La salud mental, uno de los mayores desafíos de la sociedad tras la pandemia
Los expertos coinciden en que los casos de trastornos psicológicos han crecido en los dos últimos años
En el foro organizado por ABC y la Fundación La Caixa se debatió sobre la huella psíquica de la crisis sanitaria
En octubre de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya publicó un estudio en el que advertía que «el duelo, el aislamiento, la pérdida de ingresos y el miedo», fruto del estallido de la pandemia del Covid-19, estaban «generando o agravando trastornos de salud mental» y, como resultado, debido al aumento de la demanda de este tipo de atención, los servicios esenciales habían quedado perturbados o paralizados en el 93% de los países del planeta.
Para dar visibilidad a esta situación y aportar soluciones, el pasado martes se celebró, en CaixaFórum Sevilla, el encuentro ‘Salud Mental y Pandemia’, el primero de los cuatro foros que forman un ciclo de diálogos organizado por ABC y la Fundación La Caixa. El acto, moderado por por el periodista de este diario Jesús Álvarez , contó con la participación de tres expertos: Rosa Molina , psiquiatra y divulgadora a través del podcast ‘De piel a cabeza’; José Tenorio , decano del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental; y Luis Gutiérrez-Rojas , psiquiatra en el Hospital Clínico San Cecilio de Granada.
Preguntada por cuáles eran los trastornos más frecuentes a los que tenía que hacer frente como profesional desde que comenzó la crisis sanitaria, Molina expuso que había notado varias fases : al principio, creció el número de pacientes con trastornos del sueño , así como el de personas que habían visto trastocado su proceso de duelo al no poder despedirse de seres queridos fallecidos por coronavirus; luego, se incrementaron los casos de trastornos de la conducta alimentaria y los de autolesiones , a los que siguieron los trastornos depresivos y, más tarde, los intentos de suicidio . Tal y como explicó Gutiérrez-Rojas, los adolescentes se han visto especialmente afectados , ya que están en una época en que la sociabilización es muy importante, «en una fase en que descubren quiénes son y, justo en ese momento, se encuentran con que no se puede salir, que tienen que estar en casa, que se tienen que poner una mascarilla en la cara», lo que se traduce en un fuerte sentimiento de frustración. Esto tiene su explicación, agregó Tenorio, en que los jóvenes «tienen menos mecanismos defensa» , lo que lleva a algunos a incluso decir que no quieren vivir. Para el psicólogo la solución pasa por «favorecer su comunicación, hacer que se expresen; si [esa comunicación] es la única salida que encuentran, hay que dársela». A esto, Molina añade que, «a través de la pregunta, hay que tratar de definir y especificar qué es para ellos ser feliz [...] Es un trabajo reflexión, porque están acostumbrados al sobrestímulo y no se paran a pensar; es otro gran reto».
Hay que aceptar que el dolor también forma parte de la vida
Luis Gutiérrez-Rojas
Psiquiatra en el Hospital Clínico San Cecilio de Granada
Todo ello, coinciden los expertos, ha conducido a que muchos adolescentes busquen la validación social que no han logrado obtener por medio de las relaciones cara a cara en las redes sociales y en internet, lo que, en muchos casos, ha llevado a la adicción a las pantallas . Tenorio, que también es director del Centro Provincial de Drogodependencia de Sevilla, contó que hay jóvenes que manifiestan un «uso compulsivo de internet e, incluso, de los juegos de azar». No obstante, no todos los datos que ha traído consigo la pandemia en el ámbito de las adicciones han sido negativos: el psicólogo aseguró que se ha producido menos consumo de droga ilegal -a excepción de cannabis, en cuyo caso, sin embargo, se ha visto un incremento- y que, en cuanto al alcohol, no se han dado cambios significativos más allá de que su consumo se ha trasladado de la calle a las casas.
