Barrios de Sevilla

Las siete vidas de la Alameda

El gran bulevar de Sevilla es la zona que más se ha transformado en la última década, pasando de refugio del flamenco y la prostitución a foco turístico

Transeúntes durante una jornada de fin de semana en la Alameda J. M. Serrano

Elena Martos

Las guías turísticas señalan a Triana como la cuna del flamenco, pero todo el flamenco de Sevilla estuvo en la Alameda . Manolo Caracol, Enrique el Cojo, Antonio el Bailarín, Pastora Imperio o Adelita Domingo , la última de aquella generación a la que todavía la recuerda una placa en la fachada de su academia de tonadilleras, hoy reconvertida en alojamiento turístico. «A ella no le hubiera gustado eso ni todo lo que está pasando», lamenta Manuel Jiménez Amador , que fue vecino y la trató mucho. Todavía reside en el bulevar, en la misma casa que compró su abuelo, el torero Manuel Jiménez «Chicuelo» , que tiene estatua en el barrio y calle en la Feria.

Manuel Jiménez Juan Flores

Se instaló un año antes de la muerte de Joselito El Gallo , que también tuvo un chalet en la misma acera. «Aquella era otra época, la que vivió mi padre, que se acuerda todavía de los cines de verano, los jardines y los locales de flamenco y alterne. Allí estaban los Majarones y allí las Maravillas , que los conocí yo», dice, señalando hacia la intersección con Amor de Dios. «Y las Siete Puertas . Todos desaparecidos hace ya tanto tiempo que ni me acuerdo», continúa el banderillero, que acaba de cumplir los cincuenta.

Entonces la prostitución era tolerada en la zona. Llegó a haber más de cuarenta casas de alterne, pero «la convivencia con los vecinos nunca fue mala», asegura. Los problemas llegaron en los ochenta con la droga , cuando la heroína campaba por toda la ciudad y la Alameda fue punto de venta. Manuel Jiménez reconoce que «fueron tiempos duros, las cosas se pusieron muy negras y algunas familias se marcharon». La propiedad perdió valor y la mejor prueba de eso fue que quedaron solares abandonados durante décadas. « Ves el edificio del Plan B, eso fue un derribo durante más de veinte años . Los niños jugábamos a tirarle piedras a las ratas. ¿Hoy cuánto dura aquí un local vacío?», asegura. Ya entonces se habían perdido los jardines para construir la boca de metro , que luego fue un tanque de tormentas y se cercaron algunos espacios que servían de porterías improvisadas para jugar al fútbol junto a las columnas de Hércules y Julio César.

Jardines de la Alameda en los años cincuenta ABC

Y en esas que llegó la candidatura de Sevilla para organizar la Exposición Universal de 1992 , que transformaría la ciudad por completo. Pero aquella riada de fondos públicos apenas salpicó a la Alameda. «Se construyeron algunas viviendas nuevas cerca de la calle Calatrava y Torneo, pero aquí no se notó nada. Después sí hubo venta de pisos a buen precio y empezaron a venir actores, políticos y funcionarios», recalca Jiménez.

El pavimento se quedó de albero y se plantaron árboles, que alimentaron las esperanzas de los vecinos de recuperar algún día los jardines y el ambiente familiar. Pero a la Alameda seguían sin llegar las familias. Y un jovencísimo Pepe Benavides , empresario de la música, andaba buscado un espacio para crear una sala de conciertos: el Fun Club . Lo que le convenció no fue la ubicación, sino el local, que cumple ya 33 años. «Aquí hubo antes una sala de jazz que no funcionó y antes de eso una tapicería», comenta a ABC. «Llegué en el 87 y a los dos o tres años teníamos un éxito increíble. A pesar del ambiente en la calle, la gente venía a las actuaciones que programábamos y a escuchar música. Recuerdo que una vez hubo que usar la salida de emergencias que daba a Joaquín Costa y cuando abrí la puerta me dio miedo », reconoce.

Pepe Benavides J. M. Serrano

Ya a mediados de los noventa se notó de verdad la transformación y fueron llegando los nuevos locales: El Bosque Animado , el Barón Rampante , el Corto Maltés , el Café Central . El Fun Club sirvió de palanca para revitalizar la noche en la zona y atraer a un público joven. Los estudiantes universitarios empezaron a alquilar pisos en esta parte de la ciudad y a frecuentar los garitos modernos . La Alameda, de pronto, ya no era el gran burdel de Sevilla, sino un lugar de ocio alternativo al que apetecía volver. «En esa época venían y me decían que esto se estaba poniendo de moda y tanto dura la moda que todavía no ha pasado», dice Benavides con cierto pesar. La última reforma hace justo una década , con la sustitución del albero por el pavimento de adoquines amarillos, marcó la nueva etapa. Las familias volvieron al barrio. Muchas formadas por hijos de aquellos primeros residentes que se marcharon cansados de la inseguridad y la suciedad. Y los que no pudieron comprar vivienda en la zona, peregrinan cada fin de semana para disfrutar de los juegos infantiles y de las terrazas .

Aspecto del bulevar en 2003 Díaz Japón

«Reconozco que ahora es un gusto ver a niños en la calle, pero se nos ha ido de las manos», considera este empresario, en relación al boom turístico que vive el entorno. A pocos metros de su negocio ya cuelga otro cartel para construir un hostel en uno de los pocos chalets clásicos que quedan. La cadena Ritual , que ya tiene un alojamiento al final de Calatrava, va a abrir en el número 70 mientras cierran los clásicos, recientemente el Corto Maltés y hace apenas un año el bar Aguilar . «Los precios están por las nubes y sólo ves a turistas, que también vivimos de ellos, pero creo que es demasiado. Ahora es cuando la Alameda se ha prostituido, no antes , porque está perdiendo su esencia», considera Benavides.

Los eventos también son otro foco de fricción para residentes y habituales. Primero fue la fiesta del Orgullo Gay y luego todo el montaje de Navidad. El colmo ha sido el Monkey Week , que durante una semana hace inhabitable el bulevar para Manuel, para su padre Rafael Jiménez y para el resto de vecinos que no conciben su vida en otro sitio. Cuando se les plantea esa posibilidad se ponen serios y responden: «si nosotros también nos vamos lo único que va a quedar aquí auténtico son las columnas, las de la plaza».

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