Un jornalero de Algodonales, diez años luchando por la vida y por la Justicia
La víctima sufrió un accidente en Utrera al cruzarse una mula y lleva una década de pleitos para cobrar una indemnización mientras su salud se consume en una silla de ruedas
Actualizado:El 29 de febrero de 2004, Juan Carretero, alias ‘el Gorrión’, salía de su casa en el pueblo gaditano de Algodonales para viajar a Rociana (Huelva) donde estaba trabajando en la campaña de la fresa. En el último momento decidió marcharse un día antes para no tener que madrugar demasiado la mañana siguiente. Hace once años de aquella decisión y no hay día que no se arrepiente de haberse quedado a pasar la noche junto a su mujer y su hijo pequeño de 13 años.
Sobre las 19.55 horas, cuando circulaba entre Utrera y Los Palacios por la A-362, una mula se cruzó en su camino y no pudo esquivarla. Era de noche y el animal lo vio cuando ya estaba demasiado cerca e impactó en su coche.
A partir de entonces, este gaditano comenzó una carrera por la vida y otra por que se hiciera Justicia. La primera la acabó ganando, aunque las secuelas son muy graves. Juan, que entonces tenía 54 años, era un hombre fuerte y sano, que trabajaba como jornalero. Su buen estado de salud fue fundamental para que pudiera salir con vida del accidente.
«Eso me decían los médicos que si no llego a estar así, no habría sobrevivido». Lo cuenta desde una silla de ruedas, con un 99% de incapacidad reconocida por una tetraplejia derivada de una lesión medular. «Cada vez tiene uno menos ganas de luchar».
A pesar de ese terrorífico parte de lesiones, de los cuatro meses en la UCI y los 19 en total que estuvo ingresado en el hospital Virgen del Rocío, el Gorrión logró salir por la puerta con vida.
Su mujer Josefa Escalona se convirtió en sus manos, en sus pies, en el motor de su vida. Tuvo que dejar su trabajo como cuidadora y encerrarse en su casa. Su rutina diaria comienza a las siete de la mañana y acaba pasada la medianoche. De madrugada toca también levantarse para cambiar de postura y limpiar a su esposo, que no puede ejecutar ninguna acción sin ayuda. De aquella «maldita noche» de febrero se sorprende recordando detalles intrascendentes: «Estábamos viendo la película de ‘Los Otros’ cuando llamó la Guardia Civil a la puerta. Es increíble que me siga acordando de lo que echaban en la tele».
A su marido le cuesta trabajo hablar. Desde hace unos meses está sondado y los alimentos sólidos que consume deben ser triturados. Hace un año y medio le apareció una úlcera en el esófago por el uso de la sonda. Su victoria a la muerte se está complicando y aún sigue librando la segunda batalla, la judicial.
«Mentiras y más mentiras»
Tras producirse el accidente, la Guardia Civil presentó un atestado en los juzgados por posible negligencia en la custodia del animal que cruzó la carretera y causó el accidente. Se inició un procedimiento por la vía penal que acabó en sentencia absolutoria. Los dueños del animal y de la finca donde pastaba denunciaron que le habían robado dos reses el día antes del accidente. «Nunca me han llamado, ni siquiera me han pedido perdón. Desde el primer momento sólo querían quitarse el muerto de encima».
Sin embargo, el mismo juez que cerraba la posibilidad de una condena por negligencia en la custodia, abría la puerta a la reclamación civil. Ésta llegaría, por fin, en 2013 a través de una sentencia que le reconocía el pago de 800.000 euros. Pero no pudo cantar victoria entonces ni tampoco ahora, ya que han transcurrido más de un año y medio y sigue sin ver un euro. Ahora están investigando dónde está el patrimonio de los herederos de aquella finca de la que se escapó la mula. «Yo ya no espero nada porque después de tantos años, ¿qué hemos conseguido?», se lamenta Josefa.
A la mala suerte de las circunstancias que rodearon el accidente se añade que el caso recayó en los juzgados de Utrera, con un retraso crónico en su funcionamiento por la falta de recursos humanos y una creciente litigiosidad. «Imagínate que para pasar el expediente del juzgado nº 3 al nº 2 cuando se abrió la causa civil tardaron nueve o diez meses. Casi un año para que una carpeta cambiara de un despacho a otro que está al lado», señala el abogado de Juan, Fernando Osuna.
Su letrado ha presentado una reclamación patrimonial al Estado por importe de un millón de euros porque once años después la Justicia sigue sin llegar y su tiempo se acaba.