Coronavirus en Sevilla
Los sanitarios no se consideran héroes y tampoco quieren ser mártires: «Necesitamos más seguridad»
Les emocionan los aplausos pero les invade la ansiedad y la impotencia. Algunos hacen mascarillas de papel en los hospitales y equipos de protección individual con bolsas de basura
A l a joven enfermera le tiemblan las manos cuando tiene que introducir en las fosas nasales de su paciente un frotis muy alargado (torunda) para extraer una muestra. Va embutida en un traje de aislamiento (EPI) tan agobiante como el de un astronauta y las gafas que protegen sus ojos del temido coronavirus se le empañan. Es su primera vez pero no ocurre ningún incidente y el paciente no tose ni expulsa las gotitas contra las que advierten los innumerables manuales anticontagio.
Después de abrirle una vía en el brazo y cumplir con el protocolo de aislamiento, que incluye el traslado preventivo a una sala vacía, tiene que quitarse con mucha parsimonia, como una ceremonia de iniciación religiosa, todo el «equipo de protección individual». Empieza por los guantes, seguramente contaminados con «el bicho», se lava despaciosamente las manos, continúa por el traje como si fuera un artificiero de la Guardia Civil que maneja un artefacto explosivo, sigue lentamente con las gafas protectoras (el único material que se está reutilizando) y acaba con la mascarilla con mucho cuidado de no tocarla por fuera.
Esta escena casi en cámara lenta que transcurre en medio de una gran tensión por el riesgo de contagio se está convirtiendo en algo habitual en todos los hospitales de Sevilla , una provincia en la que sólo han fallecido hasta ahora dos personas con coronavirus (una mujer de 91 años con otras patologías y, ayer, otra de 65) y en la que el número oficial de infectados sigue siendo inferior al del resto de grandes capitales españolas (245, de las que 89 están hospitalizadas).
La sanitaria siempre ha sido una profesión de riesgo con grandes picos de estrés, pero este coronavirus del que aún sabemos poco y para el que no existe vacuna lo ha elevado hasta límites impensables hace pocas semanas. «Aunque estoy acostumbrado a tratar con virus peligrosos como el de la meningitis o la gripe A, no recuerdo haber vivido nunca una tensión tan grande en mis quince años de ejercicio profesional», dice José del Valle , médico del Hospital de Osuna que trata habitualmente con enfermos infecciosos.
A él le cogió el SARS1 como médico interno residente. «Covid 19 es su primo hermano pero está resultando mucho más contagioso. Recuerdo que nos preparamos hace algunos años para el virus del ébola, que era mucho más mortal que todos los coronavirus pues mataba a uno de cada dos infectados , daba igual su edad o si carecía de patologías previas. Por fortuna sólo llegó a Madrid con dos misioneros que lo contrajeron en áfrica y el contagio se cortó».
Profesionales sanitarios de más de 60 años están haciendo guardias de forma voluntaria, a pesar de estar exentos por ley y de que están más expuestos al virus, para que puedan descansar los más jóvenes
Los profesionales sanitarios están acostumbrados a casi todo y saben que una epidemia puede ocurrir en cualquier momento, como un terremoto. «Lo que no esperábamos es que lo hiciera ahora. El de la gripe A se presentó como un virus con gran impacto en las mujeres embarazadas, pero esto es diferente». No las ataca especialmente ni tampoco a los niños. Entonces los sanitarios tuvieron que revacunarse dos veces ese año porque la primera vacuna no era suficiente.
El Covid-19 ha cambiado la vida de casi todos los habitantes del planeta y, muy especialmente, la de los profesionales de la salud, esos héroes anónimos a los que la ciudadanía española aplaude a diario desde ventanas y balcones para agradecerles su labor. «Ahora en cuatro horas sólo puedo ver a tres pacientes porque se invierte mucho tiempo en el aislamiento de los que dan positivo». El resto de enfermedades no se detiene por este virus y siguen invadiendo los hospitales como hace tres semanas.
En todos los hospitales sevillanos se han ofrecido médicos y enfermeros de 60 años, incluso más, para hacer guardias profesionales de las que están legalmente exentos por su edad. Algunos tienen asma y llevan varios años sin hacer una guardia y han aceptado voluntariamente Exponen su salud para que puedan descansar los más jóvenes pero eso no quiere decir que no tengan miedo. «Todos conocemos los riesgos y estamos un poco nerviosos, pero tratamos de controlar nuestra ansiedad», cuenta a ABC uno de ellos, con dos hijos médicos. No les faltan motivos y unos y otros intentan tranquilizarse. Los mayores calman a los más jóvenes, a pesar de estar más expuestos al virus y de que son precisamente ellos, por formar parte de la población de riesgo, uno de los motivos de preocupación de las generaciones posteriores. « Yo tengo 40 años y todo esto no me da miedo por mí sino porque pueda contagiar a mis padres o a mis suegros, que tienen cerca de 70», comenta José.
