Historia
La Sevilla exclaustrada: los conventos que perdió la ciudad
La Carrera de Indias atrajo a las órdenes religiosas hasta que las desamortizaciones y la secularización han cambiado el mapa
Aquella Sevilla puerta de América era cosmopolita y llena de una riqueza directamente proporcional a sus desigualdades. El oro y la necesidad espiritual hicieron que desde el siglo XVI , la capital del mundo se llenara de conventos hasta el punto de que gran parte de su territorio y de sus habitantes estaban dentro de un claustro. En 1771, en Sevilla había 66 comunidades masculinas y femeninas tanto intramuros como extramuros. Hoy, puede que haya hasta más aunque con una población tan escasa que está llevando a su desaparición a cuentagotas y, al mismo tiempo, ocupan un espacio mucho menor. Muchas viven en las periferias, sobre todo las de vida activa, ya que es allí donde están llamadas a servir. Otras, han cerrado sus históricas casas porque se han fusionado o han desaparecido.
Esa ciudad conventual ha sido una seña de identidad de Sevilla en su historia que se está perdiendo. A los monasterios del extrarradio de la Edad Media , tras la Reconquista (La Cartuja, San Jerónimo, Los Remedios, San Agustín, la Trinidad o los Capuchinos) se le unieron en la Edad Moderna infinidad de órdenes que daban cobertura desde el Centro a las necesidades de la superpoblación y al calor del negocio colonial de la Carrera de Indias cuando Sevilla ostentaba el monopolio. Además de atender las necesidades espirituales, atesoraron un patrimonio cultural que hoy son los principales atractivos turísticos de la ciudad y fueron la cuna de las hermandades, que son la máxima representación de la religiosidad popular en la actualidad.
El historiador Julio Mayo recuerda que los datos del catastro del Marqués de la Ensenada —que se hizo en el mismo momento que el plano de Pablo de Olavide— arrojaban que el clero «era incluso mayor que la de la población activa» . Una auténtica legión de misioneros que mantenían sus grandes casas con las donaciones de las familias más pudientes y que rivalizaban con la propia Iglesia.
Pero aquello se desmonoró. La Ilustración trajo consigo cierto anticlericalismo e intereses, a veces con el apoyo de la jerarquía eclesiástica , que acabaron con exclaustraciones, desamortizaciones y políticas liberales. Primero, Carlos III expulsó de España a los jesuitas , que en Sevilla tenían hasta siete casas de postín. Su presencia hacía menguar el peso de las parroquias.
La Ilustración trajo consigo cierto anticlericalismo e intereses, a veces con el apoyo de la jerarquía eclesiástica, para cerrar los conventos
A lo largo del siglo XIX, los conventos perdieron fuerza. Mayo afirma que, según algunos documentos, «los hombres se quedaban ‘tomando tabaco’ mientras las mujeres entraban en misa». Esas políticas enfriaron el ambiente, hicieron desaparecer paulatinamente las vocaciones y, en consecuencia, los grandes benefactores que sostenían los conventos dejaron de hacerlo.
Con la invasión francesa, la Administración napoleónica ensayó lo que la postre fue la primera desamortización. Exclaustró a las órdenes masculinas como a los carmelitas. Sus edificios los empezaron a ocupar instituciones civiles y las hermandades, que crecieron porque entraron los seglares. Con el Trienio Liberal (1820-1823), del que ahora se cumple el bicentenario, se acabaron las ayudas económicas y se consumó la debacle institucional de estos monasterios.
Entre 1835 y 1855 , con las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz gran parte de las órdenes perdieron su patrimonio. Llegó su fin. Algunos edificios se reinventaron como centros educativos de élite, como hicieron los salesianos. Su desaparición ha hecho que algunos edificios se hayan perdido por la piqueta. Otros, se han transformado para albergar otras funciones culturales (como el del Carmen o el de la Merced) o, más recientemente, como hoteles (como San Agustín). Y, también, los hay que se han conservado con función religiosa pero ya sin su carisma original (Santa Cruz o la Magdalena).
Cerrado ya el grifo económico y humano, y sin protección alguna para la salvaguarda de una señá de identidad de Sevilla, desde entonces los cenobios han ido languideciendo y los que sobreviven , en muchos casos, es gracias a la limosna .
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