EL PULSO DEL PLANETA

Sevilla espera esta madrugada al nuevo Lindbergh

El suizo bernard Piccard cruza por primera vez el Atlántico con un avión solar. Una travesía con destino a España que recuerda al pionero de la aviación

El Solar Impulse 2 despegó el lunes desde Nueva York y ahora está cruzando el Atlántico rumbo a España AFP

JAVIER ANSORENA

En 1969, a los once años, Bertrand Piccard conoció a Charles Lindbergh en Cabo Cañaveral, durante el despegue de la misión Apolo 12. Al pequeño Piccard lo de atravesar fronteras humanas le venía de familia: su abuelo fue el primero en llegar a la estratosfera en globo y su padre batió el récord en la dirección contraria, al descender en un batiscafo al punto más bajo de los océanos, en la fosa de las Marianas. Quizá en la infinita ilusión infantil llegó a imaginar que un día le compararían con Lindbergh, uno de los héroes de EE.UU. del siglo XX. En 1927, muy joven y con poco experiencia de pilotaje, Lindbergh consiguió ser el primero en atravesar el Atlántico desde Nueva York con su avioneta «Spirit of St. Louis».

En estos momentos, Piccard sobrevuela el océano Atlántico en una aventura pionera, como la de Lindbergh: trata de convertirse en el primer piloto en cruzar el charco con un avión alimentado únicamente por energía solar . Despegó el pasado lunes de Nueva York, del aeropuerto JFK, a pocos kilómetros del Roosevelt Field, en el que Lindbergh empezó su gesta hace 89 años. La travesía se extenderá entre 90 y 100 horas y, si sus planes se cumplen, tocará suelo mañana en Sevilla.

El aparato se llama Solar Impulse 2 , una nave con unas alas con mayor envergadura que un Boeing 747, con una cabina con el peso de una furgoneta y cubierta de 17.000 placas solares que empujan los propulsores. Se trata de la decimocuarta etapa que el Solar Impulse ataca en un intento de dar la vuelta al mundo en un avión movido por el sol, en el que Piccard y un compañero, Andre Borschberg, se turnan en la cabina, donde solo hay lugar para uno. El avión ya ha conseguido atravesar el Pacífico, en una travesía todavía más larga que a la que se enfrenta ahora.

Piccard calienta la comida, hace ejercicio y va al baño en el habitáculo diminuto , pero el gran inconveniente no es el espacio, sino gestionar el sueño. El explorador descansa en siestas de veinte minutos, en una técnica para la que está preparado desde hace años y que debe respetar para controlar los vientos cambiantes del Atlántico. Ayer, al cierre de esta edición, Piccard había completado un 43 por ciento de la etapa y viajaba a una altitud de 8.845 metros –lleva una máscara de oxígeno–, y con la batería del avión cargada al 100 por ciento.

El objetivo del Solar Impulse es abrir un nuevo camino a la aviación sin combustibles fósiles . Algo difícil en el caso del Solar Impulse 2, cuya única ventaja operativa por el momento es que es capaz de realizar trayectos más largos que los aviones que chupan queroseno. Eso sí, a una velocidad tan lenta que obliga al pasajero a flotar varios días sobre el océano, observando ballenas, disfrutando varias puestas y salidas de sol y sin rugidos de motor. No suena tan mal.

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