Misión en Tres Barrios
Sevilla toca en Los Pajaritos las llagas del Señor
El Gran Poder llevó a una multitud a la ciudad olvidada superando las barreras físicas y rompiendo estereotipos

En la piel oscura de ese hombre asomado discretamente a una pequeña ventana de la calle Alondra estaba la carne del Gran Poder . El traje humilde de aquel otro vecino que bajó a su portal de Navío Argos era la túnica ... lisa y arrugada tras diez horas de camino del Señor. Bajo la suela gastada de Villanueva estaban los pies cansados del Dios de toda Sevilla, el que se cruzó la ciudad de punta a punta como puente hacia el olvido. Allí, más allá de la frontera intangible del Tamarguillo , el pueblo tocó las llagas en carne viva del Señor. La crónica la escribió el profeta Isaías : «Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo y cantará la lengua del mudo, porque han brotado aguas en el desierto y corrientes en la estepa». La señora invidente que palpó las andas mientras se elevaban en la calle Juan de Mesa vio verdaderamente a Cristo. Ante él llevaron a los paralíticos, que lo esperaban en la primera fila en cada calle desde que salió cuando aún volaban los vencejos del amanecer y hasta que se recogió cuando el sol se puso por el poniente de la barriada de la Candelaria . Allí estaban los descartados de los descartados, que fueron a los que pusieron bajo su mirada.
Esa es la misión que ayer abrió el Gran Poder. Sevilla le puso nombre a las calles de las barriadas a las que nadie quiere mirar. Le puso cara a sus vecinos, que se rompieron cuando vieron pasar al Señor bajo sus humildes bloques y emocionaron a quienes lo traían desde el mismo centro de la ciudad. En Los Pajaritos se conocieron las dos sevillas , imperio del Señor, donde conviven los ricos con los pobres, los nacidos en esta tierra con los africanos, los latinos y los musulmanes. Y los descreídos, que ayer vieron a Cristo obrar el milagro. Todos bajo un mismo Dios .
En la travesía desde San Lorenzo a la Blanca Paloma había cientos de miles de historias. Como la de la señora de 92 años que, desde su balcón engalanado con un mantón en Cristo de la Sed le cantó rodeada de su familia la saeta más honda: «Gracias Señor por librarme del virus, y encima tus hijos te traen a mi casa». Los novios a los que visitó el Señor mientras se casaban en los Negritos guardarán la mejor foto de su vida. El vecino del piso situado frente por frente a la parroquia de Los Pajaritos al que el Gran Poder miró cuando entraba de espaldas y que sostenía el cuadro con la foto de su madre fallecida . La joven con su pequeña en brazos que atravesó la bulla con un ramo de flores, en la calle Galaxia, y a la que dejaron tocar el friso dorado de las andas y acariciar el llamador desconsolada. La anciana con el traje negro y el cíngulo que tiraba besos en Cruz del Sur a los de la junta de la hermandad por traerle a su barrio al Señor al que acude a rezar cada viernes en la basílica. O el hombre que perdió a su padre por el Covid cercana la Epifanía y que regresó sin articular palabra tras verlo por las amplias avenidas de Luis Montoto.
La ciudad contará siempre cómo fue el día que el Gran Poder rompió las barreras físicas y los estereotipos , cómo una imagen con 400 años de historia es capaz de devolverle la vida a una ciudad sumida en una tristeza infinita desde hacía más de año y medio. Cómo ese hombre que camina se mudó durante un mes santo a la casa del pobre para que toda Sevilla sea capaz de acariciar a los más débiles llevándose a todos los devotos en peregrinación hasta las periferias. Cómo recuperó las multitudes y borró para siempre las distancias de seguridad.
La misión del Gran Poder comenzó a las nueve . Sonaron las campanas de la torre de San Lorenzo y se abrieron las puertas tras un cerrojazo que enmudeció a la plaza. Cien hermanos de luz le abrían camino al Señor, que fue recibido por un Padrenuestro en forma de saeta y por la luz del sol que le dio de plano en Conde de Barajas , justo en el cruce con la calle que lleva su nombre.
Por Trajano se encontró con los niños que nunca antes le vieron caminar. Aquellos nacidos durante una pandemia y que ya identifican al Señor en las estampas, a las que besan. El Gran Poder se enmarcó entre los globos infantiles en la Campana , pasó bajo las maderas de las Setas por primera vez en su historia y enfiló la recta hasta su origen. «Aquí fue donde Sevilla le vio por primera vez el rostro hace 400 años». En el santuario de Los Gitanos , que se levanta sobre el desaparecido convento del Valle donde llegó el Señor desde el taller de Juan de Mesa, se encontró cara a cara con el Cristo de la Salud. Los Gitanos regaló un grabado del siglo XVIII de un cuadro de Rubens sobre la adoración de los Reyes Magos, que es la Epifanía que manifiesta el Gran Poder de Dios y tres paños de altar, uno para cada parroquia que habitará en los Tres Barrios y Amate. La voz quebrada de José Valencia retumbó en la plaza al salir el Señor del santuario.
En la Ronda Histórica no cabía nadie, sólo el silencio. Enfiló Luis Montoto , el acueducto, hasta llegar a las Hermanitas de los Pobres , donde los ancianos de la residencia recibieron al Señor con un aplauso y lágrimas.
Cruzó Nervión , pasó por el lugar que dio origen a la leyenda, donde le esperaba la familia del futbolista Araujo y salió al Tamarguillo . Las tres cruces parroquiales de la Blanca Paloma, la Candelaria y Santa Terera estaban apostadas en el bulevar, marcando el comienzo del territorio de misión, y se colocaron delante de los ciriales del Gran Poder hasta la entrada. Estaban allí los párrocos.
Y el tiempo se detuvo. Ya no había relojes. Desde que enfiló la diagonal de Los Pajaritos que lleva desde el Tamarguillo a la enorme plaza donde se levanta la parroquia, delante de las andas la policía nacional y los miembros de la junta de gobierno advertían de cada persona en silla de ruedas o anciano impedido que estaba viéndolo pasar. Se paraban las andas y se abría el pasillo hasta colocarlos delante. Detrás, una fila interminable de devotos, la mayoría vecinos de estas barriadas, que cantaban el ‘Perdona a tu pueblo’ y un padrenuestro que resonó en el corazón de las zonas más deprimidas de España. «Señor que todo lo puede, te pido Salud»; «qué guapo eres, hijo, ahora ya es la hora de nuestra muerte»; «Señor, gracias»... eran los rezos en voz alta.
El Cristo de la túnica humilde y los pies descalzos atravesaba los bloques desvencijados, adornados con lo mejor de cada casa, a veces lo único. Y mientras tanto, el sol iba cayendo entre un cielo que pasó de estar despejado a nublado cuando el Gran Poder llegó al territorio de misión. Se levantó el fresco, un escalofrío, cuando al Señor le despojaron del estípite de la cruz para poder superar la pequeña puerta de la parroquia, con los portadores echándolo a tierra. Eran las 19.45 horas del 16 de octubre de 2021 . Un día para la historia de Sevilla. «Proclama mi alma la grandeza del Señor» , se lee ahora en el altar que preside el Dios de toda Sevilla.
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