OFRECERÁ 197 MENÚS

Cena y karaoke para pasar la Nochevieja en el albergue de Sevilla

Está todo previsto, desde hace días: los menús de Nochevieja y el desayuno del día de Reyes

El comedor amplio y luminoso en el que los usuarios celebran las fiestas con karaoke incluido JESÚS SPÍNOLA

AMALIA F. LÉRIDA

Están todos en el albergue deseando que lleguen las Pascuas porque allí se pasa casi como en casa. Son una gran familia que ya ha puesto desde hace tiempo en éste su hogar el nacimiento y el árbol y que ahora ultima su carta a los Reyes Magos.

A la comodidad, luminosidad y limpieza de estas instalaciones que gestiona Grupo 5 y, que nada tienen que envidiar al trato cariñoso de los trabajadores que les atienden cada día, se suma estas fechas la ilusión de la fiesta de Nochebuena que ya han celebrado y la de Nochevieja, mañana; y, también, para muchos la alegría de recibir esa visita de algún familiar o amigo que lo lleve a su casa a comer para luego trasladarlo, de nuevo, al albergue.

Sonia Morán , la directora de la Unidad Municipal de Intervención y Emergencias Sociales, lleva más de una década en el albergue ocupándose y preocupándose por los usuarios y dice que ya no se ven esas escenas de cuento en la que durante la cena alguien sin techo llamaba a la puerta. Ahora está todo más organizado y la salida a la calle de ese equipo que dirige se intensifica para que nadie se quede a la intemperie.

Está todo previsto, desde hace días. Los menús de Nochebuena, el de Navidad, el de Nochevieja y el desayuno del día de Reyes. Suculentos y variados platos hechos a mano en los fogones del albergue para los 178 usuarios que hay en la actualidad más 19 extras que se han encargado para los que están en el centro de baja exigencia de la Barqueta.

Allí entran a las ocho de la tarde para dormir, desde el pasado 23 de noviembre que se inició la campaña de frío y pueden quedarse hasta el 28 de febrero. Pero no solo comerán muy bien. También beberán y cantarán y actuarán en un karaoke , por no citar a los que se vestirán de Reyes Magos para llevarles a los niños que se alojan con sus padres en los módulos de familia los juguetes. Los mayores también tendrán un detalle, un regalo, como todo el mundo, algo calentito como una bufanda, unos guantes o unos calcetines.

Es la integración máxima que persigue el Ayuntamiento de Sevilla con estas personas que viven en el albergue y a las que durante todo el año se les brinda formación, recursos, opciones laborales y todas aquellas actividades a su medida para que puedan llevar una vida independiente y logren su reinserción social. Además de las zonas comunes, como salón de actos y un jardín muy soleado y cuidado, el albergue dispone de habitaciones para uno y otro sexo y de nueve módulos para familias con niños de los que hay ocho ocupados.

Es una zona apartada con esos módulos —más bien son apartamentos— con amplio salón de estar y salas para lavar la ropa. Los dibujos de los chiquillos adornan las paredes y estanterías con libros, lápices y libretas, junto a sofás de colores para que sus padres puedan despejarse de los no pocos problemas que se les pasan por la cabeza y que hasta le quitan el sueño .

Todos tienen en común que les falta una casa, un hogar y un trabajo pero el pasado los diferencia. Son de Sevilla y de fuera de España, hay universitarios, técnicos, maestros, analfabetos, jóvenes, mayores, solos, con familia, con hijos, con madre y con padre. La mayoría sabe lo que es vivir en la calle, dormir en un banco, lavarse la cabeza en una fuente y estar toda la noche sentado en un poyete por temor a que le asalten y le den una paliza.

Eso ya es el pasado aunque no lo olvidan. Ahora, como todos nosotros, se preparan para recibir el nuevo año.

La comida que toman estas fiestas es artesana y la composición de los platos dista mucho de lo que habitualmente se come en las casas un día normal. Vichyssoise con virutas de jamón (picatostes para los musulmanes) , lomo al roquefort, langostinos, tarta San Marcos, salmón con salsa de marisco, manzana al aroma de canela, bacalao con salsa de pimiento profiteroles de nata y roscón de Reyes, entre otros platos, conforman los menús del albergue de Sevilla.

Entre sus usarios está María . Sus pascuas no son tan alegres. Hace días su madre murió en Rumanía y no le dio tiempo a llegar para verla con vida. Tiene 40 años y una hija de 5 con Youssef , su pareja, diez años más joven que ella y natural de Marruecos.

Estaban viviendo en una casa alquilada compartida con otra familia y pagaban de renta 200 euros al mes cada una más agua, luz y otros gastos, pero los ingresos fallaron y ya no pudieron pagarle al propietario.

Ahora, ella, vestida de negro —se excusa con ABC por llevar ese color— llora a su madre mientras reparte ofertas de trabajo para el servicio doméstico y acelera el paso, «que ya sale mi hija del colegio y tengo que ir a recogerla». El padre nos enseña a Sara en un retrato captado con el teléfono móvil, mientras cuenta que llevan una semana en el albergue, «muy bien y tranquilos» pero quiere trabajar y marcharse a una vivienda. Le gustaría trabajar en la hostelería, en la cocina, o como jardinero, «que tengo cursos y puedo demostrarlo».

De ser gerente de una empresa en Huelva e interventor en un banco, Mauri Hernánz , que también es técnico informático, ha pasado a estar en el albergue, y lo que es peor, a no saber qué hacer ni a dónde ir a partir de enero. Ha dormido en las calles de Huelva varios meses y hasta en dependencias comunes del hospital Juan Ramón Jiménez cuyos vigilantes se apiadaron de él porque le daba miedo tanta inseguridad. Tiene dos hijos de 14 y 20 años, está separado y con la familia que le queda en Madrid no tiene mucho contacto.

A sus 43 años de edad y con una formación académica destacada confiesa que tiene que mentir a la hora de hacer su currículum para buscar trabajo porque si no, «no me cogen ya que ven que tienen que pagarme más». «Entonces —explica con tristeza— si he sido director de una empresa de transportes pues pongo peón de carga; como he estado de interventor de banco, escribo administrativo y así, por lo menos, me sale algo. O sea, me bajo la categoría profesional para que me contraten y con lo que me paguen yo sabré administrarme para tener mi vida».

A Mauri lo desahuciaron de su casa porque «me llegaron malos tiempos». Perdió el trabajo y todo lo que tenía.

Pero le queda la esperanza de que alguien le dé una oportunidad y lo contrate para remontar «pues tengo ganas, disposición y mucha vida por delante», asegura convencido.

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