El horizonte: Plan Sevilla 2030

La Sevilla futura: el gran reto será no tener que marcharse

El futuro de la capital de Andalucía pasa de forma obligada por reducir el paro, el trabajo precario y la fuga de talento. El «plan 2030» se centra en ello

Alumnos de la Universidad Pablo de Olavide charlan en los pasillos Rocío Ruz

Eduardo Barba

La Sevilla del futuro , tanto a medio como a largo plazo, se va configurando con las realidades cotidianas, indudablemente. Pero también se dibuja, de alguna manera, en planes de futuro de las administraciones para forzar al máximo esa realidad y llevarla a los objetivos concretos que los ciudadanos anhelan; el ideal, la aspiración, la meta teórica que alcanzar dejando atrás los obstáculos de la rutina, tantas veces mediocre. En ese sentido, el futuro de la capital andaluza está quedando perfilado en un documento maestro que pretende reunir el tan repetido y pocas veces encontrado «modelo de ciudad»: el Plan Estratégico Sevilla 2030 . Este plan es heredero del Sevilla 2020, un verdadero fiasco cuyos propósitos apenas se han acariciado, de ahí que se esté intentando —porque su confección continúa— plasmar objetivos más realistas y, de manera muy especial, más consensuados. De hecho, el documento recalca desde el inicio el concepto de «ciudad compartida» como motor de toda la estrategia. Mejor entre todos.

Como es lógico, el Plan 2030 está encabezado por la necesidad de generar empleo y desarrollo económico . Porque, por muchas vueltas que se le quieran dar a todas las propuestas, la cuestión esencial, el objetivo principal y el mayor problema que padece Sevilla es, sigue siendo, el paro, la falta de oportunidades o la escasez de empleos de calidad. La raíz está reseca y es imposible que el árbol crezca en condiciones mínimamente aceptables con un aporte tan escaso; hace falta más agua y también fertilizante, porque sólo con el sol (que metafóricamente se puede identificar con el sector turístico) no es suficiente. El Plan, y con él el futuro de la ciudad, va a estar vertebrado en la necesidad acuciante de generar empleo y aumentar las rentas de los sevillanos, de modo que se puedan afrontar temas como el acceso a la vivienda o la emancipación juvenil, en niveles ínfimos y lastrando ese porvenir de las nuevas generaciones de forma dramática. El gran reto de la generación del 2030, por usar el ejemplo justo a diez años vista, será el de no tener que emigrar para lograr una colocación digna . No marcharse de Sevilla ante la necesidad de sueldos aceptables. Ahora mismo, la mitad de los ingenieros que salen de las facultades hispalenses abandona la ciudad, por utilizar un caso paradigmático; de ellos, el 20% lo hace al extranjero y el resto se queda en otras capitales españolas. La fuga de talento es ahora mismo una verdadera sangría a la que los planes de futuro pretenden poner freno. Desempleo y emigración mantienen aún demasiado peso en la coyuntura económica y social.

El gran objetivo de la generación de sevillanos del año 2030 será no tener que emigrar parta encontrar un empleo digno

La tasa de paro está actualmente en torno al 22% de la población activa y la de paro juvenil sigue superando el 40%, registros que hablan por sí solos de la envergadura del dilema y que explican la existencia del llamado paro estructural. Los datos oficiales más recientes, además, hablan de los «pobres con contrato», una nueva modalidad de marginación generada por la precariedad de las contrataciones laborales: el 14% de las personas con un contrato laboral es pobre o vive en situación de exclusión . La oscuridad de los indicadores y sus consecuencias tanto directas (pobreza y exclusión y aumento de la marginalidad en barrios sevillanos) como indirectas (fuga de talentos a otras ciudades o países) obliga a que esos planes se centren en la creación de empleo.

El Plan Sevilla 2030 destaca, de esta forma, la alianza con el tejido empresarial, el principal creador de puestos de trabajo, para lo que se deben tomar medidas que dinamicen ese sector desde la Administración pública. Se habla, así, de «La triple hélice» , la unión entre poderes públicos, empresas y sector de la investigación como un elemento clave de los próximos años. «Sevilla debe implementar la formación para el empleo, asociándolo a las tecnologías, vinculándolo estrechamente a las empresas que generen empleo estable y de calidad», refiere el plan para vincularlo a los «objetivos de desarrollo sostenible» y detallando políticas activas de empleo que se deben poner en marcha desde la Administración. Ese pacto a tres bandas tiene sus pilares en el Parque Científico y Tecnológico Cartuja, Aerópolis, y el denominado «eje del Guadalquivir industrial», con el Puerto de Sevilla y la Zona Franca como los referentes para poder «ampliar y modernizar el tejido productivo sevillano».

La estrategia, el modelo de ciudad, pasa también por dar de una vez un impulso decidido a «los recursos locales» , ya sean culturales, territoriales, patrimoniales, equipamientos o infraestructuras. Aquí se incluyen, entre otros, comercio, mercados de abastos, artesanía, moda, sector terciario avanzado y parques industriales y empresariales. También «la capacidad de Sevilla en el ámbito de la ingeniería y la tecnología». Va a desempeñar un papel clave, por tanto, el valor añadido que se puede y se debe dar a todos los recursos y productos, un aspecto que se ha convertido ya en clave para lograr más rendimientos y, con ello, un mercado de mayor calidad, más estable y que permita sustentar una nueva economía. Se ha elaborado, al hilo de ello, el ambicioso Plan de Innovación Social para el Empleo de Sevilla . Y ahí casa muy bien esa búsqueda de un modelo definido que está obligado a huir del cortoplacismo del rédito turístico y de los servicios como casi los únicos argumentos de Sevilla y de su propuesta para los que se incorporan a la esfera laboral.

Más allá de los servicios

Para crecer es necesario ganar espacio más allá de las tiendas, los bares, los servicios en general y el turista con una mochila a cuestas, algo en lo que están de acuerdo empresarios y sindicatos y que ha de tener mayor soporte de los poderes públicos en forma de medidas concretas. Pero los hechos, de momento, son tozudos y hoy por hoy la excesiva dependencia de esos elementos queda refrendada por un sinfín de datos. Baste recordar que en 2018, cuando llegaron a la ciudad más de tres millones de visitantes y se superaron los siete millones de pernoctaciones, los ingresos procedentes del turismo supusieron ya el 17% del producto interior bruto sevillano . O que las obras de hoteles se cuentan por decenas en los últimos tres años. Por ello, el trabajo que queda en adelante es duro. No en vano, en esa planificación del futuro inmediato se menciona la «sostenibilidad del turismo, con el interés y el bienestar del ciudadano como centro de la estrategia». En esa conciliación y en la capacidad de mantener su esencia se juega mucho la ciudad.

La meta de la innovación y atracción del talento va a tener en la educación y en el papel de las universidades un punto crucial. Con respecto a la primera, resultará vital para acabar con el círculo de la pobreza que se sufre en varias barriadas , ahora a la cabeza en la triste estadística de la marginalidad en las principales capitales. En cuanto a las segundas, están articulando los métodos para que se reduzcan las distancias entre sus contenidos y el mercado actual. La adaptación en unos tiempos tan cambiantes se antoja fundamental para que se intente alcanzar esa Sevilla que, además del «color especial», posea las condiciones suficientes para que sus hijos no tengan que abandonarla.

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