Vigésimo día de encierro en Sevilla: hoy más que nunca es Viernes de Dolores
En condiciones normales, este viernes tendría que haber sido de atascos, de nervios en los barrios de las vísperas, de reuniones de amigos en los bares... Pero ha sido de silencio. Hasta el Guadalquivir se oye pasar por debajo de los puentes
La tradición dicta que este viernes tendría que haber un bullicio grande en Heliópolis para ver la Misión, en Pino Montano, en Bellavista, en Los Remedios y en la Catedral, donde tendría que haberse producido la imagen insólita del Cristo de la Corona saliendo desde las entrañas de la Seo y no desde el Sagrario. A esta hora tendrían que estar los bares llenos, las confiterías vendiendo torrijas , las tintorerías con colas de gente recogiendo túnicas y todas las grandes avenidas atascadas. Pero sólo hay silencio. Vacío. Una mudez que permite incluso oír la corriente del Guadalquivir por debajo de los puentes. Hoy más que nunca es Viernes de Dolores, de muchos dolores. Así han visto este vigésimo día de encierro varios redactores de ABC.
Juan Manuel Serrano. Los foteros seguimos en la calle intentando contar lo que no pasa en Sevilla. La ciudad nos recibe todos los días un poco más triste y a la vez con cierto aire a Esperanza de que todo esto pase lo mas pronto posible. Los largos paseos por una ciudad solitaria, solamente interrumpida por algún policía que se acerca a recordarnos que no podemos estar en la calle y la breve charla para explicarles que estamos intentando contar una realidad nunca vivida por ninguno de nosotros, hace que de vez en cuando te pasen cosas divertidas, imposible en otras circunstancias . Iba por el paseo de marqués del Contadero , a la altura del monumento a la Tolerancia, cuando escucho que me llaman desde el puente de Triana. Al mirar descubro que era mi compañero de la agencia EFE Raúl Caro y empezamos hablar en la distancia. Al momento desde la otra orilla otro compañero, Manuel Olmedo nos saluda y empezamos a mantener una conversación de orilla a orilla como si estuviéramos solos en el mundo. El silencio que habita estos días en la ciudad hace que estas pequeñas anécdotas se valoren más si cabe todavía y pongan una pequeña sonrisa dentro de toda esta tragedia que nos ha tocado vivir.
Juan José Borrero. En el trayecto entre la Pasarela de la Cartuja a la Casa de ABC, por la avenida de los Descubrimientos, la alerta sanitaria se siente en el sonido del viento y el trino de los pájaros. Tiene una pureza que parece salido de un equipo de alta fidelidad. En una zona tan proclive al jaramago sorprende también la altura de los que ocupan ya todos los alcorques. La hierba que va creciendo en los bordes del pavimento comienza a recordar los escenarios de esas películas apocalípticas en las que la naturaleza ocupa el espacio que el hombre hizo urbe. Dentro de veinte días será peor. Me estaba sintiendo como Will Smith en «Soy Leyenda», cuando apareció el primero de los dos coches que me han hecho perder la apuesta contra mis propios cálculos. Uno por sentido. No soy el único «esencial» en este trocito de Sevilla. Cada día noto menos gente en la calle y más soledad. La misma que representa la única alta concentración de personas que he podido contemplar esta semana. Eran las once y media de la mañana del miércoles y al final de la calle Pagés del Corro, separados de dos en dos metros, una larga fila de personas esperaba su turno para alimentarse gracias al comedor social de las siempre esenciales Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul.
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