

El arresto del ex nuncio Jozef Wesolowski -a la espera de juicio en el Tribunal del Vaticano-, ha sido un nuevo ejemplo de “tolerancia cero” ante el abuso sexual de menores. El ex arzobispo polaco es la segunda persona que Francisco expulsa del episcopado y del sacerdocio después del peruano Gabino Miranda. La firmeza está demostrada, pero el Papa apuesta por algo todavía mejor: que la Iglesia pase a ser líder mundial en la prevención de esos delitos.

En cuanto a disciplina, Francisco sigue la línea de Benedicto XVI, quien ya expulsó del episcopado y del sacerdocio en 2011 al canadiense Raymond Lahey, obispo de Antigonish. En sus ocho años de pontificado, Benedicto XVI expulsó del sacerdocio a 848 clérigos por abusar sexualmente de menores. La “tolerancia cero” está consolidada.

La novedad es que Francisco está avanzando rápido hacia un objetivo formulado por Benedicto XVI durante su viaje al Reino Unido en 2010 cuando, por primera vez, se reunió no sólo con víctimas de abusos sexuales sino también con personas que les ayudan a superar las secuelas o trabajan en prevenir esos delitos.

El Papa alemán planteó un reto a los obispos: “compartir las lecciones que habéis aprendido”, iniciando, con “espíritu de humildad y compasión”, una actividad de ayuda “hacia niños que sufren abusos en otros lugares”. La Iglesia, referente mundial en atención médica a los pobres y cobijo a personas sin techo, debe serlo también en la prevención del abuso de menores.

Para conseguirlo, Francisco creó en diciembre de 2013 la Comisión de Protección de Menores, que volverá a reunirse en Roma el 4 de octubre. El Papa quiere “que sea un ejemplo para todos los que promueven el bien de los niños”.

Marie Collins, una víctima

Por la calidad de sus ocho miembros, es la mejor del mundo. De las cuatro mujeres, dos son especialistas en ayuda a las víctimas: la baronesa británica Sheila Hollins, antigua presidenta del Real Colegio de Psiquiatras y de la Asociación Médica Británica, y la psiquiatra infantil francesa Catherine Bonnet, represaliada por denunciar la extensión del problema. A su vez, la experta en el área jurídica es nada menos que Hanna Suchocka, ex primer ministro de Polonia y antigua embajadora de su país ante la Santa Sede.

Pero la presencia más significativa es la de Marie Collins, madre de familia irlandesa, víctima de abusos sexuales a manos de un sacerdote cuanto tenía 13 años y estaba internada en un hospital. El abuso trajo consigo depresiones casi continuas pero, al cabo de 27 años, se atrevió a denunciarlo, llevó ante la justicia a su agresor, y después le perdonó.

Entre los varones hay tres expertos: el jurista italiano Claudio Papale, oficial de la “fiscalía” de la Congregación de la Doctrina de la Fe; el psicólogo jesuita alemán Hans Zollner, director del Centro de Protección del Niño creado conjuntamente por la Universidad Gregoriana y la de Ulm; y el jesuita argentino Humberto Miguel Yáñez, director del Departamento de Teología Moral de la Gregoriana.

El “motor” del grupo es el cardenal Sean O’Malley, protagonista en Boston de la limpieza más espectacular en una diócesis católica . El sencillo fraile capuchino se ofreció a hablar personalmente con más de dos mil víctimas y llevó una docena a la nunciatura de Washington en 2008 para el primer encuentro de ese tipo con el Papa Benedicto XVI.

El secretario de la Comisión es otro “peso pesado”: monseñor Robert Oliver, que ha sido “fiscal” de la Congregación de la Doctrina de la Fe durante dos años, después de trabajar nueve con el cardenal O’Malley en la limpieza de la diócesis de Boston.

Daño causado

Aunque las denuncias por nuevos abusos han caído en picado, Oliver prefiere no cantar victoria pues “muchas personas no son capaces de revelarlo hasta 10,15 ó 20 años más tarde”. Y aconseja prudencia: “Podemos asumir un papel de liderazgo en la protección de menores, pero sin ningún orgullo. Tenemos que hacerlo de modo humilde, reconociendo el daño causado”.

La tarea de investigar y castigar a sacerdotes y obispos sigue en manos de la Congregación de la Doctrina de la Fe, que recibe unas 30 denuncias al mes. A su vez, la Comisión de Protección de Menores aconseja al Papa y al episcopado universal en las mejores prácticas de selección de personal, descubrimiento de síntomas de abuso, mecanismos de supervisión, etc.

Según el cardenal O’Malley, “aumentaremos la sensibilidad de todos respecto a las consecuencias de los abusos sexuales, de no escuchar, no informar de sospechas de abuso y no ayudar a las víctimas y sus familias”. Se proponen crear una “cultura de la responsabilidad”, que incluye la de los obispos a la hora de parar los pies a los abusadores.

Desgraciadamente, los abusos cometidos por sacerdotes son sólo “la punta de la punta” del iceberg de un problema extenso y ocultado en casi todos los países. El presidente Obama ha dado la alarma sobre los abusos en universidades americanas, pero la “escena del crimen” suele ser otra. La especialista Diana Russell tiene muchos datos al respecto.

En Estados Unidos, un cuarto de los chicos y un tercio de las chicas sufren abusos sexuales antes de llegar a la mayoría de edad. Según el FBI, se denuncia menos del diez por ciento, pues la mayoría tienen lugar en la propia casa. Hay países mucho más peligrosos. Según el gobierno de New Delhi, el 50 por ciento de los menores de la India sufren abusos sexuales.

Las víctimas, en la casa del Papa

Si Benedicto XVI inició la costumbre de reunirse con víctimas en sus viajes a algunos países, ahora, el Papa Francisco las recibe en su casa. El primer encuentro con seis personas -tres hombres y tres mujeres procedentes de Alemania, Irlanda y el Reino Unido-, tuvo lugar el 7 de julio. El Papa les saludó la víspera cuando estaban cenando en el comedor de Casa Santa Marta, celebró una misa para ellos y habló en privado con cada persona y un acompañante escogido por ella todo el tiempo que quisieron.

Marie Kane, una irlandesa de 43 años, se llevó como acompañante a su compatriota de la Comisión Marie Collins, también antigua víctima. La señora Kane afirmó que “me sentía muy a gusto hablando con el Papa, que escuchaba humilde y dolorido. Nadie miraba al reloj, y fui yo quien terminó el encuentro”.

El británico Peter Saunders, de 57 años, salió también muy emocionado. Saunders tardó 25 años en atreverse a comentar por primera vez su caso. Pero después reunió valor y fundó la Asociación Nacional de Personas Abusadas en la Infancia (NAPAC).

En la homilía de la misa, el Papa afirmó que el abuso por parte de un sacerdote es “un culto sacrílego, porque esos chicos y chicas le fueron confiados para llevarlos a Dios”.

Francisco les pidió perdón “por los pecados de omisión por parte de líderes de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias de abuso”. Y reiteró la línea anunciada por san Juan Pablo II en el 2002: “No hay lugar en el ministerio de la Iglesia para quienes cometen esos abusos. Me comprometo a no tolerar el daño infligido a un menor por parte de nadie, sea cual sea su estado clerical”. Las parroquias y las escuelas católicas tienen que ser el lugar más seguro del mundo.

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