Entrevista

«A Sevilla le hace falta un gran museo de arte sacro. Los cuadros y tesoros no deben estar en las iglesias»

A sus 98 años, Jacinto Maqueda, el médico con más antigüedad del Colegio de Médicos de Sevilla, escribe sus memorias en las que no faltará un capítulo dedicado a la explosión de un polvorín en Cádiz en 1947 que vivió en primera línea y le costó la vida a más de 150 personas

Jacinto Maqueda Juan Flores

Jesús Álvarez

Jacinto Maqueda tiene 98 años y ha ejercido la medicina durante sesenta. Hermano número uno de varias hermandades sevillanas, es el colegiado con más antigüedad del Colegio de Médicos de Sevilla. Este especialista en aparato digestivo que fundó el Sindicato Médico y ha tenido nueve consultas abiertas en Sevilla y provincia a lo largo de su dilatada carrera profesional, es Hijo Adoptivo de Cádiz en reconocimiento a los servicios prestados el 18 de agosto de 1947, cuando era médico militar y tenía apenas 25 años, tras la explosión de un polvorín de la Armada en Cádiz que causó más de 150 muertos.

¿Qué cree que le falta ahora a Sevilla en materia cultural?

El gran museo de Arte Sacro. No es que nos vayamos a llevar la Macarena o el Cachorro a ese gran museo; me refiero a los cuadros y los tesoros de las iglesias. Las iglesias son para el culto y nada más. Lo dice el Evangelio y hay que recordar que el Señor echó a los mercaderes.

Amigo Vallejo, cuando era arzobispo de Sevilla, le nombró «el defensor del Giraldillo».

Eso fue en una conversación que tuvimos tras la celebración de la procesión de la Virgen de los Reyes y le estoy muy agradecido al cardenal, al que me une una buena amistad y que trajo nuevos airers a la Iglesia en Sevilla. Tuve un pequeño roce con Antonio Burgos por este asunto cuando bajaron el Giraldillo para rehabilitarlo y lo pudieron ver de cerca más de 70.000 sevillanos. Burgos decía que las obras de arte tiene que estar en el lugar para el que fueron creadas pero yo creía y sigo creyendo que hay que protegerlas y es mejor poner a la intemperie a las copias.

Siempre ha demostrado una especial consideración hacia las personas dependientes, autistas y niños con síndrome de Down. ¿De dónde le vino?

Me viene desde pequeño porque creo que todos ellos son más dignos de consideración y de cariño. A ninguno le puede faltar nuestro cariño. Yo siempre les he atendido y nunca les he cobrado. Lo hacía con mucho gusto.

Dijo hace algunos años que estaba escribiendo sus memorias. ¿Qué es lo que le gustaría de su vida que no se olvidara nunca?

El no haberlas terminado es el disgusto más grande que tengo ahora, aparte de la pandemia. Mi segunda pasión, tras la medicina, es la escritura. He escrito muchísimo y tengo que seleccionar muchas cosas y ya no me queda mucho tiempo.

Seguro que incluirá la explosión de un polvorín de la Armada en Cádiz en 1947, cuando era médico militar, y que destruyó el barrio de San Severiano.

Fue una enorme tragedia y todavía me emociono cuando lo recuerdo. La onda expansiva arrasó el barrio y una Casa Cuna en la que murieron muchos niños y hermanas de la Caridad. Hubo edificios en los que quedaron sepultados familias enteras. Murieron compañeros míos e hicimos todo lo que pudimos para salvar a todas las personas que quedaron malheridas. Estoy muy agradecido al Ayuntamiento de Cádiz por hacerme Hijo Adoptivo. Hice lo que pude para ayudar, como todo el mundo.

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