Sevilla
«Un terrorista del Grapo hizo una conversión increíble. Todos somos capaces de lo mejor y lo peor»
Pedro Fernández Alejo, párroco del Polígono de San Pablo y capellán de la cárcel Sevilla-1, lleva más de 40 años ayudando a la reinserción de los presos en la sociedad y ha logrado indultar a varios sin delitos de sangre
Pedro Fernández Alejo (ldeadávila de la Ribera, Salamanca, 1947) es el párroco de la iglesia San Ignacio de Loyola, sede canónica de la hermandad de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado , que sale cada Lunes Santo de este templo situado en el Polígono de San Pablo. No es casualidad, pues, que este sacerdote trinitario sea el fundador de la Pastoral Penitenciaria y lleve más de cuarenta años como capellán de prisiones, puesto que continúa ejerciendo actualmente en Sevilla-1. Licenciado en Teología Moral y Criminología , llegó a Sevilla en 2003 y ha recibido hace pocos meses la Medalla de Plata al Mérito Social que otorga el Ministerio del Interior «por la realización de importantes servicios en el ámbito penitenciario, así como por su importante contribución a la mejora de la actividad penitenciaria en cualquiera de sus manifestaciones».
Fue párroco en la Palmilla de Málaga, algo así como las Tres Mil Viviendas de Sevilla.
Y quizá se quede corto. Cuando lo fui, había unos trescientos vecinos del barrio en al cárcel. Aquí, en el Polígono de San Pablo, sólo hay tres, aunque en los 80 eran bastantes más. Muchos murieron por el sida y las drogas y los que sobrevivieron son ya cincuentones o sesentones. Junto con Manuel Sánchez, el cura de Los Pajaritos, y otros párrocos, creamos un programa de acogida para los presos que salen de la cárcel.
Lleva cuarenta y pico años ayudando a presos de casi toda España.
No parece extraño que lo hagas si eres el párroco de donde sale el Jesús Cautivo. Todos los trinitarios nacimos para la rendención de los cautivos y le recuerdo que esa orden se fundó en 1198.
¿Le ayudó estudiar Criminología para realizar su tarea?
Estudié Criminologia precisamente para eso, para que me ayudara a entender a los presos y su psicología. Los conocimientos de Derecho y Psiquiatría que aprendí me resultaron muy útiles.
Empezó en la cárcel de Carabanchel en una época en la que las prisiones no eran como hoy.
Los finales de los setenta y los ochenta fueron años muy difíciles. En 1979 se produjo un motín con un incendio en la cárcel de Carabanchel en el que murieron varios presos. La prisión quedó prácticamente destruida.
¿Cómo eran los presos de esa época?
Eran más violentos. En las cárceles había muchos presos por delitos de sangre y de terrorismo, tanto de la ETA como del Grapo. También apareció el sida, una enfermedad entonces desconocida que mató a muchísimos presos. Algunos se cortaban las venas y otros se convertían en esqueletos y morían a chorros todos los meses. Muchos presos se inyectaban la heroína con el cargador vaciado de un bolígrafo «bic» porque no les hacía falta una aguja: se quitaban la costra y tenían la piel como un puré. Entonces no se sabía cómo se contagiaba el sida e ignorábamos si se podía tocar o no a los presos para no contraerla. Todo esa época me marcó mucho y fue muy angustioso para mí.
¿Cómo superó esa angustia?
Con la fe y la experiencia. En 1982 empecé a promover la pastoral penitenciaria con gente también laica. Eso nos ayudó mucho y creo que ayudamos a mejorar las condiciones de vida de los presos.
«En la cárcel de Carabanchel los presos se morían a chorros todos los meses por el sida y las drogas. Superé ese angustia con la fe y la experiencia»
¿Ha mejorado mucho la situación de las cárceles?
Sí. Ha mejorado la situación de los derechos humanos y la atención sanitaria. En mi época de Carabanchel, por ejemplo, no había médicos de forma permanente. Había uno que iba un par de días a la semana unas ocho horas. Los propios internos eran los que repartían la medicación por las galerías. Ahora hay médicos 24 horas al día en todas las cárceles.
¿El preso actual consume menos drogas?
Yo creo que se consume más que entonces pero su perfil es menos violento y las consume de una forma menos agresiva. Ahora se pinchan mucho menos aunque las pastillas y drogas de diseño están haciendo estragos. El año pasado murieron once presos en la cárcel de Sevilla por este motivo. Antes la mayoría de las muertes en las cárceles eran por violencia física entre presos; ahora suelen ser por violencia contra ellos mismos.
¿Qué tipos de delitos están aumentando?
