La Velá de Triana se queda en la memoria de Sevilla
La fiesta por excelencia del verano sevillano también se frustra por la pandemia, como sucedió en 1931 y entre 1936 y 1938
![La foto del primer premio de lanchas adornadas fue portada de ABC el 29 de julio de 1925](https://s1.abcstatics.com/media/sevilla/2020/07/26/s/vela-santa-ana-kM8--1248x698@abc.jpg)
No habrá festejos populares por la velá de Triana , como tampoco los hubo por la velada de Santiago y Santa Ana (sic) en 1931 y entre 1936 y 1938 . Ahora es el coronavirus como antes fueron los disturbios callejeros con sangre derramada o el luto impuesto por la guerra entre hermanos.
«Bajo los arcos luminosos y las vistosas banderas va y viene la gente con un vivo afán de regocijo y un inquietante deseo de diversión, saciando su gusto en los cafetines, en los puestos de buñoleras, en los tíos vivos, en las rifas y en las casetas , donde se canta y se baila ajustándose a las normas más típicas y populares [...] Y todo el barrio arde en animados regocijos, y toda Triana es como una gran fuente de alegría , y como una inmensa hoguera de amor y de fe».
El entrecomillado lo firmaba el poeta y periodista José Muñoz San Román el 25 de julio de 1930 en la página 5 de ABC, «Las típicas veladas trianeras», acompañando sendas fotos de la torre de la parroquia de Santa Ana iluminada y de la capillita del Carmen del puente con guirnaldas de bombillas para señalar su perfil. Aquel año de 1930 marcó la cumbre de la Velá de Santa Ana por mucho tiempo .
Triana tenía su triduo de días señalaítos en torno al 26 de julio, conforme la velada en honor de Santa Ana había ganado popularidad entre los trianeros y sevillanos: cucaña, caza de patos a nado, concurso de exorno de lanchas, fuegos acuáticos y regatas en tinas , «de una gran comicidad» a decir de una escueta reseña de 1924.
La alegre diversión de los años 20 en que la velada de Santa Ana había cobrado realce se vio interrumpida por la c onvulsa agitación prerrevolucionaria del año 1931 , proclamada la Segunda República , que desembocó en la promulgación del estado de guerra en Sevilla durante julio.
La ciudad no estaba para festejos entonces: el 22 se le había aplicado la Ley de Fugas a cuatro anarquistas que eran conducidos detenidos, se había repelido a tiros el asalto del cuartel del Sacrificio de la Guardia Civil y al día siguiente se había bombardeado Casa Cornelio en la Macarena . El bando militar del estado de guerra prohibía grupos de más de cuatro personas en la vía pública con órdenes expresas a la fuerza pública de abrir fuego contra los grupos numerosos y se aconsejaba a los particulares no asomarse a las ventanas.
La normalidad se recuperó al año siguiente y se replicó la fórmula en 1933 con encargo del exorno y la iluminación al arquitecto municipal Juan Talavera Heredia : «Se celebrarán los mismos festejos que el año anterior con las modificaciones que se estimen necesarias para el mayor éxito de la velada». En ningún caso se mencionaba la fiesta con su nombre vulgar con el que ahora es conocida, sino como « velada de Santiago y Santa Ana ».
El hiato de la Guerra
El siguiente hiato de la fiesta trianera se dio entre 1936 y 1938 . Una semana después del alzamiento militar contra el Gobierno de la República, Queipo de Llano imponía la pacificación de Sevilla a sangre y fuego –por usar el título del maravilloso libro de relatos de Chaves Nogales– que el fotógrafo Serrano supo plasmar a la perfección en su conocida fotografía . Simplicísimo, histórico pseudónimo en las páginas de ABC, expresaba los motivos en su «Sevilla al día» del 27 de julio de 1938: «La función religiosa en la titular iglesia trianera señaló la festividad, cuya popular celebración ha de mantenerse en suspenso hasta que todos podamos participar en la alegría de la velada. ¡ Menudas ganas tenemos de trepar cucaña arriba …!»
El desquite llegó al año siguiente, una vez acabada la guerra: «El delegado de Festejos, gestor municipal don Manuel Bermudo , ha puesto todo su interés y entusiasmo para la vela, que este año sea digna de su fama y desquite los años que, por respeto a la guerra, hubo de suspenderse». A fe que echaron el resto: cucañas, carreras de piraguas, natación, boxeo fluvial, fútbol, fuegos artificiales, exhibición de cetrería, concurso de balcones, concurso de belleza «entre las muchas mocitas trianeras» y procesión extraordinaria de la « Virgen de la Esperanza, de San Jacinto, en paso de gloria por las principales calles de la feligresía de Santa Ana , con asistencia de las autoridades y hermandades del barrio».
Esos años, la festividad quedó circunscrita a la función religiosa, como sucederá hoy: rezo del rosario a las 9.30 de la mañana, misa a mediodía y ejercicio de la novena y función principal presidida por el párroco, Manuel de Azcárate, a partir de las 20.15 de la tarde.
La normalidad se recobró, sobre todo, a partir de 1942 , ya con toda la parafernalia de los vencedores: el escudo de España en un arco monumental a la entrada del Altozano y farolillos rojigualdos además de banderas y cadenetas entre la parroquia y las casas vecinas. Fue ese año cuando el Niño del Malino empezó a fraguar su leyenda como acaparador de premios de la cucaña fluvial.
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