Vigésimo tercer día de encierro en Sevilla: todo es gris en la ciudad de la luz
El Lunes Santo ha sido triste, desapacible, lluvioso y oscuro. La desilusión de una Sevilla vacía durante la Semana Santa se ha paliado a base de chaparrones
No habría habido Lunes Santo aunque no estuviésemos confinados. Con ese consuelo ha pasado Sevilla este vigésimo tercer día de encierro a causa del coronavirus. La lluvia ha paliado la desilusión de una Semana Santa sin cofradías porque a la lluvia la conocemos y al virus no. Por eso a pesar de que el día ha sido gris y desapacible, con aguaceros y ventoleras, muchos sevillanos se han asomado a la ventana con cierto alivio para contemplar la estampa fantasmagórica de un Lunes Santo sin nadie en la calle. Así han visto esta jornadas varios periodistas de ABC.
Alejandra Navarro. La tarde del Lunes Santo se ha presentado con ese color ceniciento y lúgubre que anuncia lluvia inminente y en casa no es el mejor día para hacer comentarios. Los caramelos sugus se quedaron encima del aparador y la medalla se ha ido con su dueño, camino del Museo. Por no haber, no hay ni pájaros en el cielo.
Pero es Semana Santa en Sevilla y en ABC se vive y se celebra, así que en la Redacción hemos puesto de fondo la retransmisión que cada día hace llegar a los sevillanos los mejores momentos de esta fiesta religiosa para crear ambiente. Es más fácil trabajar con «Virgen de las Aguas» de fondo y viendo la entrada en Campana de San Gonzalo del año pasado.
Lunes de Vera Cruz de Quico y Pilar, y de Paco y Concha; de Redención de Rosalía y Pepe; de Las Penas de Carmelo; de Santa Marta de Antonio… y de tantas almas que, como ayer, se han quedado en casa, unidos a sus hermanos y a la perplejidad de no saber qué pasa, pero con la certeza de que esto acabará y de que el Lunes Santo del año que viene traerá una tarde radiante de sol y de cofradías en la calle.
Mateo González. Desde que el confinamiento entró en nuestras vidas tiene uno la sensación de que todos los días son domingos. Al despertar hay pleno en el recuento en casa y en los almuerzos y las cenas, al fin, estamos todos los que somos. A veces toca ir a trabajar y no hay tráfico, como un domingo cualquiera. Se quedan los niños jugando y en la tele hay un partido del que ya sabemos el resultado. Se trata de un domingo eterno en el que hay que ingeniárselas para regresar al punto exacto del calendario en el que nos encontramos. Quizás sea más sencillo cuando la luz al final de este túnel se acerque pero, mientras, hay que buscar elementos de fuga. A Mateo le han pedido en el colegio que haga un diario para ir contando lo que sucede en esta fase de su fascinante vida camino de los nueve años. Muchas veces le cuesta poner en pie lo que hizo durante el día porque lo excepcional es tan excepcional que no hay evento que le haga sombra pero le está permitiendo descubrir que buceando en los pequeños instantes de la vida -en esos juegos cómplices con Miguel, las carcajadas con mamá, en esa cena de la que disfrutó tanto, el partido improvisado que echamos o esa película que vimos juntos sin que nadie se quedara dormido- tiene un tesoro que le acompañará siempre para valorar la riqueza que supone estar rodeado de quien te quiere. Hemos perdido un Domingo de Ramos en El Porvenir pero los que están por venir valdrán el doble por la dolorosa y forzada falta. Y todo regresará, como esos domingos de abril de risas y buenos amigos que nos ha secuestrado este virus pero que volverán con la fuerza con la que cada día a las 20.00 aplaudimos para darle las gracias a todos los que están en primera línea para que la luz regrese a nuestras vidas.
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