«Tengo 40 años y me da miedo contagiarme no por mí sino porque pueda contagiar a mis padres o a enfermos de mi hospital», dice el médico José del Valle
Su miedo es el que tienen hoy casi todos los españoles menores de 50 años, contagiar a sus padres o a sus abuelos, aunque los sanitarios tienen muchas más posibilidades que el resto de hacerlo porque están en primera línea de fuego. También les asalta otro miedo no menos importante : que unos enfermos contagien a otros y el hospital en el que trabajan se convierta en un foco de la enfermedad, como ha ocurrido en algunos centros de Madrid, Vitoria o Barcelona.
Todos los protocolos sanitarios que se vienen aplicando buscan con más o menos éxito que cualquier enfermo de coronavirus que entre en un hospital sea aislado y no lo extienda. « El Covid-19 es como una bomba dispuesta a estallar que se presenta en Urgencias y que nosotros debemos tratar de desactivar con mucho cuidado», comenta un médico de Urgencias del Virgen del Rocío, donde se dio el primer caso en España de un paciente con contagio local. Hoy los hay a miles y no ha pasado ni un mes.
Los profesionales sevillanos miran a Madrid con preocupación y leen con pavor las noticias que llegan del norte de Italia de que se está empezando a «priorizar» enfermos y dejando entrar en las UCI, completamente desbordadas, sólo a los pacientes más posibilidades de sobrevivir. Nadie quiere pensar que eso pueda ocurrir en España ni que los facultativos tengan que hacer un triaje con «etiqueta negra» ( el protocolo en guerras y grandes catástrofes naturales ) que deje a un paciente sin el respirador que necesita para seguir viviendo. En Madrid se está empezando a formar a algunos intensivistas por si fuera necesario llegar a ese extremo.
Para que esto no ocurra es necesario detener la curva de contagio y ralentizar la expansión del virus que acabaremos contrayendo la gran mayoría de los españoles (el 60 por ciento, según algunos epidemiólogos). Lo que no puede ocurrir es que nos contagiemos todos de golpe y colapsemos las UCI.
Todas estas circunstancias les provocan ansiedad, aunque muy pocos se han dado de baja. El consumo de ansiolíticos ha crecido en este colectivo al que aplaudimos todas las tardes y que sabe que lo peor está por llegar. Las costumbres en los hospitales se han adaptado a la amenaza vírica y se han cancelado , por ejemplo, las sesiones matinales en las que los médicos se reunían y comentaban los casos nuevos y la evolución de los hospitalizados. El teléfono y la videoconferencia están sustituyendo el contacto directo durante estas evaluaciones, y en la cafetería mantienen la distancia de seguridad sentándose en zigzag, nunca uno en frente de otro. Algo nunca visto para muchos de estos profesionales.
Una auxiliar del Macarena se pregunta si es su deber atender a un posible enfermo de coronavirus sin protección. «Si existe algún motivo que justifique un paro, es nuestra salud y la de nuestra familia»
«El personal de Enfermería lo está dando todo y se merece un diez. Los residentes también están respondiendo con una gran profesionalidad, a pesar de su falta de experiencia. Nadie está aflojando aunque a veces nos rompemos. A mi supervisora se le saltaban las lágrimas en el desayuno . Todos tenemos la sensibilidad a flor de piel», dice José.
Algunos profesionales del Hospital de Écija también rompen a llorar en el coche cuando regresan a casa y desahogan así toda la tensión acumulada durante guardias de veinticuatro horas . Los más jóvenes prefieren no contar a sus padres los problemas a los que se enfrentan y la falta de equipos de seguridad; y si les preguntan por lo que han visto en la tele o leído en Internet, les quitan importancia. «Mi hermano es militar y también estará pasando lo suyo, así que para qué vamos a preocupar a nuestros padres», comenta una enfermera del Virgen del Rocío. Algunos acaban agotados físicamente pero eso tiene arreglo con descanso. Lo más preocupante es el agotamiento psicológico si la situación se prolonga durante varias semanas.
La falta de mascarillas y de EPI (equipos de protección individual) está acentuando esta ansiedad y genera una sensación de impotencia e indignación. Mónica, una auxiliar clínica del Virgen Macarena, se pregunta si es su deber atender a un posible enfermo de coronavirus a riesgo de contagiarse ella y de hacer enfermar a su familia. Raúl, un compañero suyo que trabaja en el área de quirófanos, teme que el contagio de sanitarios, hasta ahora bastante contenido , «crecerá espectacularmente en los próximos días » si no llegan pronto las mascarillas y los equipos solicitados. «No quiero ser alarmista pero si los sanitarios nos ponemos malos, esto podría degenerar en un caos». En Italia, recuerda, se han infectado más del veinte por ciento de los profesionales.
Los nuevos protocolos tratan de administrar la creciente escasez de material y esa es la razón de que las cotizadas mascarillas FFP2 , que eran necesarias en algunas situaciones hace quince días, ya no lo sean hoy. Al menos, eso es lo que piensan casi todos los sanitarios. Rafael Ojeda, presidente del Sindicato Médico de Sevilla (SMS), lo considera «inaceptable» y teme que vaya a peor: «No se puede descartar que se nos diga dentro de una semana que ya no hace falta ninguna mascarilla ».