En general, están aumentando los delitos sexuales y de violencia de género. Se observan unas patologías grupales muy marcadas. La sexualidad que se está promoviendo en Internet y medios de comunicación está haciendo mucho daño. Creo que debemos estar vigilantes con eso y tratar de curar a las personas que incurren en estos comportamientos.
Las estadíticas oficiales advierten de las enfermedades mentales de muchos presos. ¿Es un problema tan grave?
Un tercio de la población reclusa tiene alguna patología mental y esa enfermedad no se desarrolló en la cárcel sino en la calle, donde esas personas no recibieron tratamiento. En la prisión, además, se les agravan. Una cosa que no entiendo es que los médicos de la cárcel no puedan acceder al historial médico de los presos anterior a su ingreso en prisión por temas legales. Todo esto retrasa mucho las prescripciones y el tratamiento.
¿Hay hacinamiento en las prisiones?
Siempre lo hay, pero ahora es inferior al de antes, a pesar de que ha crecido mucho el número de supuestos delictivos que contempla el Código Penal. La razón de que no haya tanto hacinamiento está en que los jueces están aplicando alternativas al cumplimiento de penas en prisión. Si no lo hicieran, la situación de hacinamiento en las cárceles sería insostenible. Fíjese que ahora hay unas 65.000 presos en España, cuando hace algunos años eran casi 75.000.
Usted ha conseguido que indultaran a algunos de ellos.
Es algo que intentamos siempre que se dan las circunstancias, es decir, si no han cometido delitos de sangre o sexuales. Cuando llegué a Sevilla, empezamos a trabajar con las hermandades y la fundación Prolibertas en este tema. En la hermandad de la Trinidad ya hemos conseguido una decena de indultos y desde la del Cautivo de San Pablo unos siete u ocho.
¿Cómo era el último preso que lograron indultar?
Se llama Juan, es empresario y un magnífico pintor de cosas religiosas. Tiene 61 años y cometió un delito de lo más tonto, una pequeña estafa de la que no tenía necesidad. No fue una condena larga, dos años y pico, pero este hombre no necesitaba reinsertarse porque tenía familia y buenas condiciones económicas. Cometió un error pero no era un peligro para la sociedad.
¿Qué es lo que pasa después? Cuando un preso queda en libertad y sale a la calle...
Es una pregunta importante porque en muchísimos casos no es fácil su integración en la sociedad, especialmente si el preso ha cumplido una condena larga. Hay que trabajar mucho el tema de la familia, si la hay, y también el de la formación para que puedan encontrar un trabajo que les permita vivir.
«Muchos presos a punto de cumplir su condena me dijeron que no querían salir a la calle. Les produce miedo escénico enfrentarse al mundo exterior»
En «Cadena perpetua», el preso que encarna Morgan Freeman sale de la cárcel después de 35 años encerrado y no logra adaptarse a su nueva vida en libertad, estando a punto de suicidarse. ¿Ha conocido algún caso parecido?
Sí. Eso pasa también en España, aunque más en Estados Unidos por su sistema penal y penitenciario, más duro que el nuestro. Paradójicamente hay un miedo escénico en los presos a salir a la calle, especialmente a los que han cumplido muchos años de condena. Nosotros tenemos un programa para ellos en casas de acogida. El mundo de fuera les resulta hostil y saben que les puede comer. En diez o veinte años, además, ese mundo ha cambiado mucho, de modo que todo es miedo, agobio, angustia. Ese mundo de fuera rompe esa paz psicológica a la que están acostumbrados entre cuatro paredes. Curiosamente, en la cárcel se sienten protegidos: es su zona de confort.
¿Le ha dicho alguna vez algún preso a punto de cumplir su condena que no quería salir de la cárcel?
Sí. Es un deseo interior que tienen algunos de ellos, muchos más de los que creemos. Han perdido su autoestima y no se sienten capacitados. Tienen miedo a fallar. Nosotros intentamos mejorar su fuerza interior y que crean más en sí mismos.
¿Cuáles son las cosas del mundo exterior a las que les cuesta más adaptarse?
He conocido presos a los que les ha angustiado mucho, por ejemplo, el ruido de los coches. Hay muchos a los que se les queda grabado el ruido del cerrojo de la celda el primer día que pasan en prisión y, en cierto modo, se lo recuerda. Muchos no saben lo que se van a encontrar en su casa o con su familia. También tienen la necesidad de ganarse la vida que no tenían en prisión. Han de buscar un trabajo, interactuar con compañeros y acatar las órdenes de un jefe. Eso hace a veces que reincidan en el delito, que es lo que procuramos evitar a toda costa,
¿Se sienten vulnerables en la calle?
