Redes sociales para talludos
Actualizado:Eres un talludo de internet. Asúmelo. Sin borchorno. Son, somos, millones, cientos de millones. Hay que buscar reglas propias para sobrevivir a una herramienta nueva y ubicua usada con una mentalidad anterior, con educación de papel y cables, con memoria de cintas de vídeo y carretes de fotos.
Es un choque de civilizaciones dentro de la cabeza pero, tras consultar con ningún experto, un intercambio de experiencias y errores puede convertirse en doce consejos para seguir adelante con dignidad.
1) Tu ánimo no le importa a casi nadie: ¿Imaginas que cada vez que alguien te preguntase «qué tal estás» fueras y lo contaras? Pues aplica lo mismo en las redes. Ya sabemos que quieres a tu hijo y tu esposo pero no lo recuerdes constantemente. Tampoco van las indirectas inconcretas del tipo “si la mala gente volara, viviríamos en eclipse perpetuo”. Ofenderá a casi todos menos al que iba dirigida.
2) No etiquetes ni controles a tus hijos. Sabemos que la foto de tu hijo, cuando tenía tres años y se disfrazó de Spiderman, te parece graciosa. Pero sólo lo piensas tú. Si te da un ataque de melancolía y la escaneas ahora que el chaval tiene 19, le destrozas la ciberdignidad. Sucede lo mismo con los mensajes sobre su vida. Deben ser siempre privados. Nada de airear los «come bien», «¿estás enfermo?» o «¡Así me gusta hija, que disfrutes! ese pavo no te convenía». Por la misma razón: la dignidad de los descendientes.
3) Tu perfil es tuyo. No dejes que los niños manden invitaciones para juegos (odiosas) sin parar desde tu muro. Molestan igual. No participes en miles de sorteos. No dejes la privacidad abierta. No mezcles tu nombre y apellidos con los de tu pareja e hijos. No compartas millones de frases de autoayuda con un diseño pésimo (especialmente si son de Bucay o Coelho) ni busques en público a familiares de cuando la Guerra... No, no y no. Ten piedad. Respeto por ti mismo.
4) Comidas y fiestas. No queremos que nadie parezca un glotón ni un borrachuzo. No les fotografíes zampando ni bebiendo. Especialmente irritante es compartir en tiempo real, desayunos, almuerzos familiares, cenas románticas. Piensa como si tuvieras que revelarla (tú sabes lo que significa eso). En frío, horas, días después, piensas si subirla. Si se te olvida, no pasa nada. Nadie tiene mayor prisa por verla. Trata de averiguar, sin terapeuta, por qué la tienes tú.
5) Cuidado con las críticas. En redes es fundamental saber que tus comentarios serán leídos por personas que no opinan como tú y pueden discrepar públicamente. Por lo común, la discrepancia es enriquecedora pero sorprende con la velocidad que se ofende al escribir (no hay tonos ni matices). Cuidado con insultar y categorizar («todos los catalanes son iguales», «mucho rollo pero en Cuba se mueren de hambre» o «todos los rubios me parecen»…). No sólo lo leerá la persona a la que te diriges con ojos inyectados de sangre. Quedas retratado como un imbécil. Toda generalización es un grave error, incluidas todas las de este texto.
7) Nunca metas prisa. ¿Dónde está escrito que un whatsapp, un privado por twitter, incluso un arqueológico SMS deben contestarse en menos de tres minutos, en la hora siguiente? ¿Quién ha dicho que los correos electrónicos, sin mensaje urgente ni contenido laboral o ruego expreso, deben contestarse en la misma jornada? No es ninguna grosería hacer esperar y hay que saber hacerlo. Para las comunicaciones urgentes, recuerda, se avisa por escrito de que se precisa respuesta rápida o está la llamada de teléfono. Por eso nos da un vuelco el corazón cuando se recibe a deshoras o está mal visto no devolverlas.
8) Equiparación de extensión. Nada más doloroso en la vida cibernética que escribir un privado, o un correo, a un íntimo explicándole con 3.000 palabras que la vida no merece la pena desde que Pablo se fue con Sonia (o viceversa) y que conteste: «Ya. Claro. Te entiendo». Nada tan frustrante como tratar de analizar lo que sea en ocho párrafos densos, equivalen a una carta (¿las recuerdas?), y que te devuelvan un 'ok', que equivale a nada. Trata de escribir como te escriben. Si no es pertinente o no quieres, casi mejor no contestar y que todo acabe ahí.
9) El 'ciberapretón'. Un poco de criterio selectivo. Si le das a 'me gusta' o 'favorito' de forma compulsiva y crónica, si respaldas todo, perderás su respeto de forma inmediata. Nadie está de acuerdo, siquiera, con todo lo que dice o publica uno mismo. El aplaudidor de redes, el abrazafarolas, sólo consigue que el receptor de la ovación piense que es un falso grande. Especialmente ofensivo resulta cuando alguien cuelga entradas de blog largas o comentarios extensos, que precisan de minutos, para ser leídos, y alguien le da al pulgar ascendente en décimas de segundo. Ni ha leído ni le importa un pimiento.
10) Nunca obligues a nadie a leer. Si mencionas a alguien en algún tuit o comentario, asegúrate de que le interesa. De lo contrario, le remites forzosamente a un texto que le resbala. Los blogs tienen, además, una pestaña que permiten suscribirse (y recibir cada entrada automáticamente) al que lo desea. Que el autor las envíe sin consultar supone unos problemas psicológicos de inseguridad o petulancia que precisan de atención profesional urgente.
11) Esto no es lo que parece. Los contactos en redes no siempre son amigos, siquiera conocidos. Todos, los mayores más, tenemos a mucha gente querida que no está. Y estamos conectados con gente a la que no queremos. Hay gente interesante (por contenidos que comparte) en la red con la que nunca te tomarías un café y viceversa. Conviene aceptarlo y no picarse cuando alguien te elimina o no te quiere seguir. No es odio. No era amor. No tiene que ver con la amistad. O no forzosamente. Es intercambio de información, gustos, placeres, intereses, textos o imágenes. Nada más. Nada menos.
12) Grupos de whatsapp, no. Pronto serán declarados ilegales, o peligrosos por la Organización Mundial de la Salud. Es imposible que 12 personas tengan ganas de conversar sobre lo mismo, en el mismo tono, en el mismo momento del mismo día. Son armas de destrucción masiva en manos, o pulgares, de ociosos y paranoicos. Tertulias sobre series que odias; avisos falsos de pederastas en el barrio; cotilleo estándar; chistes guarros y reiterativos... Salvo en casos de utilidad práctica temporal son un horror.
Tienen botón de apagado. No te cortes. Estas cosas pasan. Otros muchos tardaron semanas en saber que iPad tenía un botón de apagado. Pero cada vez tendremos que usarlo más, alternar el smartphone, durante un día entero con el Nokia o el Siemens del pleistoceno que conservas para, simplemente, poder llamar y que te llamen, unos pocos. Si no paras, aquí no hay quién viva. Ni tú ni los demás. Hay momentos en que no. Molestarse con alguien porque tarda ocho horas en mirar la pantalla equivale a que alguien no te perdone estar medio día sin atenderla. Lo que uno quiere para sí, que lo quiera para los demás.
P.S: Ya sabes cómo actuar aunque tengas una edad. Si te ha gustado: retuiteas o compartes. Si te parece una completa porquería seguro que puedes enviar un ofensivo comentario anónimo. Es la era de la información, aprovecha.