Trigésimo primer día de aislamiento en Sevilla: desahogo por sevillanas
La lluvia refuerza el confinamiento, al que cada día hay que buscarle alicientes nuevos. El de este martes está resumido en la pareja que sube a la azotea a bailar
El vídeo que ha publicado en ABC de Sevilla Luis Ybarra es el resumen más certero de este vigésimo primer día de encierro en Sevilla. Una pareja de edad bastante avanzada sale todas las tardes a la azotea de su casa en el barrio del Porvenir a bailar por sevillanas . Ella le enseña los pasos a él. Todos los días a la misma hora. Han convertido el baile en una rutina para desahogarse. Esa es la clave de todo: inventar rutinas domésticas para que las horas pasen más rápidas . Lo triste es que este martes ha llovido, lo que ha intensificado el confinamiento. Así lo han visto varios redactores de ABC.
Javier Macías. El confinamiento pesa ya y mucho. Al mal humor se le une el sentimiento de culpabilidad por no poder sacar a los hijos a que les dé el aire y el sol. Esa es la conversación en el grupo de amigos del Whatsapp. El que tiene perro se siente atacado cuando se le dice que no se entiende cómo los perros pueden pasear y los más pequeños no, guardando las lógicas medidas de seguridad. Todos parecemos tener razón.
Lo que sí se va notando es cierto grado de costumbre de la situación, hasta el punto de que hay quien le ha perdido el miedo y el respeto al asunto. Por la calle Baños, los vecinos mantienen conversaciones distendidas de balcón a balcón. En el mundo exterior se ve más gente camino de las compras. Yendo al supermercado de la Gavidia, me he cruzado con personas dialogando por la calle y que incluso pasan por tu lado sin guardar las distancias de seguridad. Ya en el establecimiento, siempre guardaré una anécdota que resume estas semanas extrañas e históricas que estamos viviendo. ¿Cómo es coincidir con un familiar querido al que llevas un mes sin verle cara a cara? Lo primero es emoción. Lo segundo que se siente es miedo por acercarse demasiado y, lo tercero, nerviosismo por el qué dirán. Allí en el supermercado había quien miraba con cara de ofendido lo que estaba ocurriendo. Esto nos llevó a despedirnos rápidamente. De vuelta a casa llegaba la reflexión: Qué duro es esto. Cuando lo contemos a los que vengan no lo creerán. «No nos podíamos ni saludar en la compra», les explicaremos. Ojalá sea así, señal de que dentro de algunos años esto siga siendo un episodio extraño...
Mercedes Benítez. Lo de la vuelta escalonada al trabajo se está notando bastante en las calles. Por la ventana, desde primera hora, se ve trasiego de gente que contrasta con el vacío de días anteriores. Además de los que hacen la compra se nota que hay gente que vuelve a su centro de trabajo.
Luego, conducir a media mañana por el Prado de San Sebastián evidenciaba que había muchos más coches de los que circulaban la pasada semana. Puede que fuera por la entrega de mascarillas o porque algunos sectores habían reanudado su actividad, pero hubo momentos en los que casi había atasco al pasar por los juzgados.
Otra cosa es lo de las obras. Debajo de casa se ha vuelto al tajo y otra vez se escuchan las máquinas ya que se han reanudado las tareas en la construcción. El local del banco y el bar de la esquina parecen estar aprovechando el estado de alarma para hacer reformas y lo están haciendo a toda máquina. La taladradora y la piqueta se oyen en todo el bloque. Se acabó el silencio. Ahora que casi me estaba acostumbrando al estado de alarma.
Eduardo Barba. Cumplo el mes bajo el estado de alarma este 14 de abril y lo hago en jornada de libranza laboral, lo que me permite mantener hoy esa rutina del desayuno tranquilo (en casa, claro) y la obligada compra grande de carrito y guantes para aguantar unos días sin tener que volver a desplazarme al comercio. Pero los días siempre tienen algo que sorprende, en lo bueno y lo malo, pese al imperio del tedio y el gris confinamiento. En este caso, comprobar un llamativo aumento del tráfico que incluso me llega a resultar preocupante a tenor de las cifras de contagios y de fallecidos que mantenemos. Los cambios de esta semana en las normas impuestas por el Gobierno, que ha abierto la mano para que más sectores de la población puedan volver a sus puestos de empleo, han provocado diferencias significativas en las calzadas con respecto a la semana anterior y una densidad de circulación bastante más elevada. ¿Toda esta gente no trabajaba la semana pasada y esta sí lo hace? ¿No nos estaremos precipitando? Las respuestas las tienen los expertos sanitarios, no yo, pero la incógnita va con uno en cuanto comprueba el nuevo panorama y se pregunta por posibles repuntes o efectos rebote. Si queremos tener algo que se parezca a un verano usual, mejor será sacrificar del todo la primavera, aunque haya momentos del día en que maldigas una y otra vez esa concesión inesperada y cruel. Quédense en casa quienes tengan esa opción. Aguanten. No echen hora y media paseando con la mascota (no a la mascota sino con la mascota, exacto). No cojan el coche y se desplacen a menos que sea indispensable. Eviten la opción de contagiarse o contagiar. Ahorren gasolina. Llegados hasta aquí, no tropecemos justo antes de entrar en la meta y nos partamos la cara contra el suelo. El que resiste, gana. Aguanta y vencerás.
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