Rosalía García Aguayo: «Estudio peluquería a mis años para peinar gratis a los ancianos»
Cumple 75 en mayo y está en una academia aprendiendo lo que no pudo más joven
«Yo me voy a la cama y empiezo a llorar. A mí la cama no me cura»
Eso de que «nunca es tarde si la dicha es buena» lo encarna a la perfección Rosalía García Aguayo .
A sus 75 años de edad para mayo ha decidido hacer lo que no ha podido a lo largo de su vida porque estaba trabajando y cuidando a su madre.
Se ha apuntado a la academia de peluquería y estética Diprofem , en la calle Carlos Cañal, para aprender a cortar, y no precisamente para poner un negocio que le ayude a vivir con la «paguita» que le ha quedado sino para ir a las residencias de ancianos y peinarlos gratis.
«Yo siempre he ido a ver a las personas mayores a las residencias. Hay mucho bienestar y los ancianos están muy bien atendidos pero siempre necesitan aun más cariño que el que les dan y que vayan a verlos. Y eso es lo que yo quiero y, de camino, los peino y les hago las uñas y echamos la tarde. En Bilbao ibamos un grupo a las Hermanitas de los Pobres y allí se ponían contentísimos. A mí eso me da la vida. Aquí lo he propuesto pero está costando un poquillo hacerlo realidad».
Rosalía es de Córdoba y se ha dedicado toda su vida a la hostelería , menos un tiempo que estuvo dando clases como profesora de Corte y Confección.
Se ha apuntado a la academia de peluquería y estética Diprofem, en la calle Carlos Cañal, para aprender a cortar
Ahora que ya está jubilada y su madre ha fallecido con 94 años, como es soltera y no tiene que dar cuenta a nadie decidió venir a vivir a Sevilla, porque quería conocerla. Y aquí reside, en una casa con unas compañeras.
Desde que era chica ya pensaba en las agujas, en tijeras y en cortar . Hasta hizo con los recortitos en una muñeca un prototipo de vestido de capa que quería su madre y la modista no acertaba a cortar. Dejó por entonces pasmadas a las dos mujeres como deja hoy día en la academia a compañeras, profesoras y clientas con su buen hacer, su disposición y su energía «porque yo me tomo un paracetamol cuando me duele algo y sigo, no me quedo en casa», y aconseja a quienes están aburridos y no saben qué hacer: «A quienes están en sus casas yo les recomiendo que hagan lo que quieran, pero que hagan algo, que no se queden pensando y lamentado: “¡ay mi rodilla!, ¡ay mi espalda”. Yo me voy a la cama y empiezo a llorar porque a mi la cama no me cura. Me tomo mi paracetamol que es lo único que me dejan tomar y, si no se me quita el dolor, como cristiana que soy, se lo ofrezco al Señor».
«Me encantaría formar un grupo de gente para transmitir la formación que tenemos a quien lo necesite. Un grupo de señoras para hacer activiades, para no estar mano sobre mano»
Rosalía lleva muy a gala qu e es católica y que lo que más feliz le hace es estar en paz con Dios y, en el plano material, rodeada de gente joven. Pero, sobre todo, servir al prójimo, enseñar algo que ella sepa.
Esa inquietud siempre la ha tenido. Con 15 años iba con sus amigas los domingos unas horas a San Juan de Dios y a a otras instituciones a afeitar a los hombres y a cortales el pelo. Una vez un sacerdote de una parroquia de un barrio deprimido de Córdoba le pidió ayuda porque las madres que llevaban a sus hijos a las catequesis no sabían qué hacer mientras tanto ni eran creyentes. Acabaron pintando nacimientos de escayola y rezando el rosario.
Actualmente, y este es otro ejemplo, Rosalía, va los sábados tres horas por las tardes a casa de una señora para que sus cuidadores se puedan despejar un poquito.
«Me encantaría formar un grupo de gente para transmitir la formación que tenemos a quien lo necesite. Un grupo de señoras para hacer activiades, para no estar mano sobre mano. Tengo una amiga que va a un centro para personas que vienen de fuera y les enseñan a trabajar: plancha limpieza, cocina, costura... .Yo vengo a la academia dos días por semana y hay tiempo para todo. Hay que ayudar a tantas personas como hay necesitadas», termina Rosalía.
Noticias relacionadas