«LA PRINCESA DEL DESIERTO»
La sevillana que corrió mil kilómetros en 20 días
En enero, Sonia Macías culminó en Namibia el mayor desafío físico conocido para reivindicar la figura de la mujer
«Hay que borrar del diccionario la palabra imposible; si uno se empeña, todo se puede», asegura
El mayor desafío físico de la historia parecía ciencia ficción. Correr mil kilómetros en veinte días por el desierto. Pero una sevillana de La Rinconada, Sonia Macías , se empeñó en demostrar que las barreras son casisiempre sólo mentales. Del 5 al 24 de enero cubrió ese millar de kilómetros en Namibia. La hazaña la convirtió en «La princesa del desierto», que es el título del documental rodado para perpetuar la gesta.
—Pero este enorme reto deportivo, físico y mental tiene mucho de metáfora, de símbolo, ¿no es así?
—Correr es sólo la excusa. El motivo de fondo es una reivindicación de la figura de la mujer en el deporte y también lanzar un mensaje de superación, de demostrar que las cosas se pueden conseguir. Que las personas, y especialmente las mujeres, pueden lograr lo que se propongan superando sus miedos. El promotor del desafío me dijo que él iba a cambiarme la vida, pero que la idea es que yo también pudiera cambiársela a mucha gente con el mensaje que queremos trasladar con el reto. Hay que tachar del diccionario la palabra imposible. Si uno se empeña, todo se puede.
—¿Cómo surge la idea? ¿Cómo le llega el proyecto?
—La iniciativa es de Álvaro Cuadrado, productor, cineasta, publicista, promotor y ahora también mi socio. Yo ya participaba desde 2013 en pruebas de ultrafondo y descubrí unas conferencias sobre motivación que impartía Álvaro sobre conseguir los sueños. Comencé a seguirle y contacté con él para proponerle que hiciéramos algo que pudiera luego servir de ejemplo para muchos. A los pocos días me llamó y me preguntó si sería capaz de correr mil kilómetros por el desierto.
—Y le preguntó si había bebido...
—(Risas) No, no. Le dije que sí, que si me daba tiempo para prepararme lo haría. Enseguida se involucró, lanzamos una web, dimos charlas y buscamos patrocinios por todas partes. Porque se trata de un proyecto a largo plazo. No es sólo este desafío y se acabó. No es un simple evento sino una idea para proyectarla en el tiempo con formación, apoyo humanitario y para que más adelante no sea yo la que corra sino otras mujeres que alimenten esa concienciación. Yo quiero seguir dando charlas sobre motivación entrenando a mujeres. Es lo que me apasiona. Acabar con las barreras.
—El desafío ha tenido también un componente humanitario, por tanto.
—Sí, sí. Esto no es una chica que corre. Ni queríamos que el documental fuera eso. Sitio al que fuésemos, debíamos ayudar. Namibia es un país con enormes contrastes, con mucha gente pasándolo mal. Los patrocinadores nos dieron comida y juguetes que íbamos dejando por donde íbamos pasando. Un día en un poblado, otro en un orfanato... El último día, de hecho, la carpa que llevábamos para el avituallamiento se la dimos a una familia. Lo que para nosotros era una simple carpa, para ellos es una casa. Ahora el documental también queremos usarlo para fines humanitarios. La experiencia en Namibia me ha enseñado mucho. Me ha hecho llorar bastante, pero también me ha mostrado qué es lo verdaderamente importante y qué no.
—¿Qué preparación física ha tenido que llevar a cabo para algo así?
—Ha sido brutal. Me puse en manos de un entrenador, no tengo capacidad ni disciplina para hacer algo así conmigo misma. Ha sido muy exhaustivo, con revisiones continuas y bloques de entrenamiento de 200 kilómetros en cuatro días con el calor del verano de aquí, para acostumbrarme a África. Durísimo.
—También habrá tenido su punto de dureza la financiación, imagino...
—Bastante, bastante. He alternado los botines para entrenar con los tacones para ir de puerta en puerta buscando dinero. Muchos nos la cerraron, pero afortunadamente se logró tras mucho trabajo. Sobre todo con Square Ventures, que es la empresa de mi socio y aporta finalmente el ochenta por ciento de los fondos. Pero también hemos logrado el apoyo financiero de Borgues, Gaes Solidaria, SACT, Bad Toro y Serviprinter. Sin ellos hubiera sido imposible.
—¿Qué siente alguien justo antes de empezar a correr mil kilómetros, antes de lanzar la primera zancada?
—Uf, pues nunca lo olvidaré. Eran las seis de la mañana, estaba sobre una loma para empezar un camino descendente y tenía ante mí la inmensidad. Llanuras, montañas... Una pista infinita. Me puse música y empecé a gritar y llorar de emoción abrazada a Álvaro, porque el desierto de verdad fue llegar allí, lograr cumplir el sueño. Namibia en realidad fue un oasis. El desierto de verdad es no poder cumplir tus sueños, no llegar.
—La travesía habrá estado plagada de momentos excepcionales, imagino. ¿Destacaría uno especialmente?
—Pues hubo muchos, pero es verdad que el último día, cuando culminé los mil kilómetros justo en la cúspide de una duna y con el desierto entero a mis pies, tuve una sensación impresionante. Me llevé las manos a la cabeza y me puse a llorar emocionada. Hubo días muy malos, con dolores tremendos o también fiebre, pero sabía que tenía una meta, un objetivo, un final, y eso hace que te acuerdes de gente que en su vida no tiene esa meta, que lo pasa mal y que, a diferencia de mi carera, no ve que haya una meta a la que llegar. Eso sí que es duro, no esto que yo he hecho.