Coronavirus en Sevilla

Vigésimo segundo día de encierro en Sevilla: Domingo de Ramos de silencios

Ni siquiera la lluvia ha acompañado a este arranque inusual de la Semana Santa. Sólo los balcones engalanados con colgaduras y palmas recuerdan que Sevilla vive su semana mayor

Uno de los balcones engalanados de Sevilla Juan Flores

S. L.

Domingo de Ramos inusual. No hay pasos, no hay nazarenos, no hay gente arreglada y de estreno . No hay bullas. No hay bares abiertos. Solo el azahar en los naranjos y el mismo silencio de las últimas semanas, donde el sonido de los coches ha dejado paso al trino de los pájaros o el sonido de las campanas en las espadañas del Centro. Pero el hecho de que nadie espere a la primera en la Campana no significa que no se note que la ciudad está en uno de sus días destacados. Un paseo por el Casco Histórico de camino al trabajo ha dejado algunas estampas de este Domingo de Ramos atípico, en el que muchos sevillanos han cumplido el rito de estrenar prendas para salir a unos balcones engalanados con colgaduras y palmas. Otros han optado por poner marchas a todo volumen en los balcones, añorando el paso de su hermandad frente a su casa , como todos los años, o directamente colocar en su fachada una reproducción de gran tamaño de la imagen de sus devociones, como esos carteles de reprografía perfecta que muestran a la Macarena en varios puntos de la calle Feria. Así han visto este vigésimo día de encierro varios redactores de ABC.

Candela Vázquez

Todos los Domingo de Ramos mi madre me levantaba a la hora conveniente y me enviaba a la ducha: hay que estar como Dios manda. Tras un proceso de chapa y pintura -con interrupciones de llamadas telefónicas de mis tías, fruto de los nervios previos a un acontecimiento- salimos a dar un paseo. Triana es un barrio agradecido, le ofreces la oportunidad y te llena de azahar, gentío y cerveza (mucha cerveza). Si la cola no es muy grande, entramos para ver pasos montados y coincidir con personas que sólo vemos cuando la calle Pureza se engalana y, a partir de ahí, mi día sigue y sigue hasta finalizar en San Juan de la Palma.

Hoy nadie me ha ordenado arreglarme, el azahar sigue en cuarentena y los pasos sólo están en nuestra pantalla. Miro al cielo que coquetea con las nubes grises y ansío que haya tormenta. Y es que no hay mejor manera de pasar un Domingo de Ramos sin cofradías que viendo cómo llueve y pensar : «De todas formas, no hubieran podido salir».

Ana Mencos Íñiguez

Después del aplauso a los sanitarios los barrios toman vida. También en un día como el de hoy. Si no es por un vecino que canta o pone música es por las charlas con esos residentes a los que apenas se les saludaba y ahora son, en ocasiones, la única interacción social que se hace en todo el día. Aprovecho esa hora para salir a pasear a mi perro Mambrú, así puedo ver cómo bulle el barrio. En mi calle suena Al alba de Aute en la voz y la guitarra de Joaquín. Un poco más adelante Inma, vecina del Centro de toda la vida con la que jugaba de pequeña, me aseguraba desde su balcón que su familia llevaba bien la situación. Sigo mi paseo y cada vez veo menos gente en los balcones, pero de las ventanas sale música para todos los gustos, desde marchas de Semana Santa, muy acordes a la época, hasta Coldplay o Marisol.

Acercándome de nuevo a casa, comienza a hacerse el silencio, ya son casi las ocho y media y mis vecinos empiezan a volver. Cuando se cierran todas las ventanas solo se oyen mis pasos y los de Mambrú, por primera vez soy consciente de que en la ciudad hay más sonidos y se oye el piar de los pájaros y diferencio varios diferentes, también el de los árboles y un poco más a lo lejos aprecio un autobús que seguramente discurra casi vacío por la calle paralela. Vuelve el silencio que solo rompe el chasquido de mis llaves abriendo la puerta de mi casa.

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