EN EL ALTAR MAYOR DE LA CATEDRAL
Sevilla despide al «alma» de los Cursillos de Cristiandad durante 60 años
El organista de la Catedral, José Enrique Ayarra, le dedica en su funeral «De Colores», el himno mundial de esos cursillos
El maestro organista de la Catedral, José Enrique Ayarra , ha despedido este lunes a don Publio Escudero , sacerdote y canónigo de la Catedral, con el himno mundial de los Cursillos de Cristiandad, la canción De Colores. Don Publio fue el impulsor a finales de los años 50 de estos cursillos, por los que han pasado más de 22.000 sevillanos, y durante más de cincuenta años fue el «alma de los mismos, a juicio de Ignacio Montaño, expresidente del Movimiento de C ursillos de Cristiandad en la Diócesis de Sevilla. Además, don Publio fue el creador en España de los Encuentros de Juventud a finales de los años 70, encuentros que han reunido en la ciudad a más de 5.000 jóvenes de entre 17 y 21 años.
El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo , ha oficiado en el altar mayor de la Catedral de Sevilla el funeral de don Publio Escudero . Su restos mortales han salido del templo metropolitano en medio de una fuerte ovación por parte de los asistentes al terminar Ayarra de interpretar De Dolores . Para el organista de la Catedral, que en tantos Cursillos de Cristiandad ha participado dando sus particulares «rollos», ha sido su modo de rendir tributo a este sacerdote, que desde hace 49 años celebraba misa diaria en la capilla de la Virgen de los Reyes.
Capellán real y canónigo con dignidad de capellán mayor «por oposición», como le gusta destacar a Montaño, «don Publio recibió como primer destino la parroquia de los Sagrados Corazones en San Juan de Aznalfarache». Desde entonces, este sacerdote estuvo muy vinculado a Regina Mundi, añade Fernando Parra, actual presidente del Movimiento de Cursillos de Cristiandad .
«En 1955 don Publio acudió al primer cursillo de cristiandad que se organizaba en Sevilla. Quedó tan impactado por el cursillo y por su capacidad de apostolado que desde entonces se dedicó en cuerpo y alma a ellos hasta 2005, que lo dejó por cuestiones de edad», cuenta Ignacio Montaño, una de las personas más próximas a él y que mejor le conocían.
«Don Publio no sólo implantó los cursillos en Sevilla por petición del cardenal Bueno Monreal , sino que asistió a todos hasta 2005 aunque no fuese el director espiritual de los mismos», añade Parra. Ignacio Montaño destaca «la importancia de esos cursillos para revitalizar la fe. En tres días que duran ves la manifestación del Espíritu Santo. Hemos visto en ellos conversiones espectaculares. No es de extrañar que nuestro patrono sea San Pablo».
Montaño recuerda que don Publio fue el artífice también de la unificación de los Cursillos de Cristiandad masculinos y femeninos. «Cuando llevaba 50 años de consiliario inventó en 1969 los Encuentros de Juventud porque había muchas personas adultas que acudían a los cursillos y querían que sus hijos o nietos jóvenes fueran pero no podían por no tener la edad suficiente».
El pasado fin de semana, el 139 Encuentro de Juventud se clausuró con la noticia de la muerte de don Publio. Este fin de semana se celebrará el 740 cursillo de cristiandad en Sevilla en San Juan de Aznalfarache, donde la figura de su máximo impulsor estará presente con toda seguridad.
En 2005 sucedió a don Publio como consiliario diocesano de los Cursillos de Cristiandad Manuel Triana . Desde el fallecimiento de éste ocupa su cargo el párroco de Santa Cruz, Eduardo Martín Clemens . Fernando Parra destaca que «aunque existe un director espiritual en los cursillos de cristiandad, éstos están organizados y celebrados por seglares porque es un movimiento de iglesia dirigido por seglares y para seglares, aunque hay sacerdotes que hacen también el cursillo».
Generoso
«Cuando conocí a don Publio era capellán del Pozo Santo y vivía en una vivienda con su padre y su madre. Era una persona muy formada, inteligentísima y con una memoria prodigiosa. Estaba tan entregado a todo el mundo y era tanta la gente que le buscara para consultarle o confesarse que a veces ni iba a dormir a su casa. Su padre me decía: este hijo se va a matar. La mitad de las noches su cama está sin deshacer. Además, era una persona tan generosa que lo que cobraba le entraba por un mano y le salía por la otra», relata Montaño, quien recuerda que era tan austero que llevó la misma chaqueta durante treinta años. «Un 21 de enero, festividad de San Publio, le regalamos los amigos una chaqueta», añade.
Sus artículos mensuales, publicados en la web del Arzobispado de Sevilla, han calado hondo. «Sus escritos los leían muchas personas, entre ellas Carlos Espinosa de los Monteros o el general Eduardo González Gallarza, quienes ya me han dicho que los van a echar de menos», cuenta Ignacio Montaño. Parra subraya no sólo su categoría intelectual y profundidad, sino también lo moderno que era en sus planteamientos... a sus 92 años.
A partir de ahora se van a suceder los homenajes a don Publio, asegura Montaño, para quien «este palentino tenía alma de santo. Era un ser extraordinario, algo que supieron ver todos los arzobispos, desde Bueno Monreal hasta Juan José Asenjo. Todos han calificado a don Publio como el alma de los cursillos de Cristiandad de Sevilla».
En una entrevista, don Publio defendió la importancia de los Cursillos de Cristiandad de Sevilla por el bien que había hecho a la Iglesia y a la sociedad en general. «En sus comienzos, en plena dictadura de Franco, fue un gran shock para los más conservadores y también para algunos obispos. En realidad, el movimiento de cursillos fue un adelantado de su tiempo. Antes del concilio Vaticano II se llevaban ya dando cursillos durante 11 años, como una avanzadilla de la línea teológica que después quedó proclamada en el propio Concilio. Todo ello -dijo- no estuvo exento de fuerte crítica y persecución».
Sin embargo, con el tiempo los cursillos se fueron consolidando y despertaron un gran interés como algo revolucionario porque lo llevaban los seglares. «Esa corresponsabilidad -manifestó don Publio- resultaba revolucionaria en una Iglesia en la que los fieles eran absolutamente pasivos. Se empezaron a interesar los párrocos. Tenían que hacer cola para pedir plazas para el cursillo, sobre todo a raíz del cambio que habían dado algunos de su arciprestazgo. También iba gente suelta, sin plaza, simplemente por si fallaba alguien, para ocupar su plaza. Había gente que se quedaba llorando porque no había podido entrar en el cursillo. Se despertó así una gran ilusión y esperanza en un movimiento que producía esos efectos». Don Publio lo describía de esta manera: Nadie salía del cursillo siendo la misma persona. «El primero yo, que no salía de mi asombro. Para mí una gran sorpresa, una experiencia que me cambió la vida », confesó don Publio.