Sevilla
El SAS traslada las aglomeraciones dentro de los hospitales a la calle y al sol
La medida para evitar bullas en los centros está provocando centenares de quejas, ya que no se deja entrar a los pacientes hasta diez minutos antes de su cita y esto provoca concentraciones en la puerta
El SAS acusa a los enfemeros de Urgencias de cobrar tres millones de euros de forma «irregular»

Diez de la mañana. Ya pica el sol de julio en las explanadas. En Traumatología del hospital Virgen del Rocío hay una cola de media hora. La imagen se repite en el Centro de Diagnóstico, en las consultas del Maternal, en el edificio de los laboratorios...
Las aglomeraciones en las puertas de los centros sanitarios llaman la atención. En el Macarena han puesto incluso unos toldos porque hay que esperar al sol. El Servicio Andaluz de Salud ha ordenado que no entre nadie en las instalaciones hasta diez minutos antes de la hora de la cita para evitar que se produzcan concentraciones de personas dentro.
El protocolo del Covid-19 exige un control que en la planificación suena bien, pero la realidad es mucho más cruda. En cada puerta hay un guarda de seguridad de una empresa privada que rápidamente se convierte en el blanco de las frustraciones de los pacientes. «Llevo media hora en la cola y voy a entrar se ponga usted como se ponga», le grita un hombre mayor al que está en el acceso de Rehabilitación. El señor ha llegado con tiempo porque viene de un pueblo, ha hecho la cola al sol y, cuando ya sentía el flujo de aire acondicionado del hall de entrada, el guarda le impide el paso. «Faltan todavía veinte minutos para su cita, tiene que esperarse porque no puede entrar hasta diez minutos antes». La discusión es larga y el empleado de seguridad empieza a sentirse desbordado.
A las protestas del anciano se suman otras personas a las que les ha pasado lo mismo y aguardan en un lateral. Cuando se viene a dar cuenta, el guarda está rodeado y la hilera de personas se ha apelotonado, por lo que intenta solucionar el problema a gritos: «¡Todos a la puta cola!». El conflicto se agrava. «¡Oiga, a mí no me grite, hábleme usted con educación» .
Una mujer de unos setenta años intenta aprovechar la zaragata para colarse. El hombre de seguridad la pilla. «¡Señora, señora, ¿a dónde va usted?». Se ha formado tal revuelo que nadie guarda un metro y medio de distancia con los demás pacientes. Algunos incluso se quitan la mascarilla porque están asfixiados. Hace tela de calor. Bienaventurados los que tienen la cita a la una de la tarde porque de ellos será el reino de los cielos.
Esta misma escena se repite en todos los centros de salud cada día. Los guardas se juegan el tipo porque mucha gente pierde los nervios . Paradójicamente, en el edificio de Rehabilitación del Virgen del Rocío, al que la mayoría de pacientes acude por algún problema físico, también hay que hacer la cola de pie .
En el Macarena se han tomado al menos la molestia de entoldar la zona de espera y de poner unas sillas que parecen un juego. La cola avanza de asiento en asiento. Hay que hacerla cambiándose de silla cada vez que entra uno. Pero lo más llamativo es que lo que el SAS persigue con esta medida no tiene ningún efecto. En teoría, no se puede entrar hasta diez minutos antes de la cita para evitar concentraciones que propaguen el virus, algo muy lógico en un lugar al que, además, acuden personas enfermas. Pero el resultado final es que la gente se agolpa en la puerta de los centros y se producen discusiones que en algunos casos son muy agrias. Al guarda del Centro de Diagnóstico, una mujer a la que se escuchaba despotricar desde que se puso en la cola le dijo cuando la paró en la puerta: «Déjame pasar que te meto una hostia». Otro griterío.
El trabajo de los vigilantes, que están contratados por empresas externas, se ha complicado mucho en estas circunstancias. Pero más allá de trifulcas para conseguir llegar hasta la consulta, este plan de espera en el exterior tiene otros inconvenientes. Las aglomeraciones se producen, aunque sin aire acondicionado. Son las once de la mañana y ya ha caído la primera mujer al suelo víctima de una lipotimia . El guarda se baja la mascarilla hasta la barbilla y resopla. Le queda todavía por delante más de media jornada de trabajo y desde su sitio ya no se ve el final de la cola.
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