Sierra

David Galmes: «Vivo encarcelado en mi propia casa»

Una enfermedad mantiene a un vecino de Jédula de 40 años encamado y sin poder moverse

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Desde el 28 de diciembre sin ver más luz del día que la que entra por la ventana de su habitación. No ha cometido ningún delito pero la vida le ha puesto en una situación tan complicada que su propio dormitorio se ha convertido en una celda de una prisión improvisada en la avenida Infanta Cristina de Jédula. No sabe nada de financiaciones de partidos, sobres, cursos de formación o infantas imputadas pero, sin embargo, ha perdido su libertad.

David Galmes es un hombre de 40 años que vive condenado por la enfermedad que padece, obesidad súper mórbida. Esta, unida a otras patologías, ya no le permite hacer nada de vida más allá que trasladarse, con muchísimo trabajo, al baño de su domicilio familiar.

Recorrer un trayecto de apenas un metro y medio le lleva casi dos horas y lo tiene que hacer utilizando a su mujer, Raquel, como muleta, y apoyándose en un andador que le ha prestado una ortopedia. En una habitación pequeña pasa sus días con la única compañía de un televisor, su mujer, sus hijas, las visitas de los amigos y algunos aparatos electrónicos que le permiten evadirse en las redes sociales.

Tiene mucha fuerza y empuje para salir adelante, es un hombre curtido en mil batallas, pero reconoce no poder más hasta el punto de que «llego a pensar que para vivir así, mejor no vivir y dejar tranquilas a mi mujer y mis hijas». Raquel, con la mano magullada por lo que le cuesta mover a su marido, lo mira con cara de pocos amigos y le recuerda que ella hará lo posible para que él «pueda volver a respirar el aire fresco de la calle».

Ambos reconocen no ver una solución médica inmediata a su problema, aunque no pierden la esperanza, pero sí que buscan cómo tratar de hacer más fácil el día a día de David.

Con 1,98 metros de altura este hombre pesa 206 kilos, un peso que no parece desmesurado del todo si se tiene en cuenta que ha llegado a pesar 460 kilos. En la charla con la pareja, ambos recuerdan que para trasladarlo al médico han tenido que utilizar a los bomberos, buscar vehículos adaptados y que lo sacaran por los balcones de sus anteriores domicilios.

A pesar de ello, asegura David que «nunca he vivido una situación peor que la de ahora». A sus graves problemas ha unido varias embolias en las piernas y graves problemas de circulación que le han dejado sin poder utilizar prácticamente la pierna izquierda y muy poco la derecha.

Para conseguir poder tener algo de autonomía, poder cruzar el umbral de su casa y poder llegar si quiera a la plaza de la Diputación y visitar a su amigo del quiosco Camacho, David necesita contar con una silla eléctrica adaptada o una pequeña scooter que le ayude a desplazarse. Y ese es el objetivo que se ha marcado la pareja.

Han llamado a muchas puertas, como la de Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Arcos, pero no encuentran respuesta. Desde la Junta de Andalucía, además, lo citan para mayo para valorar si necesita o no esa silla, cosa que resulta evidente con solo verlo, por lo que «vete a saber cuándo nos podrían dar una ayuda, si nos la dieran», destaca Raquel, quien además critica que «nos rechazan todo, ni siquiera nos ayudan a contar con una cuña para que pueda hacer sus necesidades en la cama».

Las puertas se han cerrado en su cara pero ni David ni Raquel están dispuestos a arrojar la toalla. Él lleva meses haciendo llaveros que tratan de vender, a un euro, para financiar los 5.004 euros de la scooter, que según los presupuestos que tienen es la solución más barata y efectiva porque dado su tamaño y su peso no podría valerle cualquier silla. Además, un grupo importante de personas se están movilizando y ya se están pensando en qué iniciativas poner en marcha para poder ayudarle.

La organización de un partido de fútbol, actividades musicales o rifas están en la mente de todos los que quieren echarle una mano. De momento han decidido crear una cuenta corriente donde quien quiera ayudarle pueda hacer un ingreso en efectivo (La Caixa 2100/8515/9101/00/055103). Con los 426 euros de ayuda que recibe la familia ellos no pueden hacer frente a este gasto ni al de los medicamentos, ya que tienen que pagar el 40% de los mismos. Atrás queda cuando rechazó una pensión del Ejército porque «era de la opinión de ganarme la vida con mis manos», destaca David.

Él todavía no se ha resignado a no poder acompañar más a sus hijas al colegio por lo que aseguran que seguirán en la lucha hasta conseguirlo.

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