DEPORTE

Teresa Perales: «Con 21 años mandé a mi novio a freír espárragos. Se avergonzaba de salir conmigo a la calle»

La 26 veces medallista olímpica demuestra en el Hospital de Bormujos que no sólo es una gran campeona deportiva y emociona a todos con una charla sincera y sencilla sobre su vida

Teresa Perales arrancó más de una lágrima a los asistentes a la charla que dio en el Hospital de Bormujos JUAN JOSÉ ÚBEDA

JESÚS ÁLVAREZ

Teresa Perales (Zaragoza, 1975) no sólo es una gran deportista (26 medallas de natación en cinco Juegos Paralímpicos) sino una gran persona. Lo demostró ayer en el Hospital de Bormujos , donde la Orden de San Juan de Dios tiene una unidad de lesionados medulares. Con el relato sincero y sencillo de su vida se convirtió ayer en un modelo a seguir (¡qué dificil de seguir !)tanto para los que tienen la movilidad reducida como para los que podemos caminar, a los que nos arrancó lágrimas con su tenacidad, su humildad y su espíritu de superación. Estas, en resumen, fueron las palabras de una gran campeona del deporte y de la vida.

Los inicios . Cuando empecé apenas salíamos en los medios. En 1998 fue mi primer campeonato del mundo e hicimos una concentración en Plasencia en un centro de reforma de menores que en verano estaba vacío. No era accesible, dormíamos con el colchón en el suelo y para pasar a los cuartos de baño había que poner varios taburetes, haciendo el trenecito para llegar al váter. Las duchas estaban en la segunda planta y no había ascensor. Eso ha cambiado mucho por fortuna. Ahora entrenamos en centros de alto rendimiento con chicos y chicas sin ninguna discapacidad.

La enfermedad . El día que ganó Zaragoza la Recopa salí a celebrarlo con unas amigas. Cuando llegué a casa sentí un dolor en los pies. Tenía 19 años y tres meses después estaba en una silla de ruedas por culpa de una enfermedad neurológica. También me afectó a los brazos pero de esto me recuperé.

La lástima de uno mismo . Mido 1,62 y la verdad es que no bajé tanto con la silla, pero la mayoría de la gente me decía o pensaba ¡pobrecita, tan joven y en una silla de ruedas !. Con eso me mataban. Llegué a tener lástima de mí misma y toqué fondo, pero el deporte me ayudó a que la gente dejara de mirarme con lástima. No se trata de ser supercampeones sino de hacer bien lo que sea. Y me encanta la piscina porque no tengo que estar mirando hacia arriba a la gente. Me duele mucho el cuello.

La vida de antes. Me gustaría volver a caminar y subir montañas pero no cambiaría la vida que tengo ahora por nada del mundo. Yo camino, pero distinto.

La vuelta al mundo . Con esta forma de caminar he dado la vuelta al mundo. He estado en el desierto y nadado con tiburones (la silla se quedó arriba). He corrido un rally. He hecho cosas que igual de otra manera no me hubiera planteado hacer . O sí. No lo sé, pero no se puede etiquetar a los que van de pie, que no son el enemigo, ni los que van de pie a nosotros.

Sus vecinos. Nadie quiere estar en una silla de ruedas: es una faena. Yo vivía en un tercer piso con ascensor pero había 25 escalones desde el portal hasta el ascensor. Cuando me quedé así, eso era para mí el Kilimanjaro y algunos vecinos se negaron a hacer la obra para adaptarlo. Esos que decían «pobrecita, tan joven en una silla» se negaron a hacer obras. Eso fue lo peor de todo. Tenía que bajar por el garaje y desmontar las ruedas de la silla en una rampa por la que tenía que hacer zigzag para no caerme . Tardaba mucho y odiaba tener que hacerlo todos los días,pero la otra opción era quedarme en casa y no hacerlo.

Lo peor de su vida . Lo peor de mi vida no fue quedarme en una silla de ruedas sino perder a mi padre. Murió con 45 años, yo sólo tenía 15 y estaba enamorada de él . Eso es lo único que no tiene vuelta atrás. Eres muy egoísta si no aprovechas cada segundo que tienes. Yo no espero a que cambien los demás, quiero provocar yo el cambio. Esa es mi filosofía.

La mentalidad. La silla de ruedas sólo está en el culo, no en la cabeza. Da igual si estás de pie, sentado, entero, o en trocitos. Hay que luchar y hacer las cosas con pasión e intensidad. Cuando empecé a competir dejé por fin de mirarme todos los días los dedos de los pies para ver si se movían

El entrenamiento y el éxito . Logré 26 medallas, pero yo quería 28. No es fácil pero se puede conseguir entrenando. Yo entreno mucho, de cuatro a siete horas diarias de lunes a viernes. El año de la competición también los sábados y los domingos.

Aprender a nadar . Yo descubrí que sabía nadar con 19 años tras quedarme en silla de ruedas. Con 4 años se me daba fatal y me daba miedo. Después de un par de años intentándolo lo dejé. Un profesor le dijo a mis padres que hiciera otro deporte, que nadar no era para mí. Con 19 años lo volví a intentar. La primera vez que me tiré al agua después de mi enfermedad fue con un chaleco salvavidas y un silbato por si me ahogaba. Lo hice por hacer ejercicio. M i primer entrenador me dijo que copiara a un muchacho que había por allí y lo hice. El entrenador me dijo entonces que era «un diamante en bruto que había que pulir». ¡Qué subidón!. Pensé que te dicen eso cuando tienes cualidades para triunfar y más tarde, cuando ya había ganado algunas medallas y le pregunté a mi entrenador si aquel primer día él había visto en mí algo especial, me dijo: «Eso lo digo a todos los que se tiran a la piscina».

Su primer novio . Tenía un novio cuando enfermé. Él se acabó avergonzando de salir a la calle conmigo porque andaba raro y me caía. Le incomodaba y un día lo mandé a freír espárragos.

El amor desde abajo . Vi luego que los chicos en silla de ruedas sí tenían novias pero las chicas no. Decíamos «¡quién se iba a interesar por una chica así!». Pero lo importante es la belleza interior. Y ya sí tenemos novios.

Su marido y su hijo . Después conocí a Mariano y me casé con él. Luego tuvimos un hijo. Con dos añitos le pedí un dia que me acercara la silla. Él lo dijo con naturalidad: « Claro, mamá, es que tú no puedes caminar».

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