Intolerancia a la frustración
Otra de las cuestiones que se llegaron a plantear en el foro, y que continuaba con el hilo argumental, es si las nuevas generaciones tienen menos resiliencia. Al respecto, la postura de Gutiérrez-Rojas era clara: «Estamos experimentando las mejores tasas de calidad de vida, el ser humano nunca ha vivido más, pero parece que nuestra sociedad es menos resiliente », algo que achaca al «tenerlo todo»: «Hay que evitar sobreprotección, hay que enseñar a agradecer, porque, si no, se desarrolla una nula capacidad de frustración. […] Es como el niño que monta una pataleta porque no le compran una piruleta. […] Podemos conseguir hablar más de dolor, aceptar que también forma parte de la vida». Se trata de una situación que «no solo pasa entre jóvenes», dice Tenorio, que coincide en que «hay que desarrollar un mayor afrontamiento de la dificultad, hay que enseñar resolución de problemas y a no reaccionar con conductas de riesgos». Para él, «es básico en la formación de la personalidad entender que no se puede tener todo y que hay que esforzarse para conseguirlo , que vivimos en una zona de confort que no es eterna ni inviolable» para, de este modo, evitar que cuando se produzca una verdadera amenaza, como puede ser la emergencia sanitaria, surja «el miedo, la patología, la depresión».
Las mejor estrategia preventiva es cuidar las relaciones sociales
Rosa Molina
Psiquiatra en Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid
Muestra de ello es que se ha producido, apuntó Tenorio, un « incremento del uso de psicofármacos en la etapa de pandemia, lo que indica que ha habido más problemas psicológicos y que este ha sido el tratamiento predominante». «Suelen ser cuadros leves o moderados, reactivos a problemas concretos», continuó el experto, quien insistió en la importancia del tratamiento psicoterapéutico, algo que suele bastar en estos casos y que se debe combinar con fármacos en los más graves. Con su postura coincidió Gutiérrez-Rojas, que reconoció que, a pesar de que los fármacos funcionen y salven muchas vidas, «hay que hacer un trabajo posterior que es más costoso pero necesario, es sinérgico»: «Si nos quedamos solo en eso [los medicamentos] hay una cierta mejora pero es parcial, no se ha ido a la raíz del asunto. Hace falta tiempo, consultas terapéuticas », agregó. En este punto, Molina advirtió de que «tendemos a medicalizar y psiquitrizar todo», así como a la utilización de las palabras de forma inadecuada, por ejemplo, cuando se escucha a alguien decir, a la ligera, «estoy depresivo o estoy bipolar».
Pero, más allá de los trastornos que han aumentado entre la población a raíz de la crisis sanitaria y del debate acerca de cuál es la mejor manera de tratarlos, en este foro también se quisieron buscar soluciones preventivas . Según Gutiérrez-Rojas, «parece que somos adictos al trabajo, tenemos mil cosas: WhatsApp, la televisión, los medios de comunicación... Hay que salir más, ir al campo, jugar a juegos de mesa, relacionarse con el grupo de iguales en persona . También hay que tener en cuenta la inteligencia intrapersonal, analizar cómo me hablo. A los jóvenes hay que enseñarles a pensar. Si le damos importancia a lo que no la tiene, volvemos a las personas más dramáticas, más neuróticas; generamos la sensación de que todo es angustioso, de que es mala suerte haber nacido en este siglo». A lo crucial que es «cuidar las relaciones sociales y la calidad del contacto físico», Molina añadió la relevancia del conocimiento, de «alimentar el alma» .
Vivimos en una zona de confort que no es eterna ni inviolable
José Tenorio
Director del Centro Provincial de Drogodependencia de Sevilla
Por su parte, Tenorio hizo hincapié en que es necesario lograr que «el interés que ahora se ha despertado por la salud mental haya llegado para quedarse»: «Igual que nos preocupamos por nuestro bienestar físico, debemos hacer que las personas hagan lo mismo con su salud psíquica», subrayó. Una postura con la que se mostró abiertamente de acuerdo Molina, que aprovechó para poner el acento sobre la importancia de acabar con el estigma de la enfermedad mental , en muchas ocasiones, «por desgracia, más limitante» que la propia dolencia.