Sea usted feliz, apague el televisor
Un estudio de la Universidad Loyola establece una conexión entre la felicidad subjetiva y el consumo de televisión y tiempo de exposición en las redes sociales
El confinamiento extremo de la primera ola de la pandemia, entre marzo y mayo del año pasado, se ha convertido en un banco de pruebas para todo tipo de investigaciones en una situación tan anómala como la interrupción brusca de todos los elementos que marcan los hábitos cotidianos de la ciudadanía.
Un estudio de la Universidad Loyola , recientemente publicado en la revista suiza ‘Frontiers in Psychology’ , ha establecido la conexión entre el aumento del consumo de medios audiovisuales y el tiempo de exposición en las redes sociales y el bienestar psicológico de los espectadores. La conclusión, en línea con otros informes psicológicos y sociológicos, establece que fueron más felices quienes pasaron menos tiempos viendo la televisión o navegando al pairo en las redes sociales.
Incluso otras variables que a priori podría pensarse que influyen en la felicidad, como la superficie de la residencia donde se pasó el enclaustramiento, no tienen un peso significativo en el bienestar: «No es tanto lo que tenemos o dejamos de tener, sino qué hacemos con lo que tenemos», sentencia el autor del estudio, el profesor José Antonio Muñiz Velázquez , del grupo de investigación ‘PositiCom: Comunicación Positiva y Cultura Digital’.
Él ha dirigido la investigación a través de un cuestionario lanzado con la técnica de bola de nieve a personas entre 18 y 75 años en el que se evaluaba el consumo de diferentes medios de comunicación antes y después de la etapa más dura de la reclusión en el hogar a raíz del decreto de estado de alarma de 2020.
Los investigadores descubrieron que el bienestar y la felicidad de los individuos incluidos en el estudio estaba en estrecha relación con el tiempo consumido delante del televisor o de la pantalla siguiendo las redes sociales. A menor tiempo de entretenimiento audiovisual, mayor grado de felicidad subjetiva. Puede que esto tenga que ver con mantenerse activo (hacer deporte, cocinar, trabajar, tener aficiones), que es justo lo que impide prestar atención a la pantalla del televisor.
El visionado de películas y series de ficción fue, con mucho, la actividad que se realizó con más frecuencia durante las semanas de encierro en el hogar. Hasta un 62% de encuestados en otros estudios sociológicos declaró que veía contenidos audiovisuales con más frecuencia. La vida social y el deporte se resintieron en proporción inversa.
La investigación no tenía por objeto establecer la causalidad entre ambas variables: si una era causa de la otra o viceversa. Es decir, si los individuos más felices son los que consumen menos televisión y pasan menos tiempo enganchados a sus perfiles o son más felices porque dan de lado esa actividad. «No hemos llegado hasta ese punto», confiesa Muñiz Velázquez, pero repone de inmediato que «hay suficiente aparato científico para apuntar que los hábitos cotidianos marcan el nivel de bienestar psicológico de la persona».
Quedarse sentado por inercia ante el televisor es la manera más directa de acabar siendo infeliz. O al revés: aquellas personas más infelices acaban dedicando más tiempo a ver la tele sin nada mejor que hacer. En este sentido, el estudio se hace eco del trabajo de Bayraktaroglu de 2019 que formulaba esta realidad reversible en términos académicos: “La baja felicidad, en términos hedonísticos, puede ser la causa de ver mucha televisión más que un incremento del consumo de televisión causa infelicidad”.
Sea como fuere, el estudio de los profesores Muñiz Velázquez y Lozano Delmar, de la Universidad Loyola; y Gómez Baya, de la de Huelva; establece que a mayor consumo de contenidos de ficción televisiva y mayor incremento de tiempo durante el confinamiento, el sujeto reportó menos felicidad. «A nivel cognitivo, las ficciones y el entretenimiento general en televisión no entrañan ningún esfuerzo intelectual , lo que podría incumplir las expectativas en términos de bienestar: la recompensa aparejada es a muy corto plazo o incluso hace decrecer el bienestar», sostienen los autores.
Cuestión diferente que refleja el estudio es el consumo de noticias en la televisión, para el que no halla «relación significativa, ni positiva ni negativa» entre esta avidez por las noticias y la felicidad. En cuanto a las redes sociales, el profesor Muñiz Velázquez relaciona la infelicidad que se detectó en quienes incrementaron su atención por los niveles de «estrés y crispación social» que desatan en sus consumidores. Esto está en línea con otros estudios genéricos antes del confinamiento y una explicación puede ser el efecto de emulación que exacerban las redes sociales comparando constantemente el nivel de vida del sujeto con el de sus seguidores.
Según algunas investigaciones sociológicas, la principal actividad de los usuarios en la red social Facebook fue interesarse principalmente por asuntos relacionados con su profesión, sus afinidades políticas y/o sociales. Significativamente, hasta un 88% de mujeres expresó «sentimientos, emociones o estados de ánimo» acerca de la pandemia o el confinamiento, según el estudio de Pura Sánchez publicado en el libro ‘Pensar la pandemia. Más allá de la sanidad y la economía’ .
Llegados a este punto, sería conveniente aclarar cómo se mide la felicidad. Los responsables de este estudio han recurrido al índice Pemberton, una de las muchas escalas «científicamente probadas» para medir algo tan evanescente como el bienestar propio. Los científicos distinguen entre felicidad a largo plazo (eudamónica) y a corto plazo (hedonista). « Desde Aristóteles y Séneca, sabemos que la felicidad está relacionada con la práctica de las virtudes humanas », señala al respecto el profesor Muñiz.
Su grupo de investigación -integrado por estudiosos de la comunicación y psicólogos- lleva una década estudiando la relación entre comunicación y felicidad . Apuestan por «un consumo responsable de los medios de comunicación y por actitudes activas frente a la desinformación».
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