El rincón de Aurora López Güeto

«Roma le reconocía derechos a la mujer que hoy los niega el integrismo islámico»

Doctora en Derecho, con una tesis sobre la maternidad y la herencia en el mundo romano, acaba de publicar con Algaida su primera novela, titulada «La Casa de la Piedad»

Aurora López Güeto Manu Gómez

Félix Machuca

Ese es el caso de su novela. Se abre un testamento y tiemblan los cimientos de la aristocracia romana.

El testamento que se abre en mi novela revela unas intrigas ocultas desde hace décadas de una familia ejemplar cercana al emperador pero que de ejemplar no tenía nada. Su comportamiento se resumiría así: Estupro, aborto, incesto y adulterio.

Que un testamento fuera polémico garantizaba diversión y chismorreos en toda Roma. Era lo más parecido al Sálvame de luxe de hoy ¿no?

Absolutamente. Los romanos estaban obsesionados por conocer la vida privada de las clases altas. Las disputas familiares por las herencias eran auténticos espectáculos públicos.

Ese Foro lleno de Jorge Javieres dándole a la muy todo el día…

(Risas) El Foro era lo que hoy son las redes sociales. Un continuo despellejamiento.

Dos mil veintidós años después de Augusto, ese mismo eco tienen testamentos como, por ejemplo, el de Rocío Jurado.

Es un buen ejemplo de un testamento de una mujer poderosa con muchos parientes pendientes de ver qué reciben.

¿Qué testamento romano fue el más escandaloso y divirtió más al pueblo?

El de Julio César, custodiado por las vírgenes vestales, que cedió al pueblo de Roma muchísimas propiedades y dinero para cada ciudadano, que desencadenó una gran adhesión social. Fue uno de los primeros populistas.

Por cierto, la mujer romana aristócrata o la de un potentísimo mercader, ¿podían testar o necesitaban de un hombre como tutor?

Las mujeres romanas podían hacer testamento pero, en muchas ocasiones, necesitaban la autorización de un varón, su tutor.

El feminismo no existía en Roma. Pero la mujer tenía sus derechos. Aunque le estaban vetadas la carrera judicial y la política. ¿Por qué?

Porque se entendía que las mujeres no eran consistentes intelectualmente. Eran consideradas volubles e inconstantes y no cuadraban con la política ni la abogacía.

Marcela, protagonista de su novela, asegura que las mujeres más libres de Roma eran las vestales, una especie de monjas de clausura…

Se podría darle la razón a Marcela. Pero el pago era costosísimo: renunciaban a tener una familia, hacia un voto de castidad de treinta años, mantenían una disciplina férrea en el templo aunque no tenían tutores y gozaban de un gran reconocimiento social. Si se cruzaban con un condenado a muerte, había que liberarlo.

¿El culto a Bona Dea sería la diosa de las feministas más radicales de hoy?

(Risas) Era un culto exclusivo de mujeres y generaban suspicacias y temor en los hombres. Crearon una red de protección y asistencias médicas. Y cabían desde la emperatriz hasta las esclavas.

¿El Derecho romano es menos riguroso con la mujer que el actual islámico?

En el siglo primero a las mujeres se le reconocían derechos que el integrismo islámico les niega hoy. Había mujeres en Roma que disponían de sus patrimonios, muy potentes o humildes como una tintorería. El derecho romano se fue dulcificando en cuanto a los castigos, pero el adulterio siempre fue reprimido con dureza.

Se puede entender que Augusto hizo girar en torno al matrimonio obligatorio toda una política demográfica y étnica?

Sin dudas. Al menos lo intentó. Su programa político impulsará el matrimonio y la natalidad pero chocó con la realidad de los ciudadanos querían vivir de otra forma, más libres.

¿Quién cumplía más con la política del Príncipe: las clases altas o las medias y bajas?

Las clases media y bajas siguieron más esta política. Pero el interés de Augusto estaba en las clases altas que no dieron el ejemplo que él esperaba.

Como hoy, los índices demográficos los elevaban los hijos de la emigración ¿Temía eso Augusto del asentamiento de los bárbaros en Roma?

Tenía mucho miedo a que la ciudad creciera por los hijos de los extranjeros. La ciudadanía romana no se daba, se ganaba.

Pero alguien tenía que trabajar y tener hijos ¿no? Hoy pasa algo parecido en el campo español.

La historia es circular.

 

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