Francisco Robles - NO DO

Señoritos del siglo XXI

No les hace falta que les escriban epitafios porque siguen ahí, en el poder que alcanzaron hace casi 40 años

FRANCISCO ROBLES

A las dos de la tarde el sol se clava como un rejón dulce sobre la ciudad que adivina los primeros pasos de la primavera. En una esquina, el camarero del bar abierto a la calle le sirve lo de siempre al cliente que busca la primera manzanilla. La copa es un fanal de luz atravesada por el mediodía. El cronista conoce al cliente que toma el sol de la manzanilla y la manzanilla del sol como si fuera un personaje de alguna novela de Manuel Barrios. A estos señoritos no hace falta que les escriban epitafios porque siguen ahí, en el poder que alcanzaron hace casi cuarenta años.

Bajo ese mismo sol amable de enero, la portavoz de Susana se dedica a lo único que sabe hacer. Verónica Pérez convoca a los medios en un descampado para darle leña de la buena a Zoido. Su jefa lo dice continuamente desde que llegó al cargo. Con la gestión no se ganan elecciones. ¿Ciudad de la Justicia? ¿Para qué, si aquí casi nadie la reclama? Verónica Pérez, la que se presentó en Ferraz diciendo que era la máxima autoridad del socialismo cuando Pedro el Guapo tenía las horas contadas, se prestó una vez más a ser la voz de su ama. Escucharla con esa indignación impostada causa risa y pena al mismo tiempo. Echa mano de Barrio Sésamo para hablar del Polígono Sur, como si esto de la política fuera lo que es: un juego.

Sostiene esta Verónica a la que no dejaron pasar del vestíbulo de Ferraz cuando era la autoridad —susanista, por supuesto— que Zoido no veía Barrio Sésamo, y que por eso se confunde. Dentro no es lo mismo que fuera. La comisaría van a hacerla a 120 metros del Polígono Sur, y eso no es dentro, sino fuera. Ya tienen la excusa para montar otra campaña. ¡Qué lástima que no actuaran así cuando el académico Marchena ordenó que se repartieran bolsas negras con dinero ídem para los chabolistas de Los Bermejales que acabaron en las Tres Mil! Entonces se fue al garete, por no decir al lugar por donde el grajo vuela bajo, todo el plan previsto. Pero el académico no era Juaninasio, sino la mano derecha de Alfredito Buena Gente, el alcalde de las facturas falsas.

A esta Verónica le dieron media ídem en Ferraz cuando fue a hacerle el mandado a Susana. Ayer debería haberle hecho eso mismo la Sevilla que sigue callada ante los mandamases que han heredado el cortijo. La situación de la comisaría les da igual. Zapatero se llevó ocho años gobernando y entonces no se hizo nada. Lo único que les importa es montar la bulla, el humo que no deja ver la realidad, la gresca partidista que oculte el gran fracaso del Polígono Sur. Ahora les ha dado por la policía, cuando hace poco decían que la solución no podía ser represiva, sino todo lo contrario. Esta izquierda ha pasado de Novecento a Barrio Sésamo. Epi y Blas… Ballesteros. Y Verónica Pérez como la Valentina de los Chiripitifláuticos. A las tres de la tarde, el preboste deja el bar después de haber trasegado lo suyo y se dirige al lugar más cercano que está abierto al tráfico. Despacio. No hay prisa. Allí lo espera un asesor para abrirle la puerta del coche oficial aparcado en doble fila. Como si fuera un personaje de una novela de Manolo Barrios.

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