El rincón de...

«El traje de flamenca es mágico. Te lo pones y te sientes guapa y feliz»

Romana, sevillana, Alexandra del Bene dejó la India para encontrarse en Sevilla con su paraíso. En la caseta de los populares expondrá durante esta semana de Feria su colección de capotes picassianos

Alexandra del Bene junto a uno de sus capotes Vanessa Gómez

Félix Machuca

Siempre me dio usted la impresión de que torea mejor que Morante.

¡Anda! No, no, no. Morante sigue siendo mi maestro. Es mi musa inspiradora, mi alma gemela, cada uno en su arte.

Quiero decirle que en una ciudad con tantos filtros que pasar como ésta, usted llegó, vio y cortó orejas. A eso me refiero.

(Risas) Eso sí es verdad. Qué alegría. Perfecto. Me encanta.

Aún la recuerdo, allá por 2010, en la Revuelta, intentando convencer a los comerciantes de la Plaza del Pan para darle vida a las persianas metálicas.

Sí, sí, aquello fue una de mis primeras faenas, pero todavía era novillera y me faltaba mucho por torear.

Y poco a poco se instaló como un referente plástico en la ciudad, colocando sus trabajos en bares singulares, en efemérides históricas y hasta en la misma fiesta de los toros. ¿Cuál es el secreto?

Perseverancia: quien la sigue la consigue. Trabajar dando siempre el cien por cien, siendo muy profesional y pensando en salir por la puerta grande. Todo lo que he hecho en la ciudad lo ve la gente y eso da una visión global del artista.

También ha dejado su impronta en las pañoletas de las casetas de la Feria.

Lo primero que pinté en esta ciudad fueron pañoletas de las casetas de feria. Y entré en un mundo desconocido para mí.

Por cierto ¿qué pensó cuando vio la Feria por vez primera?

(Risas) Lo primero que vi fue un bosque de tubos y me pregunté: de qué va esto. Un señor que se llamaba Cristóbal me quitó el asombro y me dijo: hija, tenga paciencia, venga por aquí todos los días y verá que antes o después saldrá algo. Aquel verano me lo pegué pintando casetas de feria por toda Andalucía.

La Feria la conquistó poco a poco y después usted se hizo incondicional de lesta fiesta. ¿Cuál es su mejor hora?

Ese tiempo de transición entre la tarde y la noche. Es como si levantaras el telón de un teatro y pasaras de un acto a otro.

Usted es una enamorada radical del traje de flamenca. ¿Por qué?

Porque tiene magia. Sólo poniéndotelo te ves guapa y te sientes feliz.

Alguna vez no le cerró el traje de flamenca…

(Risas) Una vez llegué a la Feria en bicicleta y con el mantón en la espalda porque no supe cerrarme el traje y en casa no había nadie para ayudarme. Llegué a la caseta y un amigo, al abrazarme, sintió mi espalda y me dijo: qué sexy estás con esa espalda descubierta… Y le respondí: no te entusiasme, es que no he podido cerrarme el traje.

Usted me dijo alguna vez que un traje de flamenca es el mejor antidepresivo.

El traje de flamenca es como un toque de la varita mágica que te transforma sin tener que ir a la clínica de belleza.

¿La Feria es la Sevilla que no se esconde, la que se expresa sin filtros, la más emocional?

Es la esencia, la fragancia de la ciudad. Es inclusiva y a mí me parece que es la fiesta más bonita que hay.

En cambio le cuelgan el sambenito de que es excluyente y sólo para sevillanos.

No es verdad. Mi experiencia es que tuve siempre las puertas abiertas y no me encontré con casetas con las lonas echadas.

Tengo entendido que, a usted, que no bebe, un venerable señor quiso conquistarla a base de rebujito…

(Risas) Yo bebo poco. Y esa anécdota me ocurrió con un grupo de amigas. Un señor mayor nos invitaba a beber rebujito, insistía en que bebiera más, no paraba. De broma yo le dije: ¡eh niño ¿quieres liarme?! Porque si quieres liarme es mejor que me invites a Coca Cola porque mareada no valgo pa ná. Y me invitó a una Coca Cola.

Imagino que usted me ha concedido la entrevista para que hablemos de su exposición de capotes picassianos. Dígame algo sobre ella.

Esos capotes fueron ya expuestos en la Feria de San Miguel de 2019, en el restaurante Bajo Guía y en los balcones del bar Ventura. Marta Cabrera me propuso exponerlo en la caseta del PP y acepté encantada.

El toro es otro de los filtros de la ciudad que usted ha sabido pasar con elegancia. ¿Ni un revolcón?

(Risas) He tenido la suerte de los audaces y la verdad es que el toro no me ha cogido…todavía. Es verdad que he tenido un buen maestro.

Recuerdo su implicación con los toreros durante la pandemia, con aquella pancarta de diez metros realizada en tiempo récord.

Fue un honor para mi que los toreros me llamaran y me convirtieran en un referente donde apoyarse. Esa pancarta se utilizó en muchas manifestaciones por España reivindicando que la tauromaquia es cultura.

Qué le gustaría más: ¿pintar la portada de la feria o firmar un cartel de toros para la Maestranza?

¡Mamma mia qué pregunta!

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