La última carbonería de Sevilla, amenazada por un «expediente X»
Lleva más de un siglo funcionando. No han podido con ella ni la tecnología ni los nuevos usos sociales ni la crisis. Pero puede ser ahora clausurada por un trámite administrativo... de 1967
![José Luis Aguilar, propietario de la última carbonería de la calle Parras](https://s1.abcstatics.com/media/sevilla/2016/04/25/s/carboneria-parras2--620x349.jpg)
No han podido con ella ni el paso del tiempo ni los cambios de modelos sociales ni las tecnologías ni la especulación urbanística ni tan siquiera la crisis económica. Sin embargo, la burocracia municipal y un farragoso proceso que data de 1967 sí parecen tener la capacidad suficiente para acabar con la última carbonería tradicional de Sevilla, la de la calle Parras , sobre la que se cierne la amenaza seria del cierre definitivo tras más de un siglo de existencia. La regenta actualmente José Luis Aguilar , cuarta generación de esta familia que dirige el negocio, antes en la Cruz Verde y ahora en el número 2 de esta clásica calle.
Allí, el bisnieto del fundador de este comercio no sale de su asombro por lo que viene ocurriendo desde hace año y medio. Entre indignado, desconfiado y sorprendido, explica a ABC el rocambolesco proceso que ha llevado a la carbonería a una encrucijada bastante compleja. Después de haber sido sometido el negocio a una larga retahíla de «sospechosas inspecciones» , sobre el mismo pesa una orden de cierre de la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento en la que se informa que «no es autorizable la venta de carbón ni de petróleo» en el local. A estas alturas. Pero incluso más que el dictamen del gobierno local, llama poderosamente la atención el motivo esgrimido: la licencia de apertura se encuentra «suspendida» desde hace unos 50 años . Según el Ayuntamiento, en 1967 su tío Manuel pidió una ampliación del negocio —para vender petróleo— que fue rechazada al no cumplir los requisitos. Algo que, según el técnico que redactó el informe, «anula la licencia de apertura más antigua», a nombre de su padre. «Requerían —explica Aguilar— que para dicha ampliación se colocara un depósito de agua. Como finalmente no se llevó a cabo la ampliación, tampoco se colocó el depósito. Y ya está. Todo siguió funcionando tal cual porque nada había cambiado . Ni teníamos constancia de que pasara nada. Yhe estado pasando todas las revisiones de forma satisfactoria, siempre. Pero ahora me vienen con que no tenemos licencia. ¿Pero qué es esto? Pues para no tener licencia me siguen cobrando todos los años los impuestos... ¿Tenemos licencia para eso y para otras cosas no?. La cuestión es que ahora puede aparecer la Policía Local en cualquier momento y cerrar un negocio que lleva funcionando un siglo sin problemas».
Aguilar recuerda que «llevan un año realizándome inspecciones y todas, absolutamente todas, se han pasado correctamente. Ni una sola anomalía detectada». Pero «sorprendentemente, aparece una orden de clausura por un asunto que viene de 1967. Esto no se puede entender». «Cuando estuve con mi gestor en Urbanismo después de recibir la orden de cierre, el funcionario que nos atendió me dijo dos cosas que me llamaron mucho la atención. Una, que quien redactó el informe había escrito mucho, cosa que no era habitual, y otra, que estaba claro que se querían cargar la carbonería ». En este sentido, el propietario hace ver que «no tiene lógica alguna cerrarlo a no ser que haya otros intereses detrás, como algún vecino paranoico que piense que esto va a arder o algo así y tenga buenos contactos en el Ayuntamiento o bien cualquier empresario, el típico “asustaviejas”, que se ha encaprichado del local para montar lo que sea y quiere que me lo quiten». Para impedir ese cierre, Aguilar presentó alegaciones el jueves con la intención de que se suspenda al medida. En las redes sociales, la campaña en su apoyo reclamando que se anule la orden de clausura se ha intensificado.
Según narra el propietario de la carbonería, todo parte de «una extraña historia que ocurrió al final de 2014 ». En su opinión, «desde que ocurrió aquello, el Ayuntamiento ha empezado a perseguirme». Como explica, en noviembre de 2014 «un cliente con actitud chulesca pidió la lista de precios y la hoja de reclamaciones porque decía que se le había engañado con el peso de un saco de cisco. «Nunca nos la habían pedido y no sabía dónde podría estar». Dos días después, la Policía Local apareció informando de una denuncia. En la inspección comprobaron que todo estaba en regla «excepto la licencia de apertura, que continuaba a nombre de mi padre. Me avisaron que tenía que cambiarla».
En febrero de 2015, dos técnicos de Medio Ambiente inspeccionaron el recinto. «Me dijeron que mi licencia sólo me permitía vender carbón pero no gas licuado del petróleo, que es como llaman a las bombonas de gas. Pese a presentar los papeles, dijeron que tenía que adaptarme a una nueva normativa». Tras remitir las documentación, en octubre recibió una «amenazante notificación» con una multa de 2.200 euros, a la que presentó alegaciones. Los Bomberos hicieron luego un informe favorable, lo que le rebajó la sanción a 300 euros , pero hace unos días quedó sorprendido con la orden de cierre del negocio «a causa de un escrito remitido a mi tío Manuel Aguilar Martín con fecha de 29 de marzo de 1967 donde se le indicaba que debía colocar un depósito de agua conectado a una manguera para poder vender. Eso se llama «actualizar».