NAVIDADES FUERA DE ESPAÑA

«¿Y yo qué hago en Londres?»

Cinco jóvenes graduados en Sevilla que tuvieron que buscarse la vida fuera de España, cuentan su día a día en ciudades con culturas y costumbres muy diferentes a las españolas

Selene Sánchez Carretero, periodista, tiene 22 años y trabaja en Londres como niñera ABC

JESÚS ÁLVAREZ

Esa es la pregunta que Marta Diego Casas, de 24 años, graduada en Enfermería, se hace muchos días cuando se levanta: « ¿Y yo qué estoy haciendo aquí? ». Marta es uno de los 2.631 sevillanos que abandonaron España en 2014 , una cifra elevada pero un 33 por ciento inferior a la de 2013. Vive en Londres desde hace un año y medio y no siempre tiene una respuesta. «Algunos días me hago esa pregunta pero otros me levanto sintiéndome feliz y orgullosa de la vida que estoy formando».

Esta enfemera sevillana tiene una cosa clara: « No quiero quedarme en Londres toda la vida». De momento no trabaja como enfermera sino en un pub londinense en el que no le pagan mal y donde acaba de ascender a «manager development » (gerente de desarrollo).

Como otros 20.000 sevillanos desde 2008 , Marta abandonó su ciudad en busca de un mejor futuro laboral. «En tiempos de crisis, no basta con ser bueno, hay que luchar por ser el mejor», dice. La mayoría de estos emigrantes, que tiene entre 20 y 35 años, eligió Londres y distintas ciudades de Francia, Alemania y Estados Unidos , por este orden, para buscar trabajo y mejorar su formación.

Viajar es bonito pero vivir fuera de tu ciudad y lejos de tu familia, de tus amigos y de tus costumbres, lo es menos. Y encontrar un trabajo de lo tuyo no es fácil: menos aún que sea bueno:« Mi primer trabajo como enfermera en Londres fue el peor tiempo de mi vida . Llamémosle mala suerte o que yo descolgué la peor llamada, pero tras dos meses me marché. o me invitaron a marcharme. Pero es que no podía aguantar más », confiesa a ABC, sin querer extenderse más. «No es oro todo lo que reluce y hay que pisar con pies de plomo», añade.

Marta dejó aparcada temporalmente la enfermería y empezó a trabajar en un pub, en el que ha ascendido pronto y logrado un mejor salario, a pesar de lo cual apenas puede ahorrar. La habitación en la que vive le sale por 650 libras al mes (877 euros). «Ahora me estoy encargando de organizar las Navidades », dice.

De Sevilla echa de menos «la Cruzcampo, los picos y el fuet», aunque reconoce que lo que más que añora de su ciudad es a su familia y sus amigos. «El pasado febrero nació mi ahijado y me rompe el corazón en pedazos no estar viéndolo crecer. Lo veo unos días cada dos o tres meses y me doy cuenta de lo rápido que crece y de todo lo que me estoy perdiendo», dice. En Nochebuena es posible que le llueva pero se considera muy afortunada, porque recibirá la visita de sus padres.

«Hay muchas personas que van a pasar la Navidad en Londres sin su familia, así que siempre te unes un poco más a ellos y haces piña, pero yo engo una familia increíble que vendrá a verme», dice. Para Nochevieja, con sus padres ya de vuelta en España, no tiene plan:« Mis compañeros de trabajo en el pub siguen sin comprender bien eso de las doce uvas , pero me van a dejar salir antes para que pueda comérmelas, aunque no sé muy bien con quién», admite.

Periodista y niñera

Selene Sánchez Carretero tiene 22 años. También es sevillana y también vive en Londres. Ella es periodista aunque trabaja de «aupair». « Jamás imaginé que acabaría convirtiéndome en una niñera», dice, aunque admite haber tenido mucha suerte con la familia que le ha tocado. En realidad fue ella la que la eligió porque cuando envió su currículo a una agencia recibió ofertas de trabajo de Irlanda, EE.UU. y China. «Recuerdo los nervios al cruzar el pasillo del aeropuerto, que a mí me pareció eterno, hasta llegar a donde me estaban esperando, con un cartel de bienvenida que decía “Welcome home, Selene ”. Entonces supe que todo iba a salir bien», dice.