Yo diría que se sienten vencidos cuando salen. El mundo normal es difícil para cualquiera pero para ellos lo es mucho más, tal vez porque carecen de formación y de habilidades sociales: no saben estar, ofrecerse o pedir un trabajo. La experiencia en prisión les pesa mucho, les hace sentirse una nulidad, y la sociedad, en general, no les da muchas oportunidades, cuando no los rechaza directamente.
¿Subsiste el analfabetismo en las cárceles?
Calculo que uno de cada tres presos son prácticamente analfabetos que no saben leer y escribir o lo hacen como un niño de 5 años. Cuando estoy con ellos y les pido que lean algo, algunos quieren engañarme diciéndome que les falla la vista para leer. Son demasiado jóvenes para tener vista cansada y lo que ocurre es que no quieren reconocer que no saben leer. Yo les animo a que rompan con ese tabú y reconozcan esa incapacidad y traten de superarla. En la cárcel pueden formarse e incluso cursar una carrera universitaria.
¿La sociedad estimagtiza al preso?
Sí. Los medios de comunicación estigmatizan a muchas personas que han cometido un delito y alimentan ese deseo de venganza que está en la naturaleza humana. Creo que los políticos también son responsables de eso y que deberían invertir más en educación y prevención, en hacer buenos ciudadanos en vez de poner sus ojos en el crecimiento de las penas. Es mucho más fácil castigar que educar.
Prisión permanente revisable: «Pienso que si no crees en el perdón, en la misericordia y en la reinserción de las personas, no eres cristiano»
Supongo que estará en contra de la prisión permanente revisable.
El departamento de Pastoral Penitenciaria, a la que pertenezco, elaboró un documento al respecto que no ha sido leído por la Conferencia Episcopal y que se titula: «El no a la prisión permanente revisable a la luz del Evangelio». Si uno es cristiano, no puede estar a favor. Además, creemos en las personas y en su rehabilitación. Sabemos que las personas son capaces de lo peor y de lo mejor; y Cristo nos enseñó en el Evangelio a creer en las personas y en esa capacidad de cambiar.
¿Usted ha visto algún cambio espectacular?
Sí. Un terrorista del Grapo que formó parte, si no recuerdo mal, del grupo que participó en el secuestro de Publio Cordón, tuvo una conversión increíble. Lo conocí en la cárcel de Carabanchel, donde había 23 presos de esta banda, junto con casi 200 de ETA. Se arrepintió de todo lo que hizo y se convirtió en una buena persona. A otro nivel, en las misas que doy en mi parroquia a veces tenemos presos que piden perdón públicamente a su víctimas y a sus familias. Seguramente en el momento del juicio lo negaron, pero ahora lo reconocen y se arrepienten.
¿No cree que hay personas que no son reinsertables? Pienso en algunos terroristas de ETA o en psicópatas que han asesinado a niños o a mujeres tras violarlas.
Son delitos terribles todos ellos pero si tú eres cristiano, tienes que creer en las personas. La misericordia, la compasión y el perdón es lo que nos tramitió Jesús en el Evangelio. Si no crees en eso, no eres cristiano, aunque vayas a misa todos los domingos. Hay que perdonar setenta veces siete y hasta en la cruz Jesús tuvo un arrepentido: el buen ladrón.
¿No cree que la sociedad debe protegerse de personas que han tenido delitos de sangre y que no ha sido posible rehabilitar? ¿No ha conocido a ningún preso así?
Sí, los he conocido, pero la sociedad debe generar mecanismos de curación y sanación. Con una patología tan grave, tal vez no se puedan curar, pero el Estado debería tener mecanismos para vigilar a esas personas en libertad. He conocido a violadores que sabes que tienen marcada esa psicopatía y no se les podrá dejar en la calle sin vigilancia, pero que tienen derecho a salir de prisión tras cumplir su condena. Y he conocido a otros que han logrado curarse esa psicopatía. Yo creo que hay que intentarlo siempre. El Evangelio habla del endemoniado de Gerasa, al que Jesús logra transformar.
¿No cree que el buenismo puede resultar peligroso?
Estoy en contra del buenismo. Yo creo que hay que ser realista y estudiar bien todas las condiciones de cada persona, acercarse a ella desde el Evangelio. Cuando a una persona se la trata con delicadeza y respeto, cuando se le acompaña con paciencia y se le va haciendo descubrir toda la grandeza que lleva y se es capaz de hacerle ver toda la negatividad que lleva y que puede vencerla, esa persona suele responder.
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