Trigésimo octavo día de encierro en Sevilla: un arcoíris de sensaciones sobre la ciudad

La imagen del arcoíris sobre el cielo sevillano se ha hecho viral. La más repetida es la que muestra la banda de colores saliendo de detrás de la antigua fábrica de Cruzcampo

El arcoíris saliendo de detrás de la antigua fábrica de Cruzcampo ABC

R.S.

La imagen del arcoíris sobre el cielo de Sevilla se ha hecho viral. Esta pugna entre la lluvia y el sol, que es puro combate de primavera, ha coloreado con todo el espectro cromática la ciudad, que pasa de la tristeza a la esperanza en un minuto. La foto que más ha circulado es la del arcoíris naciendo de las entrañas de la antigua fábrica de Cruzcampo . Qué gran metáfora. Gracias al poder de Gambrinus se ha cumplido la profecía de Lole y Manuel: todo es de color . Tanto es así que este trigésimo octavo día de encierro en Sevilla ha pasado con cierta alegría en el tráfico, en las paradas de autobuses, en los supermercados... Así lo han visto varios redactores de ABC.

Alberto García Reyes. El día es una oda al barroco. Todo claroscuros. El amigo que ha estado callado durante semanas ya habla. La Esperanza ha dejado su puerta entreabierta tras el arco. Y aunque a veces pasan nubarrones que dejan caer toda su ira sobre el asfalto, también aparecen intervalos de sol directo, de claridad profunda. He sabido que después de tantos días de angustia han empezado a llegar las buenas noticias al hospital. Hay menos contagios. Y hay también una habitación en la que un hombre al que quiero de verdad se ha puesto de pie. Ha comenzado la sensación de movimiento. El barroco. Ya está aquí otra vez Sevilla, una ciudad capaz de ahogar el sol en un charco, pero también de tocarlo con las manos del Giraldillo. Hoy, en mi camino hacia el periódico, he decidido pasar por delante de la basílica. He rezado, como siempre, después de tantos días lejos de Ella. Y al llegar a la redacción, he recibido la buena noticia. Hay mejoría. Una mejoría importante. Una mejoría que me obliga a seguir rezando para que, ya mismo, podamos pasar todos bajo el arcoíris de la Macarena con obediencia a la voz del capataz: «¡Venga de frente!».

Eduardo Barba. Transcurre el día y no sabe uno si colocarse en el lado blanco o el negro de las cosas. La rutina mental acaba siendo como estos días de primavera de cielos azules y sol diez minutos antes de la negritud, el viento y la lluvia. Se puede optar por instalarse en el optimismo y convencerse de que el horizonte es ya ciertamente esperanzador utilizando para ello las cifras de ingresados en las UCI, que son ya muy bajas; o las de fallecidos, que afortunadamente siguen cayendo; o las de curados, que engordan como la expectativa de una cerveza callejera; o las medidas de flexibilización del confinamiento, que empiezan a ser necesarias por pura salud mental; o algunos anuncios de posibilidad de tocar este verano la arena de la playa con los pies descalzos; o de los avances para buscar la vacuna contra el maldito virus; o incluso haberse mantenido firme y con salud y trabajo hasta la fecha. También se puede optar, y a ratos se hace inevitablemente, por trasladarse al lado oscuro y preguntarse el motivo de la constante ineptitud de quienes gobiernan el país, con reacciones torpes y tardías, comunicaciones contradictorias y una gestión de la crisis nefasta; o por el futuro que nos espera en un ámbito tan esencial como el económico; o por asuntos más trascendentales y éticos en torno a dónde quedan o van a quedar las libertades individuales que tantos siglos de esfuerzo llevan detrás; o hasta cuándo se va a tener que mantener un modelo de vida similar a éste y tan alejado del que veníamos disfrutando; o por los aprobados generales y los talentos perdidos; o por todos los que ya se han ido y sus soledades; o por los que quedan aún por marcharse; o por las múltiples incógnitas por desvelar, que en estos tiempos hieren como nunca lo hicieron. Y se pone la tarde negra de nuevo y jarrea. El día, uno más de confinamiento y van seis semanas, termina siendo de nuevo esa puerta giratoria que nos lleva y nos trae de dentro a la calle, del frío al calor, de la oscuridad a la luz y del tono apagado al colorido. La vida entre la agitada oscilación del negro al blanco. Al final, como casi siempre, en la amplia gama de zonas intermedias está el sitio más reconfortante. O el menos terrible.

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