Sevilla
«Desde la UCI, con mi nuevo corazón, veía a los sanitarios comiéndose las magdalenas de mi madre»
Juan José Jurado, de 41 años, que recibió este órgano en 2016, dice que está vivo y con una hija de 16 meses «gracias a la generosidad del donante y a la sanidad pública española, que es la mejor del mundo»
Juan José Jurado, un pequeño empresario de la localidad sevillana de Herrera , perdió muchos kilos en el hospital (mide 1,80 y se quedó en 60) tras recibir el 18 de julio de 2016 un corazón que le ha devuelto la vida. A él y a su hija Rosa , de dieciséis meses, que nació justo a los dos años de su operación. Una feliz coincidencia.
Su posoperatorio fue largo, de casi un año. «Salí muy debilitado pero logré recuperarme» , dice. Juan José sabe que deberá estar toda la vida tomando inmunodepresores a diario y que no podrá tomar el sol si no quiere desarrollar un cáncer de piel. Cada seis meses tendrá que hacerse una revisión del corazón y cada año un cateterismo . A pesar de todas esas limitaciones, Juan José cuenta que se siente casi como un «caballo desbocado, mucho más activo que antes» y que en estos tres años ha hecho crecer mucho su empresa. «Un amigo me dijo que el cirujano me metió el nuevo corazón con mucha fuerza porque salí más acelerado, haciendo deporte y con mucha actividad. Mucha más que antes». Tampoco le gustaban tanto los dulces: «Ahora tiemblo cuando veo un pastel», dice.
Durante los días anteriores al trasplante y durante todo el posoperarotorio, la madre de Juanjo les llevaba dulces a todo los profesionales sanitarios de Trasplantes y Cardiología del Virgen del Rocío. «Recuerdo todavía, cuando estaba en la UVI, ver a los lejos a un médico o enfermero comiéndose una de las magdalenas de mi madre en un descanso», bromea. Sus abuelos, de 86 años, no paraban de hacer pasteles para aliviar la tensión de aquellos momentos. Hoy viene a una revisión al hospital y se trae unos mantecados de Herrera, donde hay una fábrica no tan famosa como las de Estepa ( «pero sí tan ricos», dice ), para regalárselos a los médicos y demás profesionaels sanitarios. Posiblemente no se fabriquen suficientes dulces en todo el mundo con que agradecerles su labor: «Yo estoy vivo gracias a esos familiares que donaron el corazón y gracias a los profesionales que me lo pusieron. En definitiva, estoy aquí con mi hija pequeña gracias a la sanidad pública».
Juan José no sabe nada de la persona que le cedió su corazón, aunque le gustaría saberlo todo para agradecérselo a sus familiares. «Desde que me lo pusieron, en mi comarca, cuando muere alguien, dicen si ha donado o no. Antes de lo mío, no se hacía y le aseguro que casi siempre es que sí. La gente está muy concienciada y es muy generosa».
El Hospital Virgen del Rocío encargó un monumento de homenaje a los donantes y sus familias que se colocó a la entrada del hospital general, a la vista de usuarios, familiares y profesionales. Son ellos, y los profesionales de este hospital público, los que hicieron posible trasplantar en lo que va de año 174 riñones (de los cuales doce fueron a niños), 64 hígados, 37 córneas y 15 corazones.
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