INVESTIGACIÓN

«Teresa», un robot con inteligencia social

Investigadores de la Pablo de Olavide participan en un proyecto europeo sobre robótica para el cuidado de ancianos

El prototipo permite interactuar a personas desde lugares distantes ABC

P. GARCÍA

La robótica es parte del futuro y, en algún caso, del presente. Así lo corrobora Luis Merino Cabañas , profesor titular de la Escuela Politécnica Superior de la Pablo de Olavide (UPO) y responsable de un equipo de esta universidad que participa, desde hace casi tres años, en un proyecto europeo de investigación conocido por el acrónimo «Teresa» (Telepresence Reinforcement-Learning Social Agent). Su objetivo no es otro que el desarrollo de un sistema robótico de telepresencia con inteligencia social o, dicho de otro modo, aquel que permite a una persona interaccionar con otras situadas en lugares distantes mediante el manejo de un robot con conexiones de audio y vídeo, favoreciendo una comunicación física más cercana.

Estos dispositivos existen actualmente en el mercado y suelen denominarse « Skype sobre ruedas », de forma que con ellos pueden realizarse videoconferencias a través de una plataforma móvil que ofrece a su usuario la posibilidad, por ejemplo, de participar en una reunión con un colega de trabajo en una oficina de París desde otra en Sevilla sin necesidad de estar ligados a un lugar concreto y con la opción de que los interlocutores puedan estar en movimiento. Este tipo de tecnología abarca, además, un variado abanico de aplicaciones para los campos de la salud y los servicios sociales (visitas médicas, asistencia a distancia a clases para niños hospitalizados...)

Sus ventajas

Según explica Merino, estos sistemas son aún algo complicados a la hora de su manejo, por lo que la novedad que pretende incorporar «Teresa» es, precisamente, la sencillez en su utilización . Para ello, se ha recurrido a ampliar las capacidades de estos robots dotándolos de inteligencia social mediante técnicas de aprendizaje automático; unos programas con los que son capaces de llegar a tener en cuenta el estado de ánimo de otras personas, así como situarse de forma correcta para mantener el contacto visual en una reunión o aumentar el volumen si detectan que alguien tiene problemas auditivos.

Son, por tanto, ventajas de carácter «práctico y científico» las que caracterizan a este proyecto europeo, orientado a prestar ayuda a personas mayores con el fin de que puedan mantener contactos y relaciones sociales a distancia cuando, por razones de enfermedad o discapacidad física, no puedan hacerlo de forma presencial. De hecho, el robot ha sido probado en su fase final en un centro de día para ancianos de Francia, donde «familiares, amigos y cuidadores emplearon el dispositivo para entablar un contacto remoto con otros mayores», relata Luis Merino, quien detalla que este robot consiste básicamente en una plataforma móvil conectada a un portátil con cámara y micrófono , y controlada a través del ratón.

Miembros del equipo de la Universidad Pablo de Olavide que lidera el profesor Luis Merino ABC

Un prototipo

El equipo de la UPO ha trabajado, concretamente, en el desarrollo del sistema de navegación del prototipo, lo que permite al robot moverse de forma autónoma por los lugares donde actúa. El profesor de la Olavide reconoce la experiencia y el bagaje que ya acumulan en este ámbito, así como las conexiones internacionales que han ido tejiendo a lo largo del tiempo. «El equipo de la Universidad de Ámsterdam, que coordina el proyecto, es el que contactó con nosotros como expertos en navegación, al igual que hizo —dice— con el resto de participantes (grupos de la Universidad holandesa de Twente, de Oxford y del Imperial College de Londres) en función de sus distintas especialidades». Otro de los prototipos en los que estos investigadores de la UPO dejaron su huella fue en el que se presentó en 2014 en el Alcázar de Sevilla , si bien respondía a una concepción muy diferente del actual. Se trataba de «Frog» , un robot de servicios de última generación para ocio turístico capaz de interactuar con las personas y que, al igual que el que ahora les ocupa, era un proyecto de investigación financiado por la Unión Europea.

«Teresa» está prácticamente terminado, a falta tan sólo de una evaluación de sus resultados que se llevará a cabo a finales del próximo mes de enero en Ámsterdam. Su finalidad no es comercial sino científica , aunque no se descartan, a corto o medio plazo, posibles explotaciones comerciales de algunas de las tecnologías que emplea. «Lejos de sustituir al hombre en sus labores, este prototipo puede ser una herramienta de ayuda y compañía para las personas. No en vano, —continúa Merino—, países como Japón y Corea están invirtiendo en este tipo de tecnologías con vistas al problema que comienza a plantear el envejecimiento de la población».

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