Triple crimen de Dos Hermanas

Tres albañiles toxicómanos sellaron la fosa donde habían escondido los cuerpos por 50 euros

Los tres declaran en el juicio que el principal acusado, el Pollino, les dijo que el agujero donde habían sido tirados los cadáveres se había producido por una fuga de agua

El presidente del tribunal le llama la atención a uno de los letrados de la defensa EFE

Silvia Tubio

Todo es sórdido y de una dureza extrema en el juicio por el triple crimen de Dos Hermanas. Incluso las declaraciones de unos testigos de importancia secundaria, por cuanto que no vieron cómo se cometieron los hechos, muestran detalles de lo acontecido que van confirmando la atrocidad que se ejecutó en septiembre de 2017 en una vivienda del Cerro Blanco .

La vista oral se ha reanudado este lunes y entre los testimonios reservados para la jornada estaban los de los tres albañiles a los que el principal acusado, Ricardo H. G., alias El Pollino , encargó dos días después del triple asesinato, sellar la fosa donde habían sido tirados los cuerpos del narcotraficante turco Yilmaz Giraz , su pareja Sandra Capitán y la hija de ésta, la pequeña Lucía . Los tres peones han coincidido en el relato.

Uno de ellos recibió la llamada de El Pollino que le pidió cerrar un agujero provocado por una fuga de agua en un cuarto de baño . Cuando llegaron al número 168 se encontraron con una fosa cegada por hormigón, a la que añadieron mortero y unas barras de hierro. Después les encargaron retirar los muebles y electrodomésticos que había en la casa porque el Pollino les comentó que ese mismo día iba a vender el inmueble. Algunos de esos enseres se dejaron en la calle para que los retiraran los servicios de limpieza, como un sofá al que le faltaban los cojines, y otros fueron trasladados a otra vivienda que El Pollino tiene en el barrio nazareno. Ninguno ha recordado que hubiera manchas de sangre en ese mobiliario.

Los tres trabajadores, de aspecto desaliñado -dos de ellos se han presentado en el juicio en bermudas y chanclas de playa lo que ha causado los comentarios irónicos del presidente del tribunal acerca de «lo fresquitos» que iban- han admitido que conocían al Pollino y su familia porque les compraban droga para consumir. Tras acabar «la peonada» cobraron 50 euros cada uno.

También han reconocido que días después se enteraron por las noticias que se habían encontrado tres cuerpos en el mismo sitio donde habían estado trabajando. Pero ninguno acudió a la Policía «por miedo».

Los tres testigos sitúan a la mujer de El Pollino en el número 168 limpiando la vivienda mientras ellos cerraban «el agujero»

La defensa de Elisa F. H., esposa de El Pollino , ha intentado sacarla de esa secuencia preguntando a los testigos si por esas fechas estaban al corriente de la mala relación que existía en la pareja. Pero la estrategia no ha llegado a buen puerto porque los tres testigos la han situado aquel día en la vivienda limpiando mientras ellos cerraban la fosa.

Este lunes también ha sido la jornada reservada para la declaración de los familiares de Sandra Capitán y Lucía Begines. La madre y la hermana de Sandra han asegurado en el juicio que recibieron amenazas tras hallarse los cuerpos y que tuvieron que cambiar de domicilio. La hermana de la difunta, Vanessa, ha llegado a decir que recibió una carta, aunque no se ha ahondado en su contenido por no ser materia del juicio.

Ambas mujeres han descrito el escenario que se encontraron cuando entraron a la fuerza en la vivienda de Sandra después de que llevara dos días sin dar señales de vida. Tanto Josefa Capitán como Vanessa aseguran que al ver cómo estaba el interior de la casa «tuvieron un mal presentimiento» . En la cocina había unas patatas puestas en la freidora y unas hambuguesas «que olían fatal», por el tiempo que llevaban fuera del frigorífico, encima de la encimera. Fue entonces cuando decidieron denunciar a la Policía. Josefa Capitán afirma que un día antes habían desistido de formular una denuncia porque los agentes les habían indicado que el caso se abriría por la supuesta sustracción de la menor por parte de la madre.

También ha negado conocer a qué se dedicaba su yerno, que ejercía de intermediario de una organización de narcos turcos en España. La Audiencia y la Policía Nacional llevaba desde finales de la década de los 90 investigándolo.

La decisión que pudo haber salvado a Lucía

El padre de la niña asesinada, Joaquín Begines, ha relatado cómo se desencadenaron los acontecimientos desde que el día 16 de septiembre, cuando fueron ejecutadas las tres víctimas, él había quedado con Sandra para recoger a la niña porque le tocaba ese fin de semana. Pero a las cuatro de la tarde, cuando las llamó ya no pudo volver a contactar con ella. Joaquín ha recordado que el día antes, su hija había sufrido un accidente con un patinete que la llevó al hospital. Allí le escayolaron un brazo. «Decidí no llevármela a casa porque estaba muy dolorida y la madre prefirió pasar la noche con ella». A la mañana siguiente madre e hija fueron sacadas a la fuerza de la casa de Sandra para ser ejecutadas ese mismo día. Joaquín se ha lamentado en repetidas ocasiones no haber tomado otra decisión la noche antes del asesinato.

El presidente del tribunal no les ha permitido ni a la madre de Sandra ni al padre de Lucía decir unas palabras. En tono amable les ha recordado que estaban en el juicio en calidad de perjudicados.

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