Universidad

La única profesora ciega de la Hispalense: «No se estudia con los ojos, sino con la cabeza»

María del Mar Jiménez relata las dificultades hasta haceres profesora de Derecho Financiero: «Podría vender cupones pero quería dedicarme al Derecho»

María del Mar Jiménez con Grisson, su perro guía en la Facultad de Derecho Vanessa Gómez

Mercedes Benítez

Tiene 43 años y es profesora de Derecho Financiero de la Universidad de Sevilla donde imparte clases desde hace 18 años. Si no fuera porque le costó algo más trabajo que a sus compañeros estudiar la carrera y por el perro guía que la acompaña, nadie diría que es ciega desde los 17, cuando perdió la visión tras un desprendimiento de retina. María del Mar Jiménez tiene una vida como la de otra mujer de su edad. Está casada con un profesor de piano (también invidente) y tiene una niña de 12 años que se enteró de que su madre no veía cuando le preguntó viendo la tele de qué color era Doraemon. «No veo», confesó a su pequeña, de entonces cinco años. «Ya lo entiendo mamá. Por eso no tenemos coche», le replicó.

Ahora sólo la compañía de su lazarillo (llamado «Grison» por «CSI», la serie de televisión) con el que llega a su despacho de la Facultad delata su discapacidad visual. «Al perro ya lo conoce todo el mundo. He tenido tres», explica, mientras entra en su pequeño habitáculo de Derecho, donde un retrato de su hija preside su mesa. «Mira, es rubia con los ojos azules», explica orgullosa mientras cuenta su historia hasta lograr el trabajo que soñaba.

«Podría estar vendiendo el cupón, pero quería dedicarme al Derecho que es lo que me gusta». Y eso hizo. El camino no fue fácil. Primero tuvo que convencer a sus padres de que « no quería perder el tiempo» con más tratamientos para intentar recuperar la visión . Ella supo enseguida que no había solución. «Era tan joven y estaba tan llena de vida que nada me detenía», relata quitando hierro al asunto.

Otras fórmulas

Y decidió seguir estudiando. ¿Cómo lo hacía? Mandaba los libros a la ONCE para que los adaptaran, pero también tenía que buscarse otras fórmulas cuando necesitaba estudiar algún manual nuevo con la urgencia de un examen. Se buscaba la vida. Le pagaba a otra persona para que le leyera el texto y lo grababa en un casete de los antiguos. Y luego a memorizar.

Con esa fórmula sacó el título con sobresaliente . Le hubiera gustado ejercer como abogada pero era realista: «¿Quién va a confiar en una abogada ciega como no sea algún pariente?». Cuando la llamaron del departamento para hacer la tesis se decidió. Estuvo cuatro años hasta lograr su plaza como profesora contratada de Derecho Financiero y Tributario sin ningún trato especial. «En el Ministerio se estarán enterando ahora de que la beca la consiguió una ciega», aclara insistiendo en que no hubo deferencia alguna por su situación y que ella tampoco lo quiere. Ahora da sus clases sin que sus alumnos se percaten casi.

Para estudiar pedía que le leyeran los libros y lo grababa para memorizarlos

Llega al aula y se pone a hablar . Sólo una vez, cuando iba a sentarse en la mesa, un chico le dijo que se había equivocado porque no creía que fuera ella la profesora. Ahora, cuando tiene un caso práctico, saca al estudiante a la pizarra para que lo escriba. ¿El principal inconveniente?que para su trabajo le piden que viaje, algo que supone un importante obstáculo. «Me cuesta mucho viajar y el problema es que se valora más mientras más lejos te vayas» , comenta admitiendo que sólo puede desplazarse al extranjero cuando va acompañada.

En cuanto a los textos, ya no necesita que se los lean para grabarlo porque la tecnología le permite que, con un escaneo, un programa informático lo haga. Para evitar que los alumnos se aprovechen y copien tiene un profesor que le ayuda a vigilar los exámenes, como hacen en otras clases. «El Derecho no se estudia con los ojos, sino con la cabeza», dice .

María del Mar está llena de vitalidad y no para de relatar. Como cuando señalaba con un resorte la jeringuilla de la medicina que debía administrar a su pequeña para evitar «darle una sobredosis», cuando le prepara la ropa para el cole o cuándo ésta se burla y le dice que va como «un tomate» si se le va la mano con el maquilaje. Yconoce sus limitaciones: «Hay cosas que no puedo hacer.No voy a ser piloto pero sí profesora aunque no pueda escribir en la pizarra», proclama aclarando que lo importante es «tener fortaleza». ¿Sus quejas? Que no haya obstáculos. Como el carril bici, los patinetes o semáforos no acústicos que le hacen sentirse insegura cuando va por calle. Y reclama al Ayuntamiento que pode los árboles que hay frente a la Facultad. «Para no comérmelos», dice con humor.

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