Algunos profesionales han organizado una protesta para el próximo lunes en la puerta del Virgen Macarena. « Queremos manifestar nuestra indignación pero respetaremos en todo momento la distancia de seguridad entre nosotros», asegura a ABC uno de los organizadores.
Tanto SMS como Satse vienen exigiendo la mejora de las condiciones de seguridad de sus profesionales. «No se puede ir a la guerra sin fusil y me parece que no hay mayor motivo para protestar, incluso un paro, que para proteger nuestra salud y la de nuestra familia», dice una enfermera del Macarena que tiene dos hijos pequeños y cuenta que lo pasa mal cada vez que tiene que entrar en los vestuarios o en los ascensores.
«Si consigues una mascarilla, tienes que reutilizarla una y otra vez porque no sabes cuando vas a ver otra y hay compañeros que llevan siete turnos con la misma», dice. Un compañero lleva siete turnos con una FFP2 (las de mayor seguridad) que sólo deberían valer para uno. Me encanta mi trabajo y me ilusiona poder ayudar a la gente pero voy todas las mañanas con miedo al hospital porque no sé lo que me voy a encontrar», añade con tristeza. Una compañera se pregunta: «Si llegamos a lo de Madrid y no nos dan batas, no sé qué puede pasar».
Tanto en el Virgen del Rocío como el Virgen Macarena están haciendo de la necesidad virtud y elaborando sus propios EPI con bolsas de basura. Las cortan, les hacen las mangas y se las ponen. Algunos profesionales de Radiología del Virgen del Rocío se hicieron con plásticos unas máscaras protectoras muy de andar por casa que no están demasiado conseguidas y que podrían asustar a los enfermos, según una supervisora. Las enfermeras dicen que sólo las utilizarán si se les acaban las gafas.
En algunas pruebas en las que el protocolo indica que no son necesarias, algunas enfermeras que usan lentillas se traen sus propias gafas . Saben que no es lo mismo pero se sienten más seguros casi con cualquier cosa. Con la ayuda de unas tijeras también se están haciendo mascarillas de papel o de tela de sábanas viejas) cuya utilidad resulta cuando menos dudosa.
«Lo único bueno que ha traído el coronavirus es el uso racional que está haciendo todo el mundo de las Urgencias. Así debería ser siempre»
La gente sigue enfermando de otras muchas cosas, como antes del coronavirus, y los hospitales siguen atendiendo cánceres, ictus, pancreatitis, obstrucciones abdominales o fracturas de cadera. «Lo que me temo que ocurra ahora es que alguien que tenga un ictus y llame para pedir una ambulancia y no logre contactar con emergencias por las llamadas del coronavirus», lamenta José del Valle, aunque reconoce que si el Covid-19 hubiera llegado en noviembre, coincidiendo con el pico de la gripe, «todo habría sido mucho peor».
Viendo las imágenes de enfermos tirados en el suelo que ofrecía este sábado el Hospital de Móstoles, desbordado por un aluvión de pacientes con problemas respiratorios, se puede hacer uno una idea de a qué se refiere. Un compañero de José reconoce que a las urgencias de todos los hospitales sevillanos está llegando una tercera parte de los enfermos habituales. «Todo el mundo está muy concienciado y s olo hace uso de las Urgencias cuando realmente lo necesita, y esto es casi lo único bueno que nos ha traído el coronavirus», dice. Hay otra cosa buena, según Manuel Ramírez , administrativo que trabaja en admisión de Urgencias del Hospital Virgen del Rocío desde hace más de treinta años: «Nos ha acercado a mucho a todos los profesionales. Se han levantado muchas barreras que había entre médicos, enfermeros, administrativos y celadores».
Una enfermera de este hospital llegó el otro día a su casa después de veinticuatro horas en el hospital y se encontró en la puerta de su bloque con una vecina que venía del supermercado a la que le pidió que mantuviera la distancia de seguridad . Ella no le hizo caso y tuvo que decirle que venía del hospital. Fue entonces cuando su interlocutora se separó bruscamente y le recriminó con malos modos que no llevara guantes ni mascarilla. Esta persona se mordió la lengua y subió a su casa pensando en lo que había sufrido ese día intubando a un paciente con coronavirus.
Un enfermero puede ganar entre 1.500 y 1.800 euros al mes; un auxiliar o técnico entre 1.100 y 1.300 y un médico sin guardias sale por unos 2.200 euros . «Los aplausos nos emocionaron mucho el primer día y nos siguen emocionando diez días después. Yo espero que cuando todo esto pase, se nos reconozca nuestra labor y esto no caiga en el olvido », dice un médico del Valme. Los profesionales andaluces son los peor pagados de España y vienen pidiendo desde hace años la homologación de su sueldo con Cataluña y País Vasco.
Noticias relacionadas