Selene trabaja unas 20 horas semanales y cobra unos 600 euros al mes, aparte de comida y alojamiento . Cuando llegó a Londres hace tres meses, pudo hacer unas prácticas no remuneradas en un pequeño periódico local que se publica en español.

—¿Qué es lo que más echas de menos de Sevilla?

—Los ingleses son gente educada, obediente y extremadamente servicial y yo sé que en Sevilla la gente no es perfecta, pero es alegre, viva y no tan gris como los londinenses. En fin, más auténtica. También echo de menos el cielo de color azul de Sevilla. Llevo un mes sin ver el sol, no exagero.

—¿Y qué más?

Un buen plato caliente de lentejas, de garbanzos. Mi abuela dice que ya tiene preparada la olla para cuando vuelva a Dos Hermanas. También echo de menos ir andando a cualquier parte.

—¿Y de la Navidad en Sevilla?

—Para los amantes de las compras Londres es el sitio perfecto . La ciudad está preciosa, con sus pistas de hielo y los villancicos, pero me gusta el sentido de la Navidad en España, que es un tiempo para estar con la familia. Aquí no celebran la Nochebuena y la Navidad termina la noche de fin de año. Y el contacto físico o la calidez familiar es nula. Echo de menos un beso de mi madre o un abrazo de mi hermano.

Selene, como Marta , se ha acostumbrado a conjugar una perífrasis verbal que comparten todos los sevillanos que viven fuera de España, especialmente durante esta fechas: echar de menos. Y como el cambiante tiempo londinense, Selene tiene días buenos y otros no tan buenos.

«Es una sensación que siempre está ahí, pero que no me pesa demasiado . Creo que si no fuera todo lo fuerte que creo que estoy siendo, quizá ya habría tirado la toalla». Y añade:«Yo he visto cómo muchas chicas dejaban este trabajo por una mala palabra o un mal gesto de la familia de acogida o simplemente porque no podían soportar estar lejos de su familia». Ella no se ha rendido: «Me lo he tomado de otra forma y ni mi abuela falta a la cita semanal con Skype. Y mi hermana, con todo lo que nos hemos peleado siempre, no deja de enviarme mensajes al móvil».

Publicista y niñero

Jorge Caballero Jiménez , de 25 años, nació en Córdoba pero se graduó en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad de Sevilla. Llegó a Hilversum (Países Bajos) en marzo de este año tras caer en una depresión por las precarias condiciones laborales que sufría en España y un desengaño sentimental. Pronto consiguió alojamiento y comida gratis a cambio de pintar un barco y luego encontró trabajo en Rotterdam, en uno de los mayores «call center» de Holanda. Más tarde optó por trabajar como «aupair» a cambio de 400 euros, un curso de inglés y gastos pagados. Cuida de Tijmen y Jasmijn durante la semana y los fines de semana trabaja en un restaurante de cocina española en el que él es, curiosamente, el único español.

—¿Qué cosas de Hilversum te recuerdan a Sevilla?

—Todas las ciudades holandesas tienen en común con Sevilla los carriles-bici y los mercadillos donde la gente grita el precio de sus productos, pero echo de menos buscar la sombra o ir vestido como una cebolla y quitarte capas porque te mueres de calor.

Jorge también añora los bares de tapitas abiertos hasta las tantas y las sobremesas interminables. Y echa de menos no poder comer dos veces al día. «En lugar de almuerzo, aquí se toma un pequeño sandwich l par a quitarte el hambre antes de la cena a las 18,30», lamenta. No obstante, reconoce que la Navidad holandesa es divertida. «Aquí el día más señalado es la fiesta de San Nicolás, en holandés Sinterklaas . La televisión pública hace un noticiero especial para los más pequeños contando la historia de Sinterklaas, que viene de España en barco con regalos que transportan él y sus ayudantes, llamados “pedritos”, en su caballo Amerigo. Lanzan galletitas».

Jorge explica que «en los días previos a la fiesta, los supermercados se llenan de estanterías cargadas de letras de chocolate, galletas y mazapán y se canta una canción en la chimenea. También se deja en los zapatos comida para el caballo que a la mañana siguiente aparecen llenos de monedas de chocolate». Entre los mayores —añade— «se reparten regalos que se acompañan de poemas escritos en tono de humor».

