El testamento de la duquesa de Alba, un año después de su muerte
El 20 de noviembre de 2014, a las nueve de la mañana, falleció en la Casa de las Dueñas la mujer con más títulos nobiliarios del mundo. Pero sigue viva en las conversaciones
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Sus últimas palabras fueron su testamento: «No llamadme señora, llamadme Cayetana» . Las enfermeras del hospital del Sagrado Corazón que la habían atendido en su agonía recibieron ese legado final de la «Gitana de Alba» , duquesa de los pobres, libérrima y humilde señora catorce veces grande de España. Ese hálito salió de sus labios el 17 de noviembre en la UCI. Para quienes la querían de verdad, fue el epitafio que certificó su muerte , aunque su corazón tardara todavía en pararse tres días más. Todo ocurrió temprano, cuando el sol apenas asomaba por las tejas. Viernes. Ella dormía sin cesar desde que los médicos decidieron que regresara a su Casa de las Dueñas . El campanario de San Juan de la Palma acababa de dar las nueve, pero esa mañana sonó como un doble de metales. Cayetana Fitz-James Stuart, la mujer con más títulos nobiliarios del mundo , acababa de morir en Sevilla, la ciudad en la que aprendió a levantar sus brazos para bailar como Pastora Imperio y para coger las nubes. El rincón en el que se enamoró por primera vez viendo torear a Pepe Luis . El paraíso de su eterna e inamovible niñez. El templo en el que vivía el Señor de la Salud, padre de los gitanos de sangre azul que desde entonces no han parado de cantarle por seguiriyas.
En cuanto el silencio recorrió las estancias, el bullicio rugió en la puerta. Toda Sevilla se echó a la calle para escribir ese capítulo de su historia con las suelas de los zapatos. Desde entonces han pasado muchas cosas. Ha hablado mucha gente. Que si la herencia. Que si sus hijos se llevan de tal manera. Que si su marido ha sido orillado. Que si sus amigos han callado para demostrar su aprecio certero a Cayetana... Probablemente todo es verdad. Una figura tan apabullante como la de la duquesa de Alba no termina de suceder nunca. Siempre vive. Para lo bueno y para lo malo. Un año después de su muerte, sigue estando en boca de la gente. Y en el corazón de los suyos. Ya dijo el cardenal Carlos Amigo en su funeral que la XVIII duquesa de Alba de Tormes era noble por herencia y «muy noble de corazón». El arzobispo, Juan José Asenjo , añadió en la misa que se celebró unos días después en el santuario de los Gitanos que su título más noble «fue el de hija de Dios».
María del Rosario Cayetana Paloma Alfonsa Victoria Eugencia Fernanda Teresa Francisca de Paula Lourdes Antonia Josefa Fausta Rita Castor Dorotea Santa Esperanza Fitz-James Stuart y de Silva Falcó y Gurtubay , cinco veces duquesa, diechiocho veces marquesa, veinte condesa, vizcondesa, condesa-duquesa y condestablesa formó aquella mañana tal lío en Sevilla que todavía puede afirmarse que se está celebrando su entierro. Aún está vigente el llanto de Alfonso Díez tras su féretro. Y las lágrimas de su hija Eugenia durante toda la capilla ardiente en el Ayuntamiento. Y la cola para llegar al Salón Colón. Y la pena en el rostro del entonces duque de Huéscar , heredero del título. Y el gesto descolocado de sus nietos. Y el pañuelo de sus amigos del alma: Carmen Tello, Curro Romero , las hermanas Cobo, Marta Talegón... Y el simbólico paseo del coche fúnebre por delante de la hemeroteca municipal. Allí estaba recogida la historia oficial de una mujer desbordante, no su silenciosa realidad. El papel no recogió jamás constancia de la ayuda callada que prestó la duquesa por tantos rincones de la ciudad. Pero aquel día había en la fila de la Plaza Nueva un montón de mendigos . Por eso la hemeroteca no pudo despedirla a su paso. Ese fue su mensaje al dejar detrás el edificio en el carro de los muertos: seguirás sabiendo de mí.
Hoy se celebra a las doce en Los Gitanos , donde yace la mayor parte de sus cenizas —el resto está en el panteón familiar de Loeches—, una misa para conmemorar el primer aniversario de su fallecimiento. Se escribirá mucho sobre quién va, quién no va, dónde se sientan unos, dónde se sientan otros, quién saluda a quién... Angustias se llama la Virgen que volvía loca a Cayetana. El nombre justo para este trajín. Porque lo único innegable que ha provocado su ausencia es la comprobación empírica de su perpetuidad. El reparto de sus bienes , cuya valoración exacta será siempre un enigma, seguirá derramando mucha tinta, manchando mucho papel, derrochando mucha saliva y colándose en los salones de las casas por la ventana de la televisión. Pero su auténtico testamento, el que la describe como figura gigantesca de la historia de España , ya está rubricado: «No llamadme señora, llamadme Cayetana». Quienes la llamaban así a diario lo saben. Ypor muchos años que pasen, seguirán siendo los herederos legítimos del corazón de la gitana a la que los reyes de todo el mundo tenían que cederle el paso.
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