A 5 grados bajo cero

Este graduado en Publicidad , que reconoce haberse convertido en un experto en hacer quedadas por Skype, añora el sol. «En Holanda se valora cada momento de sol para salir a disfrutar de la calle. Los holandeses también son un poco gritones como nosotros en los bares», dice. Esta Navidad echará de menos «el puchero calentito de mi madre» y las lentejas y la carne con tomate de mi padre».

Todos los sevillanos y españoles que uno se puede encontrar en Londres o los Países Bajos (Marta dice que « siempre da alegría encontrarte con ellos pero muchas veces hay que salir un poco de eso») escasean en Vancouver , donde vive desde el 8 de octubre Guillermo Caparrós Caballero , de 22 años, graduado en Periodismo. Sus amigos son suizos, brasileños, surcoreanos, japoneses y canadienses. «Aquí hay pocos sureños y menos aún sevillanos», dice. Hace demasiado frío. Las mínimas en esta época no superan los 5 grados bajo cero.

—¿Qué es lo mejor de Vancouver?

—Aparte de su mecla de razas y de que pertenece a uno de los mejores países del mundo para mi gusto, Canadá, lo mejor es el respeto de la gente, su educación y su simpatía, aunque cada uno va a su bola. Se ven mujeres policías árabes con el pañuelo o indios con sus turbantes . Lo menos bueno es el tiempo.

Guillermo está estudiando inglés avanzado y piensa iniciar un master. Comparte piso con una pareja de surcoreanos y un japonés. Paga por su habitación 800 dólares canadienses (523 euros) y se gasta 134 en transporte.

«En Vancouver la Navidad es muy bonita y americana. T odas las casas, rascacielos, cafés, restaurantes e incluso coches están decorados; pero una de las cosas que más echo en falta aquí son las castañas asadas por cada esquina de la avenida de la Constitución», comenta. A Guillermo le gustaría «poder ir a comprar fruta a la frutería y carne a la carnicería; y poder tapear por apenas 10 euros», dice. Sus padres le han regalado un billete de avión para poder pasar los Reyes en España. «Tengo muchísimas ganas de volver y ver a mi familia y a mi novia pero tengo que aprovechar esta oportunidad que me han dado mis padres», dice.

Polonia y Ucrania

Sergio Froufe , un sevillano de Dos Hermanas que tiene 25 años y una doble licenciatura en Derecho y Administración y Dirección de Empresas por la Pablo de Olavide, vive desde hace 7 meses en la ciudad polaca de Lodz . Terminó sus estudios, pero no logró un contrato de trabajo pese a participar en cientos de procesos de selección. Empezó a echar currículos en el extranjero y le aceptaron en una empresa de «outsorcing» («externalización») como agente de atención al cliente por unso 800 euros «limpios» al mes.

Ahora trabaja de analista de crédito senior por 1.025 euros en otra compañía, que se le quedan, después de impuestos, en menos de 800. El apartamento que comparte con su novia ucraniana, Kateryna , es de 350 euros al mes. «Aquí todo es más barato que en España salvo la gasolina, la ropa y los coches», dice. Echa de menos a su f amilia, y «la comodidad y despreocupación de estar en casa. El hogar siempre es el hogar», dice. Y añade: «En cuanto a cosas en particular, el sol, las baguetes, las persianas porque aquí no tienen persianas, el jamón, el chorizo, el queso, y la carne en general en España es de mejor calidad», dice. Sergio cuenta que su novia ucraniana «se muere por vivir en España pero ya que ha tenido que salir no voy a volverme tan pronto. Como mínimo estaré fuera unos años más».

Como muchos de los casi 20.000 sevilanos que han abandonado España desde 2008, Sergio, Marta, Selene, Jorge y Guillermo no saben si tendrán que pasar otras Navidades fuera de Sevilla, lejos de su familia. Marta se pregunta a veces, cuando se levanta, qué hace ella en Londres. Selene, que también vive en esa ciudad donde lleva un mes sin ver el sol, asegura estar logrando allí «lo que ansíamos todos los jóvenes: encontrarse a uno mismo».

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